martes, 19 de octubre de 2010

Justicia y derechos


Por: Guillermo Peña Capellán

Se confirma la precaria situación jurídica y social del país con el reciente informe elaborado por el Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD), Política Social: Capacidades y derechos.

“El desarrollo humano debería ser una cuestión de derechos, no de poder. El Estado de derecho es débil y defectuoso, muchas leyes no se cumplen y no pasa nada, la violación de leyes no son justiciables y además existen pocos mecanismos institucionales de rendición de cuentas”, constata el informe.

Una de las razones del incumplimiento de las leyes en nuestro país, es que la justicia dominicana sigue atemorizada por una elite política y empresarial que busca impunidades y complicidades de toda índole.

Si la ciudadanía no tiene la garantía de que se cumplan las leyes, el Estado de derecho es prácticamente inexistente y pasa de manera inmediata a reinar el “sálvese quien pueda”.

Es el imperio de la ley y no el de la fuerza el que debe predominar para alcanzar un verdadero Estado de derecho. La ley es para todo/as, y son las autoridades las obligadas a hacer que se cumpla.

El 83% de la población considera que la justicia funciona mal, según un estudio elaborado por FINJUS y Participación Ciudadana en el año 2007. Y es que si bien la justicia dominicana ha avanzado, todavía el limitado acceso, el alto costo y la lentitud sigue siendo una constancia.

Lograr una justicia institucional y garante de los derechos humanos es una tarea pendiente para transformar el sistema de justicia dominicano. No hay progreso posible sin una justicia independiente.

jueves, 7 de octubre de 2010

¿Se esfumó el ideal de justicia?


Por: Guillermo Peña Capellán

La justicia es la concepción que cada persona tiene sobre lo que es justo. Con la justicia se busca la armonía y la convivencia civilizada. Es representada gráficamente por una diosa que tiene una venda en los ojos, la diosa “Themis”.

El ideal de justicia en el Derecho se ha dejado a un lado para asumir la postura iuspositivista que le da primacía a la ley por encima de la justicia. La máxima expresión de los iuspositivistas es que “Dura es la ley pero es la ley”.

No toda ley es justa ni todo lo que es justo está plasmado en una ley. La justicia y la ley no siempre van de la mano porque las leyes son elaboradas por legisladores y especialistas que no siempre razonan el concepto de justicia o simplemente responden a intereses grupales o individuales, a los que poco les importa el ideal de justicia.

Platón y Karl Popper difieren con el concepto de justicia. Platón considera justo el privilegio de clase y Popper entiende que si hay privilegios pues no hay justicia; que debe haber cierta clase de igualdad en el tratamiento de los individuos.

Hay quienes entienden que la justicia más que un valor o una virtud subjetiva, es el fin del Derecho. Ulpiano definió la justicia como “la constante perpetua voluntad de dar a cada uno su derecho" y Bobbio entiende que “todo derecho es justo y si no es justo no es derecho”

Partiendo de lo anteriormente dicho por Platón, Popper, Ulpiano y Bobbio; analicemos 2 premisas. La primera premisa es que la justicia es darle a cada quien lo que en derecho le pertenece, y la segunda que la justicia es darle a cada quien lo que se merece.

Si aceptamos la primera premisa entonces tenemos que retrotraernos a por qué una persona tiene ese derecho a diferencia de la otra que no lo tiene. Pudiera ser que ese derecho que le pertenece sea injusto porque lo ha obtenido de manera fraudulenta o privilegiada y entonces lo que llamamos derecho más bien fue un privilegio o una sagacidad que tuvo al tener la información o el conocimiento que la otra persona no obtuvo. Y si aceptamos la segunda premisa de darle lo que se merece a cada quién, entonces tenemos que retrotraernos a si en verdad somos justos al juzgar si se merece eso, aquella persona que actúa de tal forma porque simplemente le faltó la educación en valores y el conocimiento que sí obtuvo la otra.

Hoy en día para resolver esta problemática se habla de igualdad de oportunidades. Esto es que todas las personas tengan las mismas posibilidades de superación y que simplemente decidan lo que quieran ser en su vida. Porque es lógico pensar que si una persona no tuvo la oportunidad de adquirir importantes conocimientos y educación en valores, pues no puede ser igual que una que sí lo obtuvo.

