lunes, 29 de septiembre de 2008

Mi tercer amor


Por: Millizen Uribe

Fue cuando cursaba el tercero de bachiller que tomé la decisión definitiva: estudiaría periodismo. La noticia no cayó muy bien entre uno que otro familiar o amigo que me confesaron soñaban verme convertida en toda una ingeniera industrial o tal vez en una abogada (“carrera que te iría muy bien porque te encanta discutir”).

Hubo otros que no se alarmaron confiados en que al terminar el bachiller el periodismo se integraría a esa lista de “carreras con las que Míllizen alguna vez soñó”.

Mas, al momento de concluir el cuarto de bachillerato y tomar el acostumbrado test -para ver qué carrera seleccionar y comprobar que los resultados se correspondían con mis deseos- ya mami se sumó públicamente a la lista de personas que clamaban: ¡considera otra profesión!

Pero ni lo poco lucrativa, ni lo mal pagada y ni siquiera lo peligrosa (“¡niña todavía recuerdo el asesinato de Orlando Martínez1”, decía mi abuela) que pudiese resultar el ejercicio periodístico me hicieron cambiar de decisión.

Conciente del gran poder que tenía la prensa, soñaba con llegar a los medios de comunicación y utilizar su influencia para ayudar a los más necesitados (si así tan cursi como suena).

Fue así como duré tres años y medio estudiándola y ya llevó unos 4 ó 5 años ejerciéndola. ¿Qué si me arrepiento de mi decisión?


Pues para nada. Todo lo contrario, cada día me enamoró más de ella, y si hoy la identifico como mi tercer amor es sólo porque mi familia y mis deseos de cambio social están por encima de todo.

Sin embargo, definitivamente que la sensación de tener una página en blanco frente a mí y al posar mis dedos sobre el teclado del computador ver como, minutos u horas después, la misma página se va llenando de mí, de mis ideas, de mis temores, de mis quejas y propuestas es una de las sensaciones más deliciosas de mi vida.

¡Claro está que amor no quita conocimiento!, por eso estoy más que conciente de todas las debilidades del periodismo, sobre todo del dominicano: falta de ética, poca creatividad… y una que otra vez, lo sufro, lo padezco y hasta me aburro.

Pero recapacitó y una vez más pienso en esa carrera que nos permite darle voz a los más necesitados y entonces me redescubro enamorada de mi profesión.

Y como este es un amor real, que conoce de defectos y virtudes, está conciente que como parte de esa nueva generación de periodistas debemos abogar por revolucionar este ejercicio profesional.

Por eso aunque no pude estar presente en la marcha que los colegas hicieron hacia la fiscalía en apoyo al periodista Vianco Martínez, quiero desde este rinconcito expresar mi solidaridad con él, al tiempo que entiendo esta acción como uno de los miles de pasos que debemos dar en ese largo, pero muy necesario camino que nos dirige a la dignificación del periodismo dominicano, una tarea difícil pero que unidos podemos lograrla.

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