Por: José Carlos Nazario
Cediendo a mis críticos, por segunda vez (la primera fue Yúniol), violé el juramento que hice a la salida del cine, tras tragarme “Lilís”, de no volver a ver una película dominicana. Venció, nuevamente, la curiosidad a mi negativa ante “el deber apoyar el talento dominicano”.
El domingo fui a ver “Ladrones a domicilio” con pocas esperanzas de salir conforme. El título me dejaba el amargo sabor de la trágica comedia a que nos han acostumbrado. Predispuesto, aguanté la media hora de comerciales que antecede a la película para luego llenarme de asombro.
El título, como en Yúniol, no es más que un señuelo, para que el público, habituado, mordiera el anzuelo.
La cinta presenta, con maestría narrativa, aunque con algunas fallas de edición, las verdades y ficciones que componen nuestro drama social. La tan tocada realidad de los viajes ilegales se entremezcla con una fotografía de la industria del delito en nuestro país.
En una película que desenmascara la complicidad de los diversos sectores en el sucio juego de los poderes, Angel Muñíz se atreve, como nadie nunca, a enfrentar sectores políticos, económicos y sociales que durante años nos han vendido una historia falsa, enterrando la realidad de sus maquinaciones.
La película “Ladrones a domicilio” desenmascara, con arte y altura, actores importantes que siempre han manejado las fichas del ajedrez diario controlando el curso de los hechos con fines aberrantes.
Hay que ver esa muestra valiosa del “talento dominicano”, no tiene desperdicio.
Siempre he recibido, de amigos y no tan amigos, esa crítica tan transitada en este tiempo. Siempre he pecado de “enemigo de la patria” por no mostrar entusiasmo ante los arranques de nacionalismo, rancio y sinsentido, que a todo dominicano le guiña el ojo en cada esquina; en cada tez negruzca que cruza inofensiva, en cada ondeo de bandera.
Cediendo a mis críticos, por segunda vez (la primera fue Yúniol), violé el juramento que hice a la salida del cine, tras tragarme “Lilís”, de no volver a ver una película dominicana. Venció, nuevamente, la curiosidad a mi negativa ante “el deber apoyar el talento dominicano”.
El domingo fui a ver “Ladrones a domicilio” con pocas esperanzas de salir conforme. El título me dejaba el amargo sabor de la trágica comedia a que nos han acostumbrado. Predispuesto, aguanté la media hora de comerciales que antecede a la película para luego llenarme de asombro.
El título, como en Yúniol, no es más que un señuelo, para que el público, habituado, mordiera el anzuelo.
La cinta presenta, con maestría narrativa, aunque con algunas fallas de edición, las verdades y ficciones que componen nuestro drama social. La tan tocada realidad de los viajes ilegales se entremezcla con una fotografía de la industria del delito en nuestro país.
En una película que desenmascara la complicidad de los diversos sectores en el sucio juego de los poderes, Angel Muñíz se atreve, como nadie nunca, a enfrentar sectores políticos, económicos y sociales que durante años nos han vendido una historia falsa, enterrando la realidad de sus maquinaciones.
La película “Ladrones a domicilio” desenmascara, con arte y altura, actores importantes que siempre han manejado las fichas del ajedrez diario controlando el curso de los hechos con fines aberrantes.
Hay que ver esa muestra valiosa del “talento dominicano”, no tiene desperdicio.
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