Lo cierto es que quienes se definen estrictamente como iusnaturalistas pueden cometer el error de por íntima convicción violar las normas del debido proceso y condenar con pruebas obtenidas de manera ilegal. En cambio, quienes se definen estrictamente como iuspositivistas cierran las puertas a la justicia cuando afirman que “Dura es la ley pero es la ley”.

Si al final tuviere que fijar una postura me quedaría con la de Montesquieu, quien expresó una vez: “Que una cosa no es justa por el hecho de ser ley. Debe ser ley porque es justa”.

Imagen: http://www.extendiendoelreino.com/img/justicia.jpg

martes, 15 de junio de 2010

Dame tu pin y por ahí hablamos…


Por: Crystal Fiallo

Soy parte de una generación “entre dos”; así le llamo a mi generación: entre dos mundos. Un limbo entre la tecnología y la creatividad terrenal. Una generación nacida para ser flexible frente a las innovaciones de los años 90 y el nuevo milenio.

Mi generación nació para ser víctima de todo y de nada; nació para vivir buscando el verdadero significado de la felicidad, de lo romántico, de lo simple, de lo complicado, de lo “flash” y de la paciencia. ¡Que dilema! Nacimos bailando las canciones de la Nueva trova pero al ritmo con el que crecía la tecnología de punta. Un híbrido que soñó ser el Cartero de Neruda pero cibernético. Jugué mariposita linda e’, matarile rile rile, pollito Pleiby’, el gallo, Sun sun sun de la juventud, el Ladrón y el policía, el Topao’, Apara y batea, Baronazo, el Econdio’, la Latica, la Botellita, Cero mata cero, Trucamelo, Chicle ma’ chicle, la Vaca lechera, Concentración, el pañuelito, etc… Y mientras jugabamos cualquiera de estos juegos (versión dominicana) no había manera de comunicarnos con nuestros padres, por lo que la única regla era: no llegar a casa después del anochecer.

La tecnología ahí no intervenía; ella hubiese sido una auténtica intrusa. Que poco divertido habría sido jugar “el teléfono” con una bb sonando o chateando la respuesta correcta al final de la cadena de oídos; que fracaso habría sido revelar, con un chat, los escondites de nuestros amigos que con tanto entusiasmo estudiaban los rincones más inhóspitos para ocultar sus cuerpos y no ser hallados por quien “se quedaba”. Escuchar el “pisa colá” por una revelación desleal de un bb chat hubiese quebrantado la magia.

Recuerdo ver al papá de una compañera de colegio, en el 5to curso (10 años de edad), llevar en su pantalón el celular gigantesco blanco aquel (ese mismo, el del hombre del celular de Ritmo del Sábado), seguido de un waooooo colectivo, y mi amiga decir: “es que mi papá es médico”.

Entonces su respuesta siguió un ahhhhh colectivo nuevamente. No muchos años después llegaron los beepers, la llegada de una compañía europea que masificó los teléfonos moviles, y luego ya no sigo el cuento porque todos y todas somos testigos del parto masivo de los científicos, pariendo creaciones que invadieron nuestra isla, algunas útiles, otras inútiles.

Debo confesar ser víctima de la tecnología, al igual que muchos, pero la impersonalidad de los nuevos artefactos ‘rompe grupos’ y poco románticos me tienen un poco preocupada. Recuerdo que el IRC y el Messenger fueron un fenómenos que ayudaron a los ‘pariguayos y pariguayas’ (perdón si ofendo) que temían enfrentar el rechazo de una chica o un chico. Se escudaban en aquellos medios de comunicación para hacer de sus dedos los verdaderos conquistadores de sus presas. Está bien, ya eso lo aceptamos y hemos tenido que vivir con eso.

Pero que estemos en una mesa, 5 personas, y todos y todas estemos mirando nuestros celulares pendientes a cualquier novedad del chismebook, perdón, Facebook, o un chat, o un texto o un tweet, ese es el colmo; que un hombre o una mujer te invite a salir o que se comunique únicamente por esa vía tan sólo para evitar gastos o por vagancia, no tiene excusa. Ya los teléfonos residenciales ni suenan.

