jueves, 30 de julio de 2009

El Poeta Callejero


Por: Guillermo Peña Capellán

El Poeta Callejero es un joven artista dominicano, cantante de Rap, que utiliza este género musical como denuncia social para describir lo que ve y piensa.

Las letras de sus canciones, en general, analizan la realidad política y social dominicana mejor que cualquier politólogo o sociólogo. Por ello, me parece importante compartir con ustedes las críticas que él hace a la forma de hacer política en nuestra Quisqueya la bella.

Una de sus canciones más famosas es “El 16 de Mayo”, que en las elecciones pasadas generó mucha controversia por el contenido que tiene. De la clase política dominicana dice lo siguiente: “Mentira ello no quieren que la situación mejore. Tu no ve que un regidor gana ma´ que to lo doctore”. Sobre los líderes políticos dominicanos expresa: “Miguel Vargas Maldonado implicado en el caso Marbella. Leonel y su botella, el infelí de Eduardo Estrella. Quisiera que estuvieran vivos Duarte, Sánchez y Mella, pa que vean el disparate de su Quisqueya la bella. Que son como lo gato tan lleno de mala maña. Y na ma pisan tu barrio en lo tiempo de campaña”.

Cuestiona para qué sirve el voto y asqueado de una partidocracia corrupta y de una ciudadanía que vota por el menos malo cada 4 años, señala que: “Quieren que tu colabore ayudándole a robar. Votando en la Junta Central Electoral. Ellos quieren mi voto como la sangre un vampiro. Y en eso e que me inspiro, pa escribí to lo que miro. El 16 de mayo no me voy a levanta. El 16 de mayo el Diablo es que va votar. El 16 de mayo a nadie van a engaña. Porque el voto como el ántrax viene metido en un sobre. Raya con una X la cara de tu candidato y elije a tu corrupto, estafador, ladrón o tecato. Pero vota que eres joven da el derecho a que te roben. Hazlo rico millonario mientra lo pobre se joden. Polque yo no voy a elegí yo mimo al ladrón que me va a robá cada 4 años ¿E que utede todavía son aborigene e? No quieren seguí cambiando oro por espejo”

La desesperanza del sentir de la sociedad dominicana, a sazón de las deudas sociales acumuladas por los malos gobiernos que hemos tenido, la manifiesta también el Poeta Callejero cuando dice “Por una ola de promesas que ahoga mi corazón. Pero si el gas aumenta otro peso, me vua comprá anafe y carbón”

Consciente de que no hay progreso ni cambio para mejorar sin educación de calidad y una lucha real contra la corrupción y el narcotráfico, señala que: ¿Cómo va a ver cualto pa pagarle a lo maestro si se invierten tanto millones de dólares en un metro? Quieren No a la corrupción, No a la drogadicción, Y no hay maestros preparado que nos den la educación”.

La ausencia de una política criminal que priorice en le prevención del delito y el crimen, incide en que la delincuencia aumente. Por ello, el Poeta dice: “La delincuencia aumenta no cabe otro preso en La Victoria. La policía no tiene armas que enfrenten el tigueraje”Mejor no puede explicar el fenómeno de la migración al subrayar que: “No hay butaca en las escuelas, ni suero en los hospitales. A eso se debe el aumento de los viajes ilegales”. Y es que todo el que toma la difícil decisión de emigrar lo hace para mejorar su calidad de vida.

El sentir de muchos jóvenes dominicanos es parecido al del Poeta Callejero. Urge reinvidicar la política y cambiar la forma en que se hace. Nuestro futuro puede ser más funesto todavía si no lo hacemos. Es justo cuestionarse votar.

Respeto a quienes deciden no hacerlo por conciencia de que anhelan un cambio real que no lo puede encabezar de ninguna manera los partidos tradicionales que han sido los responsables de este atolladero, pero pienso que esa no es la solución para que llegue ese cambio que necesita nuestro país. Crear una nueva opción política si es la solución. Y tenemos que decidirnos a trabajar para crearla, porque como dijera alguna vez el filósofo griego Platón “El castigo que los hombres buenos tienen que pagar por no estar interesados en la política es ser gobernados por hombres peores que ellos mismos”.

