martes, 15 de junio de 2010

Si fuéramos tontos/as


Por: Millizen Uribe

A Alexander Mundaray, un joven activista serio y cristiano un policía intentó agredirlo y apresarlo porque estaba tirado en el suelo del Parque Duarte. A Hécmilio Galván, un joven economista, también activista social porque junto a otros jóvenes intentaron hacer en el Parque Duarte una actividad denominada “La Otra Feria: República Dominicana desde adentro” en la que buscaban expresar su visión acerca de los problemas políticos económicos sociales del país. A mí porque estaba realizando, junto a otro grupo de personas, un foro acerca de las implicaciones del Tratado de Libre Comercio en la República Dominicana.

Como verán respecto a este parque hay toda una cultura de represión montada. La misma se sustenta en prejuicios y estigmas acerca de la juventud y de las personas que son diferentes. Así, el simple hecho de que una persona lleve el pelo de una manera diferente, o use prendas no convencionales lo convierte en un “agente sospechoso” y “digno de atropello” para fuerzas policiales, políticas y religiosas. Y esto obviamente es una actitud discriminatoria que atenta contra los derechos humanos de las personas y que entra en clara violación a la constitución dominicana, específicamente al artículo 8 en lo que se refiere a la libertad de tránsito, de conciencia, de cultos y de asociación.

Y aunque es probable que en el Parque Duarte puede haber personas que incurran en algunos excesos, esa no ha sido y no es la generalidad. Además de que esto nada tiene que ver con el lugar, por lo que igual podría pasar en otros sitios.

Además, se nota que quienes detractan este parque es porque les choca la libertad o porque quizás no lo conocen porque lo cierto es que este es uno de los lugares más mágicos y encantadores de esta zona. Ha sido y es un escenario importante de grandes luchas sociales y políticas, de encuentros profesionales y de amistad y, por qué no, de diversión.

Claro, si fuésemos tontos creeríamos que sí, que el problema de este país es este parque, o cómo un joven decida llevar el cabello, o el corto de la falda de una chica o el sexo de la persona con la que aquel o aquella decide acostarse. Pero no somos tontos/as. Por eso sabemos que la forma de vestir o las preferencias sexuales de las personas que frecuentan este espacio público no es el tema que debería ocupar la atención pública. Sino más bien la corrupción, el uso de los recursos públicos para beneficio personal, para comprar conciencias, para comprar votos.

También la ineficiencia del sistema de educación, de salud, de lo caro cuando la modalidad es privada. O de cómo mientras un grupo de dominicanos tienen hasta hélipcoteros privados para “no coger tapones” hay otros que se acuestan en la calle, sobre un pedazo de cartón y sin comer, simplemente porque no tienen dinero. También deberíamos hablar de la poca capacidad gubernamental para responder a un eventual desastre natural. O como cuando se prevén sequías y escasez del agua para el año 2025 el gobierno regala nuestros recursos naturales.

Y si es que la moralidad les interesa tanto a estos sectores, tanto así como para obviar estos problemas y querer participar de una campana pro rescate de la moral y de las buenas costumbres, sería recomendable una visita por el Congreso Nacional, por el Palacio Nacional y por muchas empresas privadas pues en estos sitios sí que se cometen y se aprueban barbaridades e inmoralidades.

Que hagan esto y que dejen al Parque Duarte, a sus aires de libertad y a sus visitantes en paz, ¡Total! Este parque es tan seguro que, a juzgar por los últimos acontecimientos, un niño estaría mucho más seguro aquí, que en una iglesia.

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