viernes, 11 de julio de 2008

Barbitúrico social


Por: José Carlos Nazario

Tras Trujillo, nuestro país ha experimentado cambios importantes. No podemos negar que hoy nos encontramos mucho mejor que hace cuarenta años.

Ahora, la profundidad de los cambios es mínima y la imposibilidad de establecer parámetros que lleven el estado de cosas a un clima institucional que permita el funcionamiento autónomo del Estado, sin dependencias caudillescas, ha sido notable. El saldo histórico de esta realidad es, sin duda, una amplia deuda social.

Las clases políticas han querido ser el motor del cuerpo social, siendo esto, una aberración. La política debe ser movida por la sociedad y no lo contrario.

Por esto, hoy el Estado es un espacio para el ascenso económico de una minoría, ajena a la observancia de todas las reglas establecidas.

Catalizada, presionada y cuestionada por los ciudadanos, la clase gobernante haría el trabajo correspondiente y permitiría la construcción de un Estado social y democrático de Derecho, logrando el funcionamiento automático y efectivo de sus instituciones para bien de la sociedad.

Sin embargo, nuestra población, intoxicada durante el trujillato y el balaguerato, sufre aún la resaca de los barbitúricos aplicados por la represión y el despotismo. Ojalá despertemos pronto de la pesadilla impuesta en aquellos años.

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