¿Cúal Democracia?

Por: Millizen Uribe

Basta irse al concepto original de lo que es la democracia para cambiar la percepción de que hoy día en República Dominicana vivimos en total y absoluta democracia.

Y es que en una breve revisión etimológica de este concepto nos encontramos con definiciones como estas: “Democracia es una forma de organización de grupos de personas, cuya característica predominante es que la titularidad del poder reside en la totalidad de sus miembros, haciendo que la toma de decisiones responda a la voluntad colectiva de los miembros del grupo”.

“Es una forma de gobierno, de organización del Estado, en la cual las decisiones colectivas son adoptadas por el pueblo mediante mecanismos de participación directa o indirecta que le confieren legitimidad a los representantes”. “Es una forma de convivencia social en la que todos sus habitantes son libres e iguales ante la ley”.

Después de leer estas conceptualizaciones me atrevo a preguntar en voz alta: ¿Cuál democracia? Y es que basta revisar las palabras subrayadas para darse cuenta de que en el país no hay tal democracia o que, en el mejor de los casos, está muy debilitada. Veámoslo por parte y siguiendo las características del concepto.

Dice que en este sistema: “la titularidad del poder reside en la totalidad de sus miembros, haciendo que la toma de decisiones responda a la voluntad colectiva”. Sin embargo vemos como aquí en el país lo que imperan son las decisiones de los funcionarios y gobiernos de turno.

Ejemplo ¿Decidió la mayoría que era prioridad construir un Metro? ¿Decidió la mayoría que la Reforma Constitucional debía hacerse por Asamblea Revisora y no por Asamblea Constituyente? Dice que “las decisiones colectivas son adoptadas por el pueblo mediante participación que le confieren legitimidad a los representantes”. Pero sabemos que aquí hay pocos mecanismos de participación, sino que esta se limita a acudir a las urnas cada cuatro años, pero no hay referéndums revocatorios ni otras herramientas de participación y expresión.

Además, ¿llegan al poder los funcionarios y “representantes” que el pueblo desea o aquellos que tienen más dinero para pagar más anuncios y ganar las elecciones? ¿Es legítimo un diputado o un senador que gane mediante un fraude o comprando adeptos, votos y cédulas? Dice que en la democracia: “todos sus habitantes son libres e iguales ante la ley”.

Y yo me pregunto: ¿Aquí en dominicana vale lo mismo un rico que un pobre?, ¿Un religioso que un ateo? ¿Un hijo de un militar que uno de un pollero? Y sé que ante mi inquietud muchas dirán que antes cuando la dictadura de Trujillo era mucho peor, que hoy por lo menos uno puede hablar y tener espacios como este en los medios de comunicación.

Pero ¿creen ustedes que son todas las opiniones o ideas que se pueden decir en voz alta o ser publicadas en un medio? Sino tomen como ejemplo el caso del general Juan Tomas Taveras, articulista de este medio, quien fue preso por pensar diferente y atreverse a formular en voz alta una crítica.

Patá y trompá contra la corrupción


Por: Crystal Fiallo
No todo en mi columna es un bombardeo a las autoridades que gestionan nuestros servicios públicos. Es necesario también reconocer las iniciativas del gobierno para combatir ciertas problemáticas que corroen nuestro desenvolvimiento como nación, como lo es la tan mencionada corrupción. “La cruzada contra la corrupción en la administración pública”, conjunto de medidas que se propulsarán desde el gobierno, demuestra cierta apertura por parte de la actual administración y una actitud responsiva en este momento en el que se han destapado tantas canastas podridas.

Por otro lado, debemos aceptar que la lucha contra la corrupción es una batalla de todos/as los dominicanos/as y que no se la podemos tirar en las espaldas solo al gobierno: el pueblo debe estar alerta, pendiente, participando, supervisando, dando seguimiento, exigiendo, advirtiendo.

Las palabras del Presidente reseñadas en los periódicos de circulación nacional sobre este tema demuestran que existe disposición política para iniciar esta lucha, pero igual ‘él me dijo’ lo mismo cuando se creó la Comisión Nacional de ética y combate a la corrupción a la cual le di seguimiento desde dentro y fuera y los resultados nunca fueron los esperados; o también el caso del DPCA que en más de una ocasión gritó no tener fondos suficientes para llevar la cantidad de casos denunciados. Por eso esta cruzada puede que “te’ cruzá”. Hay que estar vigilantes con estas medidas y exijamos resultados.

