lunes, 28 de julio de 2008

Fanatismo partidista y democracia

Por: Guillermo Peña Capellán

El fanatismo político partidista es lo que predomina en el Sistema Político Dominicano. Un fanatismo sin parangón que no permite fortalecer las instituciones y la democracia.

La ciudadanía no cuestiona ni sanciona políticamente el accionar de los y las dirigentes de los partidos políticos.

El fanatismo es “la pasión exacerbada e irracional hacia algo, sin que el fanático o el grupo de fanáticos toleren su cuestionamiento o estudio del mismo”.

La palabra fanático proviene del sustantivo fanum o phanum que significa templo, en consecuencia, fanático significa “perteneciente al templo” o "persona asidua al templo"; y hubo un tiempo en que llegó a significar “protector del templo”. Posteriormente, adquirió el sentido de intemperancia desmedida en la defensa de la religión. Hoy le pudiéramos agregar en defensa de un partido político.

Eric Hoffer, ciego hasta los quince años de edad, en su obra sociopolítica “The True Believer” expresó que “El fanático no es realmente aquel que se identifica con extremo rigor a los principios. No abraza una causa primordialmente por su justicia o santidad, sino por la desesperada necesidad que tiene de aferrarse a algo.”

La ignorancia genera fanatismo porque mientras menos se sabe sobre algo, con mucho menos seguridad se actúa. Aristóteles expreso alguna vez que “El ignorante afirma, el sabio duda y reflexiona”.

Soy de los que piensa que todos los extremos son malos. Ubicarse en el centro para escuchar las diferentes campanas es lo más racional, lógico y prudente para buscar soluciones a los diversos problemas de nuestra incipiente democracia.

Cuenta una anécdota que una joven estaba corriendo en el pasillo de su casa y se movió mucho hacia la derecha y choco con la pared, lo mismo hizo hacia la izquierda y también chocó, luego decidió caminar por el centro para evitar los choques y así se evitó chocar tantas veces.

Ahora bien, no quiero decir con esto que debemos huir a la toma de decisiones y dejar de tomar posturas políticas o éticas para pretender ser imparciales, sino tratar los temas con cierto grado de objetividad y criticidad. Pensar antes de actuar.

Aceptar dogmas religiosos y líneas políticas partidistas como absolutamente ciertas e indiscutibles, es negar la libertad de pensamiento y difusión de las ideas.

El fanatismo, tanto religioso como político ha sido causante fundamental de las grandes guerras mundiales. Siempre es preferible el respeto a le ley para llegar al consenso. Sin lugar a dudas, hay aspectos generales que nos unen, el problema es que acentuamos las diferencias.

“Soy del partido x desde chiquitico, lo llevo en la sangre” dijo José Guzmán, mostrando con orgullo que pertenece a un partido por tradición, no por conciencia ideológica ni por realizaciones del mismo a favor de la ciudadanía.

Las religiones y los partidos políticos exigen a sus miembros un respeto ciego a sus mitos, creencias y dogmas, con ello se promueve el fanatismo, y así no es posible la unión, sino la imposición o conversión. ¡Trabajemos por la unidad, pero que viva la diferencia!...
Imagen: onlyexpression.blogspot.com

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