Por: Guillermo Peña Capellán
El camino de los principios no puede estar del lado de quienes han contribuido al mantenimiento de la corrupción. La ilegalidad y la mala praxis no se defienden, se combaten, no se justifican, se enfrentan.
Es imposible llevar a la práctica un ideal cuando las personas que dirigen la sociedad son las mismas que practicaban y practican hoy la corrupción que criticamos, es necesario cambiarlas.
Hay que romper esas estructuras cimentadas en el poder de corruptos y corruptores, y combatirlas con sanciones económicas y penales.
Educación ciudadana para reducir corrupción se construye sobre la base de una cultura ética, que fomente el ejercicio de la ciudadanía: Exigir derechos y cumplir deberes.
El juicio político es un precedente positivo que alienta la transparencia, pero es importante educar también mediante sentencias ejemplares contra la corrupción, con ello se desmotiva la impunidad.
La dádiva y el clientelismo político fomentan el robo. La corrupción se enfrenta eliminando éstas prácticas que se nos enseñan como necesarias para triunfar en política y vivir en sociedad.
No podemos seguir tapando con préstamos millonarios el mal manejo de los fondos públicos que han dejado las crisis gubernamentales.
“Mientras no se escarmiente a los traidores como se debe, los buenos y verdaderos dominicanos serán siempre víctimas de sus maquinaciones”, exclamó Juan Pablo Duarte.
Sin lugar a dudas, a los dominicanos y dominicanas nos preocupa este grave problema. Cantidades de no ha lugar y las argumentaciones de insuficiencias de pruebas, constituyen una debilidad tanto en el Ministerio Público como en el Poder Judicial.
La rendición de cuentas, el acceso a la información pública, la transparencia y el compromiso de educar para ejercer la ciudadanía son puntos neurálgicos para reducir corrupción.
La problemática de la corrupción ya no es por inexistencia de normas, sino por falta de voluntad política para llevar los casos ante la justicia.
El camino de los principios no puede estar del lado de quienes han contribuido al mantenimiento de la corrupción. La ilegalidad y la mala praxis no se defienden, se combaten, no se justifican, se enfrentan.
Es imposible llevar a la práctica un ideal cuando las personas que dirigen la sociedad son las mismas que practicaban y practican hoy la corrupción que criticamos, es necesario cambiarlas.
Hay que romper esas estructuras cimentadas en el poder de corruptos y corruptores, y combatirlas con sanciones económicas y penales.
Educación ciudadana para reducir corrupción se construye sobre la base de una cultura ética, que fomente el ejercicio de la ciudadanía: Exigir derechos y cumplir deberes.
El juicio político es un precedente positivo que alienta la transparencia, pero es importante educar también mediante sentencias ejemplares contra la corrupción, con ello se desmotiva la impunidad.
La dádiva y el clientelismo político fomentan el robo. La corrupción se enfrenta eliminando éstas prácticas que se nos enseñan como necesarias para triunfar en política y vivir en sociedad.
No podemos seguir tapando con préstamos millonarios el mal manejo de los fondos públicos que han dejado las crisis gubernamentales.
“Mientras no se escarmiente a los traidores como se debe, los buenos y verdaderos dominicanos serán siempre víctimas de sus maquinaciones”, exclamó Juan Pablo Duarte.
Sin lugar a dudas, a los dominicanos y dominicanas nos preocupa este grave problema. Cantidades de no ha lugar y las argumentaciones de insuficiencias de pruebas, constituyen una debilidad tanto en el Ministerio Público como en el Poder Judicial.
La rendición de cuentas, el acceso a la información pública, la transparencia y el compromiso de educar para ejercer la ciudadanía son puntos neurálgicos para reducir corrupción.
La problemática de la corrupción ya no es por inexistencia de normas, sino por falta de voluntad política para llevar los casos ante la justicia.
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