Por: José Carlos Nazario
La falta de liderazgo político en los sectores tradicionales y la debilidad que muestra la oposición ha permitido, como hemos dicho en diversas ocasiones, la creación de un espacio de desarrollo para nuevos liderazgos alternativos.
En las pasadas elecciones fuimos testigos de como el ojo mediático enfocó figuras de novedad que, aunque no lograron traducir el entusiasmo en votos, dieron un paso al frente en la diferenciación de sus proposiciones con los siempre presentes partidos rémora o bisagra. Hace poco recibimos la noticia de que una nueva fuerza se suma a la oferta.
Esta vez, otro militar retirado que abraza la promesa, tan exitosa para Hugo Chávez, de la democracia participativa e integral.
El discurso, como el del coronel golpista, nos parece precioso. Repleto de verdades y proyecciones, sin duda, necesarias para nuestro país. Pero al parecer, y las dos opciones de origen castrense que buscan abrirse paso, parecen demostrarlo, se trata de la forma.
Si percibimos las imágenes de los diversos actos donde nuestros hombres de armas en política se proyectan, podemos identificar el fondo: los adláteres de estos líderes en potencia nos dan una muestra de la ralea de los componentes.
Personajes que no han mostrado su devoción por la democracia que predican sus nuevos caudillos, ostentan cargos importantes en las estructuras partidarias. Son avistados y obviados por la mala memoria popular, importantes personeros de “la era” (que afortunadamente ya no es) y personas de reconocida simpatía por ese período oscuro que se ensañó con el Estado y los ciudadanos desde 1930 hasta 1961.
Habría que preguntar de qué se trata realmente. Si la propuesta, encantadora para muchos, de un hombre de mano dura en el poder es compatible con la democracia participativa, entonces, todos los teóricos de la última se equivocan.
Los ciudadanos y no los embotados escogidos del destino, tienen en sus manos el futuro de nuestro país. En momentos de crisis siempre hay espacio para cambios de rumbo que nos lleven a mejores días, pero también para experimentos lamentables. Abramos los ojos.
La falta de liderazgo político en los sectores tradicionales y la debilidad que muestra la oposición ha permitido, como hemos dicho en diversas ocasiones, la creación de un espacio de desarrollo para nuevos liderazgos alternativos.
En las pasadas elecciones fuimos testigos de como el ojo mediático enfocó figuras de novedad que, aunque no lograron traducir el entusiasmo en votos, dieron un paso al frente en la diferenciación de sus proposiciones con los siempre presentes partidos rémora o bisagra. Hace poco recibimos la noticia de que una nueva fuerza se suma a la oferta.
Esta vez, otro militar retirado que abraza la promesa, tan exitosa para Hugo Chávez, de la democracia participativa e integral.
El discurso, como el del coronel golpista, nos parece precioso. Repleto de verdades y proyecciones, sin duda, necesarias para nuestro país. Pero al parecer, y las dos opciones de origen castrense que buscan abrirse paso, parecen demostrarlo, se trata de la forma.
Si percibimos las imágenes de los diversos actos donde nuestros hombres de armas en política se proyectan, podemos identificar el fondo: los adláteres de estos líderes en potencia nos dan una muestra de la ralea de los componentes.
Personajes que no han mostrado su devoción por la democracia que predican sus nuevos caudillos, ostentan cargos importantes en las estructuras partidarias. Son avistados y obviados por la mala memoria popular, importantes personeros de “la era” (que afortunadamente ya no es) y personas de reconocida simpatía por ese período oscuro que se ensañó con el Estado y los ciudadanos desde 1930 hasta 1961.
Habría que preguntar de qué se trata realmente. Si la propuesta, encantadora para muchos, de un hombre de mano dura en el poder es compatible con la democracia participativa, entonces, todos los teóricos de la última se equivocan.
Los ciudadanos y no los embotados escogidos del destino, tienen en sus manos el futuro de nuestro país. En momentos de crisis siempre hay espacio para cambios de rumbo que nos lleven a mejores días, pero también para experimentos lamentables. Abramos los ojos.
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