Negar que estos aparatos tienen cientos de aspectos positivos sería descabellado, pero esa no es la parte que le preocupa a quien escribe; con este escrito pretendo que reflexionemos sobre como estos avances tecnológicos pueden también convertirse en atrasos sociales.

Me pregunto: ¿Dejaremos que nos venzan las nuevas tecnologías? ¿Los usuarios de las nuevas redes sociales prefieran escribir algo antes que hacer algo?; ¿prefieran buscar reconocimiento o simplemente exponer sus misterios para poder socializar y hacer nuevos amigos? ¿Saben los hombres el efecto aniquilador que tiene una sonrisa, una flor o una mirada, contrario a enviar un emoticón que no representa esfuerzo alguno? ¿Acaso no estamos conscientes de que no podemos verdaderamente comprobar lo que alguien escribe pero sí lo que una persona hace, y que esa salida del anonimato no es mas que cubrir el hecho de que la tecnología nos hace cada vez actuar más impersonales?

Una cercanía virtual produce una lejanía corporal. Pero, si quieres podemos seguir este artículo más tarde, dame tu pin y por ahí hablamos.

Si fuéramos tontos/as


Por: Millizen Uribe

A Alexander Mundaray, un joven activista serio y cristiano un policía intentó agredirlo y apresarlo porque estaba tirado en el suelo del Parque Duarte. A Hécmilio Galván, un joven economista, también activista social porque junto a otros jóvenes intentaron hacer en el Parque Duarte una actividad denominada “La Otra Feria: República Dominicana desde adentro” en la que buscaban expresar su visión acerca de los problemas políticos económicos sociales del país. A mí porque estaba realizando, junto a otro grupo de personas, un foro acerca de las implicaciones del Tratado de Libre Comercio en la República Dominicana.

Como verán respecto a este parque hay toda una cultura de represión montada. La misma se sustenta en prejuicios y estigmas acerca de la juventud y de las personas que son diferentes. Así, el simple hecho de que una persona lleve el pelo de una manera diferente, o use prendas no convencionales lo convierte en un “agente sospechoso” y “digno de atropello” para fuerzas policiales, políticas y religiosas. Y esto obviamente es una actitud discriminatoria que atenta contra los derechos humanos de las personas y que entra en clara violación a la constitución dominicana, específicamente al artículo 8 en lo que se refiere a la libertad de tránsito, de conciencia, de cultos y de asociación.

Y aunque es probable que en el Parque Duarte puede haber personas que incurran en algunos excesos, esa no ha sido y no es la generalidad. Además de que esto nada tiene que ver con el lugar, por lo que igual podría pasar en otros sitios.

Además, se nota que quienes detractan este parque es porque les choca la libertad o porque quizás no lo conocen porque lo cierto es que este es uno de los lugares más mágicos y encantadores de esta zona. Ha sido y es un escenario importante de grandes luchas sociales y políticas, de encuentros profesionales y de amistad y, por qué no, de diversión.

Claro, si fuésemos tontos creeríamos que sí, que el problema de este país es este parque, o cómo un joven decida llevar el cabello, o el corto de la falda de una chica o el sexo de la persona con la que aquel o aquella decide acostarse. Pero no somos tontos/as. Por eso sabemos que la forma de vestir o las preferencias sexuales de las personas que frecuentan este espacio público no es el tema que debería ocupar la atención pública. Sino más bien la corrupción, el uso de los recursos públicos para beneficio personal, para comprar conciencias, para comprar votos.

También la ineficiencia del sistema de educación, de salud, de lo caro cuando la modalidad es privada. O de cómo mientras un grupo de dominicanos tienen hasta hélipcoteros privados para “no coger tapones” hay otros que se acuestan en la calle, sobre un pedazo de cartón y sin comer, simplemente porque no tienen dinero. También deberíamos hablar de la poca capacidad gubernamental para responder a un eventual desastre natural. O como cuando se prevén sequías y escasez del agua para el año 2025 el gobierno regala nuestros recursos naturales.

