viernes, 29 de febrero de 2008

El mito independencia

Por: Millizen Uribe

La independencia significa, con respecto a los países, lo que para las personas adultas significa mandar en su propia casa. Es una forma de vida en la que los pueblos tienen el derecho y la facultad de gobernarse a si mismos y ser dueños de su propio destino.
Gracias a esto, los pueblos independientes están en la capacidad de interactuar con el resto del mundo, con personalidad propia, a base de decisiones tomadas por ellos y no por un gobierno extranjero.

Pero también, la independencia conlleva la existencia de un gobierno plenamente democrático que proteja los derechos humanos y afirme la nacionalidad y el idioma.

Amerita “el disfrute de todos los poderes y atributos de la soberanía que son necesarios para lograr mayor desarrollo y prosperidad, incluyendo aquellos precisos para estimular y promover la industria, la agricultura, el comercio, controlar la inmigración y negociar acuerdos internacionales que amplíen mercados y promuevan inversiones de otros países”.

El cumplimiento de un año más de la proclamación de la independencia dominicana es una buena oportunidad para reflexionar acerca de qué tan independientes somos hoy día.

Hoy, cuando la forma en que invertiremos los recursos generados por los impuestos que pagamos los dominicanos y dominicanas es decidido por una organización extranjera: el Fondo Monetario Internacional.

Hoy, cuando este país ha sido calificado por un presidente de la República como “el patio trasero” de otra nación.

Hoy, cuando en el pueblo reina el complejo de Guacanagarix, por lo que se le rinde culto a todo lo de fuera y se menosprecia lo nuestro.

Hoy, cuando, según fuentes periodísticas, tenemos una deuda externa que asciende a unos RD$259 mil 743 millones.

Hoy, cuando el uso del petróleo depende, en gran medida, de la generosidad de un presidente extranjero.

Hoy, cuando cualquier extranjero tiene más oportunidad de disfrutar las bondades de este país, que muchos nacionales.

Hoy, cuando muchos dominicanos carecen de los derechos a la alimentación, a un techo, a salud, a educación o a transitar libremente las calles de República Dominicana.

Por todo esto, es pertinente preguntarse: ¿Qué tan independientes somos hoy día? Quien sabe si de nuestras respuestas salga la imperiosa necesidad de incluir en esa larga lista de cosas pendientes que tenemos como nación re -independizar la patria dominicana.

viernes, 15 de febrero de 2008

¿Democracia o Timo-oligocracia en República Dominicana?

Por: Guillermo Peña Capellán

Una de las palabras más conocidas de origen griego es la democracia que, según el diccionario de la Real Academia Española significa, “predominio del pueblo en el gobierno político de un estado”. El mismo diccionario define oligarquía como, “una forma de gobierno en la cual el poder supremo es ejercido por un reducido grupo de personas que pertenecen a una misma clase social, un gobierno de pocos, un conjunto de algunos poderosos negociantes que se aúnan para que todos los negocios dependan de su arbitrio”; y timocracia como, “predominio del poder de los ciudadanos que tienen cierta renta”.

En la nación timocrática por la riqueza se estima a la persona, es una sociedad individualista en la que importa más el tener, que el ser. En cambio, en la nación democrática se respeta al ciudadano por su condición misma.


Hoy en día, los propietarios territoriales tienen igual o mayor poder que los industriales, comerciantes, rentistas, capitalistas y banqueros. Lo propiedad mobiliaria supera ya la inmobiliaria por su fácil movilidad, productividad y su dependencia de la voluntad humana. Sin embargo, los creadores de esta riqueza no poseen ni ¼ parte de la misma. Las y los oligarcas son dueños de grandes propiedades o acumulaciones de dinero, tienen mucho poder político gracias a su tráfico de influencias, no tienen parámetros éticos e históricamente han tenido la fuerza para decidir los destinos de la nación dominicana.


Los tres partidos del sistema político dominicano están comprometidos con la timo-oligocracia, que consiste en una forma de gobierno predominante del poder supremo de unos pocos ciudadanos poderosos que tienen cierta renta y se aúnan para que todos sus negocios prosperen. El costo del sistema político es insostenible si el mecanismo de los partidos tradicionales para motivar a los votantes sigue siendo el clientelismo o asistencialismo político; que se cimienta en dar dinero del Estado a cambio de recibir votos. Con esto los aspirantes presidenciales sustituyen el debate de las ideas y propuestas que deben ofertar para que la ciudadanía decida quien pudiera hacer un mejor gobierno.


Superamos la etapa de la dictadura y ahora estamos en la lucha de la transición de la timo-oligocracia a la democracia dominicana. Vivimos en una timo-oligocracia, en la cual sale airoso el candidato que más recursos logró acumular, sin importar si su procedencia es del narcotráfico o de la corrupción administrativa. La forma de obtener los votos es el fin, sin importar el mecanismo que se utilice, y vales por lo que tienes, sin importar los valores humanos que poseas.


