martes, 27 de enero de 2009

Y el sueño se hizo realidad

Por: Millizen Uribe

El 28 de agosto del año 1963 un ministro de la iglesia bautista y activista del Movimiento por los Derechos Civiles en Estados Unidos se atrevió a decir en voz alta su sueño. En ese entonces las personas negras no eran vistas como ciudadanos, por eso se les negaba el derecho de entrar a los cines y a los restaurantes. Había escuelas para niños negros y para niños blancos. Si se montaban en un tren tenían que ir parados. La discriminación era tan fuerte que se sentía hasta en los baños públicos ya que había baños para gente negra y otros separados para las personas blancas.

El panorama era muy tétrico por lo que pocas personas se atrevían a soñar con un día en que estas situaciones cambiasen y el mundo fuese diferente. Pero Martín Luther King se atrevió a soñar y a luchar por el cambio. El ministro y activista civil soñó “con la llegada del día en que las niñas y los niños negros puedan unir sus manos con las niñas y los niños blancos, como hermanas y hermanos.”

En ese entonces supongo lo mucho que atacaron a Luther King. Apuesto a que iluso, loco y hasta rebelde fueron las palabras más usadas, inclusive por sus familiares y amigos, para describirlo en la lucha por su objetivo.

Mas él no se detuvo. Soñó y luchó por un sueño que aunque en ese entonces no vio realizarse, hoy 20 de enero, cuando un negro llega a la Presidencia de los Estados Unidos, en una gran parte se hace realidad.

Siglos atrás esta media isla no era una nación independiente. Su propiedad se debatía entre españoles, franceses y haitianos, por lo que pocos criollos se atrevían a soñar con un día en que este territorio fuere una nación libre. Sin embargo, Juan Pablo Duarte, los Trinitarios y otros hombres se atrevieron a soñar con una República Dominicana. Lucharon por independizar la media isla y construir una nación.

Hoy día, cuando el desempleo, el alto costo de la vida, la inseguridad ciudadana, la violencia, el déficit de energía eléctrica y la baja calidad de la salud y la educación pública azotan el país, se hacen necesarios hombres y mujeres que se atrevan a soñar con una mejor nación.

Hombres y mujeres que no teman ser tachados de ilusos, soñadores y rebeldes. Hombres y mujeres dispuestos a trabajar para que así como el sueño de Martín Luther King, que en ese entonces parecía imposible, hoy se hace realidad, llegué el día en que el sueño de Duarte, de una nación libre, justa, próspera e independiente, deje de ser un sueño y se convierta en una dulce realidad.

Un poco de teoría

Por: José Carlos Nazario

El economista Joseph E. Stiglitz dijo en una entrevista reciente que “la crisis de Wall Street es para el fundamentalismo de mercado, lo que la caída del muro de Berlín para el comunismo”. Esta frase marca una pauta interesante y que no podemos obviar. Sin duda se impone una nueva era económica ante la insuficiencia demostrada por la teoría económica neoliberal. Treinta años (de mucho pesar) han bastado para aclarar a los abanderados de las recetas neoclásicas que su visión global es insostenible. La mano invisible del mercado, con su supuesta autorregulación perfecta, resultó ser tan incierta como el futuro económico global. Hoy nos vemos en la necesidad de mirar hacia el Estado y, sobre todo ellos, de pedir intervenciones millonarias que salven sus arcas.

En momentos como este, con la reciente llegada de un presidente hijo de la crisis a la Casa Blanca, podría ser interesante echar una mirada al neo-keynesianismo. Bajo esta visión teórico-económica la producción dejaría de estar dominada por el interés del mercado (siempre al servicio de los que más posibilidades tienen) y pasaría a enfocarse en inversiones con un mayor sentido social, que permitan crear un clima de igualdad de oportunidades. Hablamos de un nuevo impulso a las acciones redistributivas desde el sector público que germinarían en los terrenos de la educación, salud, vivienda, pensiones, entre otros.

Un impulso integral en esa dirección dejaría ganancias, sobre todo, a las sociedades latinoamericanas, cuyos estados y economías han permanecido casi siempre al servicio del mercado y con esto, han generado una secuela de desigualdades y falta de oportunidades.

Consecuencias estas, que en la última década se han hecho sentir en diversas modalidades de descomposición social. Un Estado que no invierte en sus ciudadanos y ciudadanas no tiene razón de ser.

Esperemos que con el nuevo escenario y la crisis, terminen por darse cuenta de que existen fallas de mercado y se generen ideas que logren dictaminar lo que desde hace tiempo hemos considerado una necesidad: Un modelo económico que garantice un mínimo de calidad de vida para todos.

lunes, 5 de enero de 2009

2009 "El año de la juventud"



Por: Guillermo Peña C.

Rusia declaró el año 2009 como el año de la juventud. Me hago eco de ello, no porque extrañe a la vieja Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas (URSS), sino porque pienso que la única esperanza que le queda a mi magnífico país, es que, las y los jóvenes nos decidamos ¡Ya! a construir “La Otra República Dominicana, la que merecemos”.

Se que es osado pretender construir un nuevo país frente a un escenario de crisis económica mundial, desesperanza, corrupción, impunidad e injusticias, pero históricamente sólo en momentos de crisis surgen grandes ideas y soluciones.

Por la gran depresión del 1929, surgió la Teoría Keynesiana, la cual se fundamentó en un modelo económico que se ejercía mediante una política fiscal de Estado. Keynes rompió con la teoría clásica de la mano invisible que lo regulaba todo.

Claro está, el contexto hoy es distinto, tenemos un mundo globalizado e interdependiente y plantear una vuelta a los proteccionismos y nacionalismos extremos, es en sí mismo un retroceso. Debemos ser más creativos e innovadores.

Las crisis son cíclicas y tienen culpables que deben ser sometidos a la justicia. La moraleja que nos dejó a las jóvenes generaciones aquella gran depresión, es que no puede haber borrón y cuenta nueva. Parece que no la hemos aprendido.

Insisto, si como jóvenes no jugamos nuestro rol histórico de cambiar la pedregosa ruta en la que nos llevan un pequeño grupo de politiqueros, mañana estaremos quejándonos de los mismos problemas de hoy elevados al cuadrado. ¡Ay que empoderarse!