El gobierno anunció también la instalación de líneas y buzones para que la ciudadanía denuncie actos de corrupción en las distintas instituciones del Estado, lo cual representa una medida de respuesta y no de prevención. Sí hay que admitir que es un paso de avance, pero no es el ‘pleito’ que esperamos que el gobierne le ‘eche’ a la corrupción. Está demás decir que el presidente indicó que muchas de las denuncias y campañas respeto al tema también son estrategias de los partidos opositores para restar credibilidad al mandatario; ahora bien, sean o no estrategias, los casos son tangibles y son un virus para la sociedad.

Entiendo que el gobierno debe perseguir la corrupción pero lo más importante es evitar que nazca. Una lucha agresiva, con patá y trompá, promoviendo espacios abiertos de participación ciudadana, consultas públicas, reforzar la institucionalidad, implementar los mecanismos participativos y de control ciudadano como lo son: el presupuesto participativo de los gobiernos locales, las oficinas de acceso a la información, plebiscitos, referéndum, declaración jurada de bienes, tabla de escala de salarios en la administración pública, talleres de educación cívica y funciones del gobierno, entre otros. Pero no lo hagamos por pedacitos, desarrollemos un plan a 10 años, evaluemos los resultados y trabajemos en mejorar los indicadores básicos de la transparencia y corrupción. Para esto es necesario comprometer “a to’ er vivo”, como diría un buen dominicano/a.

Muchos de estos mecanismos antes mencionados y otros por mencionar promueven la democracia directa, fortalecen la gobernabilidad y generan una ciudadanía consciente y demandante. Por otro lado, pero no tan divorciado de lo antes indicado, se hace necesario promover verdaderas reformas de descentralización ya que, mientras más centralista es un gobierno o unitario es un Estado, menos accesibilidad para al ciudadano a estos mecanismos.

Dejemos ya el Balaguerismo y el Trujillismo atrás; promovamos una nación basada en una correcta y balanceada distribución del poder.

jueves, 9 de julio de 2009

Intolerancia política

Por: Guillermo Peña Capellán

El destacado historiador británico, Eric Hobsbawm, catalogó el siglo XIX como el “siglo de las revoluciones” y el siglo XX como el de “las grandes intolerancias”.

En los albores del siglo XXI en América Latina la intolerancia política persiste y tiene tendencia a crecer con el tiempo. Los fuertes enfrentamientos políticos entre presidentes latinoamericanos, hacen que la Región se vea cada vez más fragmentada. El Barómetro de las Américas 2008 así lo confirma, situando entre los países más intolerantes a Bolivia, Guatemala, Honduras, Haití, Ecuador Perú, Colombia, Chile, Nicaragua, Panamá y República Dominicana.

Una de las características fundamentales para vivir en democracia es la tolerancia política. Esto implica respetar el derecho que tiene la ciudadanía de expresarse mediante mecanismos de presión, como son las protestas cívicas que impulsan una oposición política crítica, consciente y constructiva.

¿Hay intolerancia política en la República Dominicana?

Mientras se tilde de perredeísta, peledeísta o reformista a quien se opone a una postura del gobierno de turno, con el propósito de descalificar su planteamiento, se podrá decir que hay intolerancia política. Y es que pensar que uno siempre tiene la razón, es caer en el absolutismo retrógrado del siglo XVII.

La represión a los jóvenes del campamento de Gonzalo en los Haitíses es una muestra de intolerancia política. Jamás debe confundirse la tolerancia con la debilidad. Actuar de manera intolerante promueve los fanatismos, dogmas y fundamentalismos que tanto daño han hecho a la humanidad.

Fomentar la tolerancia política y la diversidad es el objetivo de toda sociedad que se considera democrática. Su ausencia impide el diálogo pluralista y sensato.

El progreso de una sociedad se alcanza con la madurez política. Cuando se impone una moral pública o religiosa se contrapone con el pluralismo democrático.