Y si es que la moralidad les interesa tanto a estos sectores, tanto así como para obviar estos problemas y querer participar de una campana pro rescate de la moral y de las buenas costumbres, sería recomendable una visita por el Congreso Nacional, por el Palacio Nacional y por muchas empresas privadas pues en estos sitios sí que se cometen y se aprueban barbaridades e inmoralidades.

Que hagan esto y que dejen al Parque Duarte, a sus aires de libertad y a sus visitantes en paz, ¡Total! Este parque es tan seguro que, a juzgar por los últimos acontecimientos, un niño estaría mucho más seguro aquí, que en una iglesia.

viernes, 19 de febrero de 2010

Voto: ¿Derecho y deber?


Por: Guillermo Peña Capellán

Un grupo de ciudadanas y ciudadanos independientes, conscientes de sus derechos políticos, impulsados y motivados por lograr que la República Dominicana se constituya algún día en una democracia sólida, participativa y de calidad; entregó a la Junta Central Electoral, un importante documento político que propone votar por ninguno.

El “Voto por Ninguno” consiste en la inclusión de un recuadro en la boleta electoral con la inscripción NINGUNO para ser marcado por el o la votante, con el propósito de expresar su rechazo a las candidatas y candidatos impuestos por una elite política corrupta hasta los tuétanos.

Una figura parecida existe en Colombia, donde se marca la casilla “Voto en Blanco”, con el propósito de que la ciudadanía exprese su rechazo a los candidatos presentados por los partidos colombianos. Sin embargo, concientes de que en el país existe un partido blanco, este grupo de ciudadanas y ciudadanos responsables optó por denominarle “Voto por Ninguno”, a los fines de no generar confusiones a los votantes con el Partido Revolucionario Dominicano (PRD).

En otros países se considera “Voto en Blanco” cuando la boleta electoral no se encuentra marcada por ningún candidato, pero en nuestro país se cuenta como voto nulo. En consecuencia, no se computa como una forma de rechazo.

Y es que ante la incipiente y débil democracia dominicana, la ciudadanía tiene la obligación y el deber moral y cívico de votar por ninguno en la mayoría de las provincias, y su vez trabajar para crear una nueva propuesta política realmente democrática y participativa.

Quienes votan a conciencia por nuestros representantes de la indignidad, la corrupción y la impunidad, son cómplices de la degradación de la sociedad dominicana.

Es necesario recordarle al Juez Presidente de la Junta Central Electoral, Julio Cesar Castaños, que el voto fue conquistado como un derecho a la libertad de elegir y ser elegidos. Que a costa de muchos años de lucha y reivindicaciones sociales se logró que el voto pasara de ser simple a universal, cuando en el año 1942 se instituye en la República Dominicana el derecho al voto de las mujeres.

El voto es un derecho político facultativo de ejercerlo como todo derecho. Es tan claro que es un derecho y no un deber que no existe ninguna sanción penal ni económica para quien decida no votar.

Los deberes cívicos se enmarcan en la sociedad civil, no en la sociedad política. Es una contradicción lógica considerar el voto como un deber cívico y un derecho político a la vez. Si es derecho político no puede ser a la vez un deber. Y es que no se puede estar obligado a ejercer un derecho. Frente al derecho del acreedor existe el deber de pagarle, no viceversa.

En Chile el voto es un derecho, mas no una obligación ni un deber. Para votar allá es necesario inscribirse en el Registro Electoral. En cambio, la calidad de la democracia chilena supera a creces la dominicana.

Es un atrevimiento irracional del Presidente de la Junta Central Electoral, Julio Cesar Castaños calificar de maniqueos a este grupo de ciudadanas y ciudadanos conscientes, sin siquiera discutir la propuesta con el Pleno de los Jueces.

Esa actitud refleja lo poco democrático que es. Nuestro deber como ciudadano responsables es votar por ninguno, para no tener como representantes a politiqueros corruptos, narcotraficantes o estafadores como gran parte de los actuales senadores y diputados.

Ninguno: El candidato del desencanto…


Por: Crystal Fiallo

“Ninguno” es un candidato con cero antecedentes. Una hoja de vida blanca que deposita como CV en todos los escritorios de las organizaciones, movimientos y órgano electoral de la República Dominicana, aspirando a ser un candidato electo por la masa de ciudadanos.

