Un tema muy manido, pero tratado con poca profundidad. Este es el tema haitiano. Con el sucede que históricamente grandes figuras del mundo, y otras no tan grandes, se han pronunciado con el aparente objetivo de buscar una solución a este problema. Entre los más recientes se encuentra el papa Benedicto XVI quien el lunes señaló que “considera indispensable en Haití el apoyo a familias necesitadas y proteger a mujeres y niños, víctimas de violencia, abandono o injusticia”.
En realidad el papa no ha dicho nada que otros líderes económicos, políticos, religiosos y culturales no hayan señalado acerca de este tema. Sin embargo, tanto él como sus predecesores que se han pronunciado sobre este tema se han quedado corto cuando plantean el tema de las donaciones, de la intervención militar, de la emigración y de la mera solidaridad como la solución a la crisis haitiana.
Veámoslo por parte e iniciemos con el tema de las donaciones. Entidades como el Banco Interamericano de Desarrollo (BID), por poner un ejemplo, han desembolsado miles de millones de dólares en ayuda para Haití. De hecho este año aprobó 100 millones de dólares, el doble que en 2008 y en 2007 y para el 2010 el paquete de donaciones será de 120 millones de dólares para Haití, destinadas a inversiones en infraestructura, servicios básicos y la prevención de desastres.
Y aunque la inversión es súper cuantiosa, ¿dónde radica el problema? En que pocas veces ese dinero llega a los más necesitados, sino que, como ha sucedido históricamente, se queda en la oligarquía de Haití. Porque es un problema de estructura, más que de asistencialismo.
Igual sucede con el caso de la intervención militar, una solución a la que históricamente han recurrido países como Estados Unidos y la misma Francia. Hoy día nueva vez se insiste en esa fórmula. Esto con el establecimiento de la Misión de Estabilización de las Naciones Unidas en Haití (MINUSTAH), lo cual hizo el Consejo de Seguridad de la ONU, en su resolución 1542, de 30 de abril de 2004.
¿Y qué han conseguido con esto? Pues nada o muy poca cosa, ya que varios movimientos haitianos han señalado que estas fuerzas, lamentablemente ahora de origen latinoamericano, violentan la soberanía del pueblo haitiano y ejercen abuso de autoridad con los menos pudientes.
¿Y qué hay con el caso de la emigración? Pues es por demás sabido grandes potencias que en un pasado saquearon todas las riquezas de Haití, entienden hoy que es la República Dominicana la que debe poner solución al problema haitiano.
Según ellos para poner fin a la crisis basta con abrir las fronteras dominicanas (en gran parte simbólica) y permitir que los haitianos vengan a este territorio. Y yo me pregunto ¿Acaso la solución económica, política y social para un país debe descansar en la entrada migratoria a otro, sobretodo tomando en cuenta que ese otro país tiene limitaciones económicas, políticas y sociales?
Pero entremos a su lógica, y supongamos que sí, que esa sea la solución. Entonces ¿Porqué Estados Unidos, por ejemplo, no permite que los haitianos entren a su territorio, sino que los deporta tan pronto pisan su territorio?
Sabemos que esta tampoco es la solución, y si a usted amigo o amiga lector se le ocurre preguntar que para mí cuál es la solución entonces, le diría que no creo que para este problema haya recetas mágicas o únicas. Sin embargo estoy absolutamente segura que toda solución para el problema haitiano debe comenzar por Haití mismo. Por un levantamiento de este pueblo, de un “sacudión” que le haga librarse de toda ese explotación que históricamente le ha hecho la oligarquía internacional y nacional.
Haití necesita levantarse, olvidarse de la lástima internacional y nueva vez tomar las riendas de su propio destino, así como una vez lo hicieron Jean-Jacques Dessalines, Toussaint-Louverture, y otros y otras que honraron su sangre, su color.
En realidad el papa no ha dicho nada que otros líderes económicos, políticos, religiosos y culturales no hayan señalado acerca de este tema. Sin embargo, tanto él como sus predecesores que se han pronunciado sobre este tema se han quedado corto cuando plantean el tema de las donaciones, de la intervención militar, de la emigración y de la mera solidaridad como la solución a la crisis haitiana.
Veámoslo por parte e iniciemos con el tema de las donaciones. Entidades como el Banco Interamericano de Desarrollo (BID), por poner un ejemplo, han desembolsado miles de millones de dólares en ayuda para Haití. De hecho este año aprobó 100 millones de dólares, el doble que en 2008 y en 2007 y para el 2010 el paquete de donaciones será de 120 millones de dólares para Haití, destinadas a inversiones en infraestructura, servicios básicos y la prevención de desastres.
Y aunque la inversión es súper cuantiosa, ¿dónde radica el problema? En que pocas veces ese dinero llega a los más necesitados, sino que, como ha sucedido históricamente, se queda en la oligarquía de Haití. Porque es un problema de estructura, más que de asistencialismo.
Igual sucede con el caso de la intervención militar, una solución a la que históricamente han recurrido países como Estados Unidos y la misma Francia. Hoy día nueva vez se insiste en esa fórmula. Esto con el establecimiento de la Misión de Estabilización de las Naciones Unidas en Haití (MINUSTAH), lo cual hizo el Consejo de Seguridad de la ONU, en su resolución 1542, de 30 de abril de 2004.
¿Y qué han conseguido con esto? Pues nada o muy poca cosa, ya que varios movimientos haitianos han señalado que estas fuerzas, lamentablemente ahora de origen latinoamericano, violentan la soberanía del pueblo haitiano y ejercen abuso de autoridad con los menos pudientes.
¿Y qué hay con el caso de la emigración? Pues es por demás sabido grandes potencias que en un pasado saquearon todas las riquezas de Haití, entienden hoy que es la República Dominicana la que debe poner solución al problema haitiano.
Según ellos para poner fin a la crisis basta con abrir las fronteras dominicanas (en gran parte simbólica) y permitir que los haitianos vengan a este territorio. Y yo me pregunto ¿Acaso la solución económica, política y social para un país debe descansar en la entrada migratoria a otro, sobretodo tomando en cuenta que ese otro país tiene limitaciones económicas, políticas y sociales?
Pero entremos a su lógica, y supongamos que sí, que esa sea la solución. Entonces ¿Porqué Estados Unidos, por ejemplo, no permite que los haitianos entren a su territorio, sino que los deporta tan pronto pisan su territorio?
Sabemos que esta tampoco es la solución, y si a usted amigo o amiga lector se le ocurre preguntar que para mí cuál es la solución entonces, le diría que no creo que para este problema haya recetas mágicas o únicas. Sin embargo estoy absolutamente segura que toda solución para el problema haitiano debe comenzar por Haití mismo. Por un levantamiento de este pueblo, de un “sacudión” que le haga librarse de toda ese explotación que históricamente le ha hecho la oligarquía internacional y nacional.
Haití necesita levantarse, olvidarse de la lástima internacional y nueva vez tomar las riendas de su propio destino, así como una vez lo hicieron Jean-Jacques Dessalines, Toussaint-Louverture, y otros y otras que honraron su sangre, su color.
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