Por: Millizen Uribe Moreno
Uno de los capítulos que siempre recuerdo de mi clase de historia de octavo grado de primaria fue el del crack de 1929, que trata sobre una de las mayores crisis que sufrió la economía estadounidense tras la caída de la Bolsa de Valores de Nueva York. Recuerdo el pánico que sentí ante la posibilidad de vivir un episodio como ese.
Precisamente eso es lo que siento en estos momentos cuando el aumento de los precios del combustible y de los alimentos evidencian que, de manera general, en el mundo, y, de forma particular, en el país, se avecina una gran crisis que mi generación nunca ha vivido.
Y me da miedo porque siento que como nación no estamos preparados para afrontar estas dificultades, pues si analizamos que la economía dominicana depende, en gran medida, de sectores tan vulnerables como el turismo y las telecomunicaciones, es muy posible que ante el desplome de la economía mundial los ingresos fiscales provenientes de estas áreas se vean dramáticamente reducidos. Además, ante el descuido, cosa que nunca entenderé, del sector agrícola y del campo, es obvio que también en esta área las repercusiones de la crisis serían fatales.
A este panorama, y para aumentar mi preocupación, se suma le hecho de que mientras los gobiernos de países como España y los mismos Estados Unidos se dirigen a su población y le dan a conocer el conjunto de medidas que están tomando para paliar la crisis, aquí, en esta media isla, el gobierno no dice, ni hace nada, por lo que mi miedo se incrementa.
Pero reflexionó pues sé que en materia de austeridad, una de las soluciones obligadas ante la crisis, el gobierno está descalificado para hablar, ya que cuando propuso la famosa Ley No. 497-06 sobre austeridad en el sector público el mismo la violentó.
Mas, en este tema como en otros, considero necesario una activa participación de la ciudadanía, por eso en vez de sentarnos a esperar que el gobierno se decida a hacer algo, hay un conjunto de acciones que podemos ir ejecutando. Acciones como calcular bien la ruta y si varios miembros de la familia van por el mismo lugar usar un solo vehículo.
Además, no desperdiciar alimentos, economizar energía eléctrica y agua, en fin…sustituir la cultura del dispendio, tan presente en hogares dominicanos de clase media y alta, por la cultura de la austeridad.
Ya, respecto al gobierno, cuando este se decida a hacer algo debe considerar medidas como poner a producir la tierra, sobre todo alimentos de corto ciclo que se producen rápido, disminuir la carga excesiva de impuestos a productos de primera necesidad y aumentar los salarios.
Sin embargo, algo elemental para que las demás medidas surtan efecto es que los dirigentes del gobierno dominicano, los funcionarios públicos, reduzcan sus niveles de acumulación y que así haya dinero disponible para cosas tan necesarias como enfrentar la crisis que se avecina.
Uno de los capítulos que siempre recuerdo de mi clase de historia de octavo grado de primaria fue el del crack de 1929, que trata sobre una de las mayores crisis que sufrió la economía estadounidense tras la caída de la Bolsa de Valores de Nueva York. Recuerdo el pánico que sentí ante la posibilidad de vivir un episodio como ese.
Precisamente eso es lo que siento en estos momentos cuando el aumento de los precios del combustible y de los alimentos evidencian que, de manera general, en el mundo, y, de forma particular, en el país, se avecina una gran crisis que mi generación nunca ha vivido.
Y me da miedo porque siento que como nación no estamos preparados para afrontar estas dificultades, pues si analizamos que la economía dominicana depende, en gran medida, de sectores tan vulnerables como el turismo y las telecomunicaciones, es muy posible que ante el desplome de la economía mundial los ingresos fiscales provenientes de estas áreas se vean dramáticamente reducidos. Además, ante el descuido, cosa que nunca entenderé, del sector agrícola y del campo, es obvio que también en esta área las repercusiones de la crisis serían fatales.
A este panorama, y para aumentar mi preocupación, se suma le hecho de que mientras los gobiernos de países como España y los mismos Estados Unidos se dirigen a su población y le dan a conocer el conjunto de medidas que están tomando para paliar la crisis, aquí, en esta media isla, el gobierno no dice, ni hace nada, por lo que mi miedo se incrementa.
Pero reflexionó pues sé que en materia de austeridad, una de las soluciones obligadas ante la crisis, el gobierno está descalificado para hablar, ya que cuando propuso la famosa Ley No. 497-06 sobre austeridad en el sector público el mismo la violentó.
Mas, en este tema como en otros, considero necesario una activa participación de la ciudadanía, por eso en vez de sentarnos a esperar que el gobierno se decida a hacer algo, hay un conjunto de acciones que podemos ir ejecutando. Acciones como calcular bien la ruta y si varios miembros de la familia van por el mismo lugar usar un solo vehículo.
Además, no desperdiciar alimentos, economizar energía eléctrica y agua, en fin…sustituir la cultura del dispendio, tan presente en hogares dominicanos de clase media y alta, por la cultura de la austeridad.
Ya, respecto al gobierno, cuando este se decida a hacer algo debe considerar medidas como poner a producir la tierra, sobre todo alimentos de corto ciclo que se producen rápido, disminuir la carga excesiva de impuestos a productos de primera necesidad y aumentar los salarios.
Sin embargo, algo elemental para que las demás medidas surtan efecto es que los dirigentes del gobierno dominicano, los funcionarios públicos, reduzcan sus niveles de acumulación y que así haya dinero disponible para cosas tan necesarias como enfrentar la crisis que se avecina.
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