Una masa compuesta de la siguiente manera: unos olvidados por el sistema (la mayoría), otros privilegiados (la minoría), otros vencedores de las brechas y obstáculos de la sociedad, y otros simplemente indiferentes (este grupo baila en todos los anteriores y son muchos).

Ninguno es valiente al irrumpir en una sociedad segmentada de esa forma sin programa de gobierno, sin plan para mantenerse en el poder, sin estrategias de movilización: ¿Será esa su intención?

Ninguno garantiza que con su victoria se confirma la pobre e incompleta oferta electoral actual y el descontento ciudadano frente a los programas de gobierno que serán destinados a ellos/ellas. Es un hecho que si Ninguno gana se debe reprogramar unas nuevas elecciones, descartando aquellos candidatos/as que completan la boleta electoral y presentar una nueva oferta capaz de poder vencer a Ninguno.

El votar por Ninguno, el candidato del desencanto, es equiparable al voto en blanco, no así, OJO con esto, a la abstención electoral. Votar por Ninguno (si hubiese sido aprobado por la JCE) o votar en blanco (en el caso de otros países) es participar. Ejercer el voto por ninguno o en blanco no es ser indiferente o practicar el abstencionismo electoral: usted está ejerciendo su deber, lo único que esta vez su deber no tiene cara ni color. Es gritar a los cuatro vientos que la conformidad no es una opción en un sistema democrático.

En países como: Inglaterra (“blank vote”), Perú, Colombia, México y entre otros, hace años que el voto en blanco es una propuesta defendida y reclamada por la sociedad civil. La misma ha sido explicada como una manera de que los ciudadanos y ciudadanas respeten y fortalezcan el sistema democrático mediante el voto, manifestando pacíficamente que no están conformes con las opciones presentadas en las vitrinas de las casas de los partidos.

Pero la candidatura de Ninguno fue rechazada por la JCE y ahora queda buscar una alternativa para que, aunque él no participe como candidato, la apatía cívica sea acogida en las urnas y tomada en cuenta por las autoridades correspondientes. Una opción es el voto en blanco que mencioné más arriba. Sin embargo, debo subrayar que para tener control de esta propuesta, todos/as aquellos que se reúnen para resistir las ofertas electorales actuales deben demandar su participación en las mesas electorales para llevar el conteo más transparente.

Creo que enfrascarnos en luchar por una propuesta que ya fue rechazada puede conducirnos a un estancamiento en la lucha; una pistola sin balas. Ninguno puede tomarse estos dos años para proyectarse y prepararse para las presidenciales.

Es cierto que Ninguno hubiese sido un dolor de cabeza para muchos. Ahora bien, si usted está seguro/a de que su electorado está satisfecho de su obra y/o su programa de gestión municipal o congresual, no le tema a Ninguno, mejor que Ninguno le tema a usted.

En lo personal, creo que Ninguno era un buen candidato para muchos, pero me aterra la idea de que Ninguno arrastraría a personas valiosas que reposan en esas casillas de las boletas; personas que llevan años luchando por un mejor país y que Ninguno pudo haberlas aniquilado.

“Hazte pipi en las drogas”


Por: José Carlos Nazario

Convertir un problema social y de políticas públicas en un asunto de carácter moral nunca ha sido buen camino. Habrá surtido efectos importantes en la construcción de liderazgos demagógicos y en la movilización de recursos (casi siempre mal empleados). Pero, a la larga, los resultados son difusos, cuando no erráticos.

Así ha sido el caso de la lucha contra el narcotráfico, que sustituyó el discurso hegemónico contra el “peligro comunista”. Un tema viejo como el de la droga pasó a ser dominante en las agendas de la región y se convirtió además en la excusa perfecta para todo tipo de intervenciones, nacionales y extranjeras.

Todos recordamos el spot publicitario de los años noventa en el que un niño orinaba en un baño público junto al slogan que lleva de título esta entrega. Fue una buena campaña de prevención. Sin embargo, antes y después de esta, se han sucedido miles de redadas barriales, enfrentamientos de las autoridades con narcotraficantes y luchas entre las mafias por el control de los puestos de distribución y venta.