Ejercer la ciudadanía es precisamente aceptar la disidencia política como parte del juego democrático. Las dominicanas y los dominicanos tenemos el gran reto de cambiar nuestra cultura política, de autoritaria e intolerante a democrática y participativa. La decisión está en tí.

Y ahora el Papa

Por: Millizen Uribe

Un tema muy manido, pero tratado con poca profundidad. Este es el tema haitiano. Con el sucede que históricamente grandes figuras del mundo, y otras no tan grandes, se han pronunciado con el aparente objetivo de buscar una solución a este problema. Entre los más recientes se encuentra el papa Benedicto XVI quien el lunes señaló que “considera indispensable en Haití el apoyo a familias necesitadas y proteger a mujeres y niños, víctimas de violencia, abandono o injusticia”.

En realidad el papa no ha dicho nada que otros líderes económicos, políticos, religiosos y culturales no hayan señalado acerca de este tema. Sin embargo, tanto él como sus predecesores que se han pronunciado sobre este tema se han quedado corto cuando plantean el tema de las donaciones, de la intervención militar, de la emigración y de la mera solidaridad como la solución a la crisis haitiana.

Veámoslo por parte e iniciemos con el tema de las donaciones. Entidades como el Banco Interamericano de Desarrollo (BID), por poner un ejemplo, han desembolsado miles de millones de dólares en ayuda para Haití. De hecho este año aprobó 100 millones de dólares, el doble que en 2008 y en 2007 y para el 2010 el paquete de donaciones será de 120 millones de dólares para Haití, destinadas a inversiones en infraestructura, servicios básicos y la prevención de desastres.

Y aunque la inversión es súper cuantiosa, ¿dónde radica el problema? En que pocas veces ese dinero llega a los más necesitados, sino que, como ha sucedido históricamente, se queda en la oligarquía de Haití. Porque es un problema de estructura, más que de asistencialismo.

Igual sucede con el caso de la intervención militar, una solución a la que históricamente han recurrido países como Estados Unidos y la misma Francia. Hoy día nueva vez se insiste en esa fórmula. Esto con el establecimiento de la Misión de Estabilización de las Naciones Unidas en Haití (MINUSTAH), lo cual hizo el Consejo de Seguridad de la ONU, en su resolución 1542, de 30 de abril de 2004.

¿Y qué han conseguido con esto? Pues nada o muy poca cosa, ya que varios movimientos haitianos han señalado que estas fuerzas, lamentablemente ahora de origen latinoamericano, violentan la soberanía del pueblo haitiano y ejercen abuso de autoridad con los menos pudientes.

¿Y qué hay con el caso de la emigración? Pues es por demás sabido grandes potencias que en un pasado saquearon todas las riquezas de Haití, entienden hoy que es la República Dominicana la que debe poner solución al problema haitiano.

Según ellos para poner fin a la crisis basta con abrir las fronteras dominicanas (en gran parte simbólica) y permitir que los haitianos vengan a este territorio. Y yo me pregunto ¿Acaso la solución económica, política y social para un país debe descansar en la entrada migratoria a otro, sobretodo tomando en cuenta que ese otro país tiene limitaciones económicas, políticas y sociales?

Pero entremos a su lógica, y supongamos que sí, que esa sea la solución. Entonces ¿Porqué Estados Unidos, por ejemplo, no permite que los haitianos entren a su territorio, sino que los deporta tan pronto pisan su territorio?

Sabemos que esta tampoco es la solución, y si a usted amigo o amiga lector se le ocurre preguntar que para mí cuál es la solución entonces, le diría que no creo que para este problema haya recetas mágicas o únicas. Sin embargo estoy absolutamente segura que toda solución para el problema haitiano debe comenzar por Haití mismo. Por un levantamiento de este pueblo, de un “sacudión” que le haga librarse de toda ese explotación que históricamente le ha hecho la oligarquía internacional y nacional.

Haití necesita levantarse, olvidarse de la lástima internacional y nueva vez tomar las riendas de su propio destino, así como una vez lo hicieron Jean-Jacques Dessalines, Toussaint-Louverture, y otros y otras que honraron su sangre, su color.