miércoles, 3 de septiembre de 2008

Si por discursos fuera...


Por: Millizen Uribe

Si por discursos fuera, hoy estaría convencida de que definitivamente el país marcha “pa lante”.

Si las palabras que los funcionarios públicos dicen se ajustarán a la realidad, hoy no me inquietaría la salud, la educación, la alimentación y la seguridad ciudadana del pueblo dominicano.

Si las promesas que los gobernantes hacen se cumplieran hoy sabría que es cierto que: “Aquellos lúgubres días de legítima preocupación sobre el destino de la nación, se convirtieron en los cimientos para dar origen al más largo periodo de estabilidad política democrática conocida en la historia de la República”. Creería que es aquí en la República Dominicana, no en fantasilandia, donde “reina un ambiente de paz, de armonía y de renovada esperanza hacia la construcción de un mejor futuro”.

Me creería eso de que la actual crisis mundial alimenticia “podría representar la gran oportunidad que durante años se estuvo soñando para volver a impulsar el desarrollo del sector agropecuario nacional”.

Apostaría “al imperativo fortalecimiento del sistema educativo nacional a través de un aumento progresivo y sostenido de la inversión en educación”.

Confiaría que “uno de los objetivos esenciales del nuevo período gubernamental es el de prolongar y mantener la calidad de vida” y que para eso “cambiaran el paradigma o modelo de funcionamiento del sector salud”.

Ya no tendría tanto miedo de cuando mis familiares y amigos salen a la calle, pues creería en el “compromiso que hizo el gobierno dominicano de aplicar con energía todas las medidas requeridas para impedir la producción, distribución, tráfico y consumo de drogas ilícitas en nuestro territorio nacional; de frenar la utilización del sistema económico y financiero para el lavado de activos y de reprimir toda acción delictiva que ponga en riesgo la seguridad de la ciudadanía”.

Si por discurso fuera, no me inquietaría la abundancia de antivalores que imperan hoy en la sociedad dominicana ya que “el gobierno desarrollará una Revolución Moral que instaure como principio el criterio de que no puede haber mayor riqueza en el mundo que el sentido del honor y la satisfacción del deber cumplido”.

Sabría que ya no me indignaría más por los constantes casos de corrupción pues “el gobierno ejecutará una política de tolerancia cero frente a la corrupción y una Revolución Democrática que consiste en la construcción de un Estado moderno, transparente, con equidad de género y eficiente, al servicio de los ciudadanos”.

Pero como “un gigante del pensamiento universal, Aristóteles, con su clásica sabiduría, llegó a sentenciar que: “Somos lo que hacemos cada día. De modo que la excelencia no es un acto, sino un hábito”, yo prefiero guiarme por los hechos no por las palabras.

Por eso, después de haberlo tenido como Presidente de la República durante 8 años, observar cómo se maneja y conocer de sus excelentes dotes retóricas, prefiero leer su práctica, más que su discurso y así en vez de hacer el papel de ingenua tararear la canción de Llos Guaraguao:

¡Se acercan las eleccionesotra vez, otra vez!¡si gana la misma genteta´mos jodío otra vez! ¡Otra vez… otra vez!

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