La cultura de violencia generada en los lugares donde operan tanto autoridades como sujetos al margen de la ley, ha generado estragos importantes en la psiquis social de dominicanos y dominicanas.

Es difícil, en un Estado con las condiciones del nuestro, en un sistema que cierra las puertas a la pobreza dejando a la juventud en un callejón sin salidas, no pensar en la triste salida del delito. Sobre todo cuando es tan apetecible desde el punto de vista de su efectividad. Porque quien lo niega está ciego: el narcotráfico y la política, en nuestro país, son los caminos más cortos hacia la abundancia.

Ante esta situación de deterioro social y con un modelo vigente que no tiende a crear condiciones para contrarrestar la realidad imperante, por qué alarmarse tanto con una propuesta de discusión. Por qué volverse locos ante la disposición a dar salida a un escenario que cada día empeora. La lucha contra el narco ha fracasado. El gasto en armamentos y preparación de fuerzas especiales puede ser convertido en inversión para la prevención y ayuda al adicto, que es un enfermo. Planteárselo, discutirlo al menos, a no ser que afecte negocios privados de quienes forman parte del debate, no es tan descabellado.
La herejía de tan sólo proponer como tema la despenalización de las drogas es ya un paso de avance. Sin embargo hace falta poner los sesos, los números y la política donde va el Estado y la moral (sincera o no) donde va lo privado. Mientras nos decidimos, miles de inocentes pagamos diariamente el precio de la cultura de violencia. Mientras nos negamos al debate, cientos de jóvenes hipotecan su vida y la pierden en las calles.

Definitivamente ninguno

Por: Millizen Uribe

"Ninguno” es una forma de expresar nuestra inconformidad, sin que esta se interprete como desinterés.

En realidad sólo he votado una vez en mi vida y fue por “fiebre”. Acababa de cumplir los 18 años y estaba loca por ejercer mi “derecho al voto”. Así lo hice, aunque me enorgullece decir que no vote por ninguno de los partidos tradicionales.

Después de ahí fui madurando mis ideas y entonces comencé a considerar que ya ni siquiera valía la pena acudir a las urnas a votar por los partidos y candidatos no tradicionales, y esto por dos razones fundamentales: La primera, porque sabía que el simple hecho de que no sea tradicional no garantiza que sea un buen partido o un buen candidato y segundo porque entendí que el problema a veces trasciende el partido y el candidato y se torna en sistémico.

Entonces a menos que haya un trabajo muy grande con las personas, con el pueblo, es difícil, por no decir imposible, que en la coyuntura actual, uno de los llamados partidos alternativos derrote a los partidos tradicionales.

Que cambien la intención de voto de muchas personas que al votar lo hacen por tradición y/o por clientelismo. Esto último sobretodo si se consideran las desigualdades en cuanto a recursos y a campaña. Ahora bien creo que como parte de la democracia a la que aspiramos, todo aquel que encuentre “opciones” en los candidatos y partidos que se postulan para los certámenes electorales en el país pueden y están en el derecho de votar.

Mas esa democracia que mencioné anteriormente también es válida para quienes no encontramos opciones en las “propuestas” electorales. ¡Que simplemente no voten!, dirán algunos, pero el grupo de dominicanos y dominicanas que no nos sentimos identificados con los aspirantes electorales tenemos todo el derecho de expresar nuestro descontento.

Es aquí donde la propuesta que un grupo de ciudadanas y ciudadanos ha hecho a la Junta Central Electoral de incluir en la boleta electoral una casilla con la opción “Ninguno” cobra para mí relevancia, pues esta sería una forma de nosotros expresar nuestra inconformidad, sin que esta se interprete como desinterés. Y es que ahora la mal medida abstención electoral mezcla a los mansos con cimarrones, pues hay personas que no votan porque no se les antoja; otras porque no quieren hacer fila; algunos porque sencillamente no pueden acudir; pero hay otros a quienes nos interesan las cosas del país pero no votamos porque no estamos de acuerdo. Entonces, ¿Cómo se refleja ese desacuerdo? Sencillamente no se hace.

Es por esto que considero oportuno que la Junta Central Electoral considere valida esta propuesta, pues considerar a NINGUNO sería tomar en cuenta el parecer de MUCHOS.