Se hace necesario trabajar por la transición de la repugnante timo-oligocracia a la esperanzadora democracia que anhelamos y merecemos. No esperemos que se repita una crisis económica como la del gobierno anterior, ni nos creamos que sólo nos queda seguir en lo mismo porque supuestamente avanzamos. Tan peligroso es el retroceso como el estancamiento político.


Participemos en el proceso electoral con entusiasmo y sentido crítico. Hagamos lo que nos diga nuestra conciencia, no nuestro bolsillo, porque al final del camino nos saldrá caro dar un espaldarazo a la timo-oligocracia dominicana.

Gasparín pasó por mi mesita de noche


Por: Crystal Fiallo

Quiero compartir con mis lectores una experiencia increíble. La semana que pasó recibí una carta. Apareció misteriosamente en mi mesita de noche; pensé que alguien la había dejado allí la noche anterior, a pesar de que acostumbro cerrar con seguro la puerta de mi habitación. Extrañada, la abrí con premura, imbuida de curiosidad, comenzando por su final, buscando la identidad de quién la escribió. Pronto la curiosidad se transformó en una gran sorpresa… ¡estaba firmada por Gasparín!

Como sé que muchos de mis lectores no comprenderán mi sorpresa, porque no conocen a Gasparín, comenzaré por decirles quién es él. No es un regetonero, ni un artista de televisión, ni un pelotero de grandes ligas, ni una estrella de mambo violento.


Gasparín es el fantasma de un niño, que no gusta de asustar sino que quiere alegrar la vida de los seres vivos y cultivar sus amistades. Habita en la imaginación de quién lo creó y de quienes lo han conocido y no pueden evitar la empatía que genera su alegre e inocente existencia abierta a nuestras percepciones.


Quiero recalcar que Gasparín es un fantasma divertido al que no le gusta espantar a nadie, porque le encanta tener muchos amigos, lo que no es un trabajo fácil pues las personas generalmente le temen a los fantasmas, no importa que tan amable parezcan. Nació (o mejor dicho apareció) hace mucho tiempo en los Estados Unidos, donde se le conoce como Casper, habitando en el mundo de los comics en el que logró su propio espacio entre los personajes de los dibujos animados.


En 1995 protagonizó un filme de alto presupuesto producido por Brad Silberling, en el que se revivió ese personaje que allí, en el primer mundo, es Casper y en Latinoamérica es Gasparín, el fantasma pequeño y amistoso que quedó atrapado en este mundo y no ha vagado por el más allá. Él me escribió una carta triste y breve.

La carta en cuestión decía así:
“Querida Crystal, te conozco por lo que escribes. Me gusta lo que dices y como lo dices y por ello quiero utilizarte para que todos sepan que no me siento bien en tu país ni con tu gente, porque las cosas allí dificultan infinitamente hacer amigos y se cualquieriza la esencia de la amistad que es la generosidad, la solidaridad, la honradez y la transparencia.


Yo, que me paso todo el tiempo luchando por hacer amigos y tratando de vencer el temor de las personas a los fantasmas, estoy profundamente dolido porque ustedes le atribuyen a la condición de fantasma todo lo peor de la naturaleza humana, de sus conductas y de sus hechos. Con ustedes nunca podré hacer amigos porque nunca podré neutralizar la imagen negativa que tienen de los fantasmas las personas vivas en Dominicana.


El colmo ha sido que un diario gratuito matutino me ha involucrado en la que llamó Asociación Dominicana de ONGs, junto al Fantasma de Canterville, al logo de marca de los protagonistas del filme “Los Cazafantasmas”, al ladrón de Fantomas, al anglosajón que se fue a perseguir piratas en Africa y que llaman “El Fantasma”. Me niego a aparecer en tu país, me niego a tener amigos y amigas de nacionalidad dominicana, hasta tanto ustedes dejen de hacer de la condición de fantasma la explicación de todos los disparates que constituyen la esencia y talante de sus existencias como nación.


Hasta la vista o hasta nunca; no lo sé.
Gasparín.”


Mi reacción fue instantánea, ¿Por qué Gasparín dice que la condición de fantasma es la explicación socorrida para todos nuestros males como nación? Recurrí, de entrada, a un diccionario de la lengua española y así comenzé a comprender a Gasparín mientras leía que fantasma es una aparición con forma de ser real de algo imaginado; una imagen de un objeto impresa en la fantasía; una persona entonada y presuntuosa; un espantajo o persona que asusta; cosas inexistentes, dudosas y poco precisas. De igual forma, que fantasía es la facultad de la mente para representar cosas inexistentes y el proceso mediante el cual se representan; el producto mental de la imaginación creadora o que no tiene fundamento real y de lo que se desprenden los conceptos fantasear, fantaseador y fantasioso.


En el mismo orden de ideas, "fantasmagoría" es el arte de representar figuras por medio de una ilusión óptica o una figuración vana de la inteligencia. De este concepto se desprende otro, el de lo fantasmagórico. Así mismo, fantasmal es una visión quimérica y fantasmón es un presuntuoso; fantástico es algo quimérico, aparente, sin realidad y la irrupción de lo irracional en la vida individual y colectiva.


