jueves, 9 de julio de 2009

Intolerancia política

Por: Guillermo Peña Capellán

El destacado historiador británico, Eric Hobsbawm, catalogó el siglo XIX como el “siglo de las revoluciones” y el siglo XX como el de “las grandes intolerancias”.

En los albores del siglo XXI en América Latina la intolerancia política persiste y tiene tendencia a crecer con el tiempo. Los fuertes enfrentamientos políticos entre presidentes latinoamericanos, hacen que la Región se vea cada vez más fragmentada. El Barómetro de las Américas 2008 así lo confirma, situando entre los países más intolerantes a Bolivia, Guatemala, Honduras, Haití, Ecuador Perú, Colombia, Chile, Nicaragua, Panamá y República Dominicana.

Una de las características fundamentales para vivir en democracia es la tolerancia política. Esto implica respetar el derecho que tiene la ciudadanía de expresarse mediante mecanismos de presión, como son las protestas cívicas que impulsan una oposición política crítica, consciente y constructiva.

¿Hay intolerancia política en la República Dominicana?

Mientras se tilde de perredeísta, peledeísta o reformista a quien se opone a una postura del gobierno de turno, con el propósito de descalificar su planteamiento, se podrá decir que hay intolerancia política. Y es que pensar que uno siempre tiene la razón, es caer en el absolutismo retrógrado del siglo XVII.

La represión a los jóvenes del campamento de Gonzalo en los Haitíses es una muestra de intolerancia política. Jamás debe confundirse la tolerancia con la debilidad. Actuar de manera intolerante promueve los fanatismos, dogmas y fundamentalismos que tanto daño han hecho a la humanidad.

Fomentar la tolerancia política y la diversidad es el objetivo de toda sociedad que se considera democrática. Su ausencia impide el diálogo pluralista y sensato.

El progreso de una sociedad se alcanza con la madurez política. Cuando se impone una moral pública o religiosa se contrapone con el pluralismo democrático.

Ejercer la ciudadanía es precisamente aceptar la disidencia política como parte del juego democrático. Las dominicanas y los dominicanos tenemos el gran reto de cambiar nuestra cultura política, de autoritaria e intolerante a democrática y participativa. La decisión está en tí.

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