Entonces, comprendí a Gasparín y por qué nos excusamos en los fantasmas y lo fantasmagórico para explicar nuestros desaciertos como nación. ¿No es acaso este un país que podría denominarse como fantasmagórico? Porque, ¿no son fantasmas los partidos políticos sin membresía real pero con dirigencias con muchas ambiciones? ¿No son fantasmas o fantásticas, según la Real Academia de la Lengua Española, porque es como si no existieran, las ONGs cuyo responsable está muerto, no tienen teléfono o un local, no están registradas y no rinden cuentas? ¿No son fantasía las grandes comisiones nacionales y presidenciales para resolver problemas nacionales que nunca se resuelven? ¿No es fantasía, hasta ahora, la olvidada e inconclusa reforma constitucional?


¿No es el préstamo de la Sun Land un préstamo fantasma? ¿No son fantasmosos la mayor parte de nuestros políticos profesionales? ¿No son fantasmas los legisladores que cobran y no asisten a las sesiones en el Congreso Nacional? ¿No son fantasmas las partidas del Presupuesto Nacional que no explicitan como se gastarán y en qué? ¿No es fantasmagórica la situación social de un país puntero en la región en crecimiento económico que mantiene intacta la negativa deuda social acumulada, determinando que el desarrollo social sea fantasmal?


¿No es fantasear y ser fantasioso ignorar que la implementación del nuevo Sistema Dominicano de Seguridad Social es una modalidad de privatización de los servicios de salud que desarrolla la brecha entre los servicios para los ricos y los servicios para los pobres? ¿No es, al decir del Presidente de la República, un Gobierno Fantasma el del Fondo Monetario Internacional (FMI) en el país?


Para terminar, y pensando en el futuro, ¿no son nuestros fantasmas ancestrales de la corrupción, el entreguismo antinacional, el clientelismo y el autoritarismo los culpables de todas nuestras penurias como, al decir de Viriato Fiallo, “noble y sufrido” Pueblo Dominicano? ¿No son acaso como especies de fantasmas los inmigrantes, que simplemente no existen, legal y jurídicamente hablando, y, para colmo, en su inmensa mayoría provienen de una Nación con un “estado fallido”, osea, fantasma?


Dicen que en el Palacio Nacional habita el fantasma del sátrapa Trujillo, que en el Panteón Nacional habita el del apátrida Santana que todos los días se burla de los trinitarios y los restauradores que no pueden descansar en paz, y que en el Faro a Colón aparece incómodo, de vez en cuando, el fantasma de Colón. Noto, además, que en el proceso electoral actual el fantasma de Balaguer ronda a sus anchas, en ausencia de los de Juan Bosch y Peña Gómez, que parece ser decidieron, entristecidos, partir al mas allá. Y no me extrañará que, durante muchos años, me digan que el fantasma de Diandino Peña rondará (¡cuidado!) en el Metro de Santo Domingo.


Pobre Gasparín, ahora lo comprendo, y agradezco que me haya utilizado como vía para expresar su pesar. Esa noche, al lado de mi mesita, prometí hacer público su dolor y despedida (que pueden ser revertidos si así nos lo disponemos). Buen viaje, querido amigo, hasta no sé cuando…

Con el mazo...


Por: José Carlos Nazario

Con el histrionismo acostumbrado acompaña la igualmente practicada búsqueda de protagónica presencia. Estamos de acuerdo, los ciudadanos queremos que los políticos, con o sin sotana, nos dejen en paz.

Pero no puede haber paz en un régimen donde la gran mayoría de los ciudadanos tiene limitaciones serias en la satisfacción de sus necesidades básicas.


Jamás puede considerarse libre quien tiene la obligación de delinquir como medio de sobrevivencia. Delinque quien promueve ese orden de cosas, desde arriba, como quien actúa desde abajo.


Sin embargo, de espaldas a esa realidad y haciendo galas de su privilegiada posición económica, política y social, hay quienes se atreven a pedir que “nos dejen rezar en paz”.


Rezar, en los asientos de cuero lustroso de una jeepeta, es fácil. Lo difícil es hacerlo en la barriada, en la cañada, en el callejón, en los rincones oscuros donde no llega dios. La vida, mas allá de atuendos estrafalarios y relaciones distorsionadas de poder, es dura para los dominicanos.


Paz, para ejercer la ciudadanía como el país merece, sin ladridos de un lado y otro, sin purpúreas condenas en los medios de comunicación, es lo que necesitamos.


No requerimos voces que se autoproclaman nuestras, siendo ajenas. Los dominicanos y dominicanas queremos, simplemente, que nos dejen ejercer la libertad que tanto nos costó, como corresponde.


Sumado al coro de epítetos y profusiones vacías, el prelado no propone ni presiona para las cuestiones que realmente interesan a sus feligreses, admite transgresiones corruptas y calla. Pero, al promover la hipocresía y el atraso, demuestra la omnipresencia heredada del altísimo. Por favor, déjennos avanzar en paz.