sábado, 31 de marzo de 2007

Traidores a su patria


Por José Carlos Nazario

La República Dominicana surgió en el siglo antepasado tras un proceso separatista iniciado por los trinitarios, quienes a su vez eran aliados políticos y recibieron ingentes colaboraciones del grupo haitiano “La Reforma”, que se oponía al gobierno militar de Boyer en Haití. Nuestro país, lejos de surgir producto del odio al pueblo haitiano, surge de la gallardía de un grupo de hombres y mujeres (en combinación con la solidaridad del pueblo haitiano) que fueron luego traicionados por algunos sectores que se amarraron al poder político para asegurar sus privilegios, traicionando los principios de quienes idearon la nación dominicana y utilizando el anti-haitianismo como herramienta ideológica para mantener su supervivencia y poderío.

Hoy, los herederos de aquellos traidores de la primera República, se escudan en falsos valores patrios, para señalar y perseguir a quienes atentan contra sus privilegios. Incluso utilizan la memoria de los trinitarios para, sustentados en el mismo nacionalismo xenófobo que sirvió de plataforma política a Santana, quien ordenara la persecución, destierro y/o eliminación de todo liberal que le hiciera sombra en República Dominicana, continuar sus maquinaciones por conservar el statu quo que tanto les beneficia y enriquece.

Alimentamos ese odio con las doctrinas que sirvieron de insumos al proyecto personal de Rafael Leónidas Trujillo, que propagó por todas las escuelas el germen del rechazo a Haití, para mantener su control, sirviéndose del miedo histórico producto de las acciones de la dictadura de Boyer, que sufrió tanto el pueblo haitiano como el dominicano.

Hoy, Sonia Pierre, activista de los derechos de los dominico-haitianos, es atacada por todos los frentes. La detractan juristas, catedráticos, estudiantes, opinadores y políticos en un gran esfuerzo colectivo por derribar a una mujer que ha actuado con entereza en la defensa de sus convicciones y la dignidad de seres humanos que, por razones del azar, han tenido que soportar adversidades fruto de las pasiones exacerbadas de aquellos para quienes la historia es un instrumento de servilismo. Los mismos que cuentan con la complicidad de quienes le siguen, con ingenuidad, su juego de intereses.

Ahora se trata de su nacionalidad. Nacida en Villa Altagracia, San Cristóbal, declarada en 1963, Sonia Pierre enfrenta una nueva batalla. Dirigentes políticos de la franja conservadora pretenden cuestionar la legalidad de sus papeles, obviando, burdamente, principios jurídicos elementales como la irretroactividad de la ley y el carácter personal de la imputación. La mujer que cobrara fama por su energía en el caso de las niñas dominicanas de origen haitiano, Dilcia Yean y Jessica Bosico, (que reclamaban la pensión alimentaria en ejercicio de sus derechos constitucionales) no se encuentra sola en esta lucha. De su lado se encuentra la razón y la sensatez de un gran número de dominicanos que no se dejan confundir por las pasiones y sentimientos promovidos por sectores que sólo han sabido aprovechar privilegios.

Así como en ocasiones anteriores hemos enfrentado cuestionamientos por nuestras posturas respecto a la nacionalidad de hijos de extranjeros ilegales, porque la lógica y el Derecho, establecen claramente que el estado de ilegalidad no es hereditario. Hoy, sabemos que nuestro artículo desatará los más soeces insultos. Estamos dispuestos a soportar, en nombre de la dignidad dominicana, que los sentimientos se sobrepongan a la razón, hasta que la virtud concebida por los trinitarios encuentre sitio en nuestra República.

Si la patria son los privilegios, la trata de seres humanos, la intolerancia, el tráfico de inmigrantes, el enriquecimiento a costillas de esclavismo, el saqueo de las arcas del Estado en nombre de la Nación yo soy un traidor. Si ellos son la patria yo soy extranjero. Si por el contrario, la Patria es defensa de las libertades, los derechos, la búsqueda de la felicidad y un espacio donde la diversidad y el sacrificio honesto, trabajador y solidario sean la norma, entonces seguiré siendo un patriota.

jueves, 29 de marzo de 2007

Competitividad entre desiguales en extremo


Por: Guillermo Peña Capellán

El gobierno y demás promotores del Plan Nacional de Competitividad pretenden colocar al país en condiciones de competir en el mercado global, fijando como meta para lograr los avances necesarios el año 2020.

Nietzsche decía que sólo puede haber igualdad entre iguales. Es lógico pensar así, porque para poder verdaderamente competir en el DR-CAFTA (por sus siglas en inglés), hay que contar con condiciones homogéneas a los países en vía de desarrollo.

Con la entrada en vigencia de este supuesto acuerdo, estamos obligados a optimizar nuestra producción nacional o simplemente verla desaparecer poco a poco. Es un sueño imposible lograr esta meta en el año 2020 por varias razones:

El Plan Nacional de Competitividad comenzó muy tarde, sólo se hablan de promesas a cumplir para mejorar. Era necesario trazar este plan 5 años atrás (por lo menos) para ir creando las condiciones necesarias, a los fines de proteger la producción nacional.

La inversión que tenemos que hacer como país para entrar al standard competitivo de nuestros hermanos vecinos es sumamente cuantiosa. Ningún gobierno puede realizarla de manera sostenible. Los subsidios destinados para alcanzar un nivel de competencia son abrumadores, se critican, pero se practican.

La República Dominicana ha quedado muy mal posicionada en las evaluaciones internacionales realizadas en los últimos años referentes al nivel de competitividad. El Reporte Global de Competitividad del 2006-2007, publicado por el Foro Económico Mundial sitúa a nuestro país en el lugar 83, de entre 125 países, en términos de competitividad sistemática.

Los índices de confianza y situación actual del país se han reducido considerablemente según la Encuesta de Opinión Empresarial de la Asociación Nacional de Jóvenes Empresarios (ANJE). El índice de confianza en el gobierno paso de 112.5% en agosto de 2006 a 89.2% en este mes, mientras que el índice de situación actual disminuyo de 120.9% a 96.2% en el mismo periodo. Esto se atribuye a la falta de planes de las autoridades, la ineficacia de la lucha contra la corrupción y la violación a las leyes.

Esta realidad nos hace pensar que hay una competitividad entre desiguales en extremo. Entramos a un juego de competencia global sin garantías de que podamos ser un jugador exitoso. Conocíamos las reglas del juego, no podemos alegar ignorancia, ya no hay marcha atrás.

La visión del gobierno es que podemos competir en el 2020, para eso se necesita un crecimiento económico competitivo, sostenible, y un desarrollo humano integral que permita mejorar la calidad de los servicios básicos de los dominicanos. ¿Lograremos eso en el año 2020 si seguimos como estamos o desaparecerá la producción nacional?

Ludopatía


Por Emilio Mártir

“La gente apuesta siempre con la idea de ganar, pero al final quien gana es la adicción al juego y por lo tanto las personas “empeñan hasta los pantaloncillos" con tal de seguir jugando”

Con esta reflexión, invito a la comunidad a debatir seriamente sobre la autorización y permisividad de los gobiernos para la instalación de casinos, centros de apuestas, de bebidas y salas de juego en lugares que se concibieron para comprar alimentos.
La ludopatía es una enfermedad que padecen las personas que son adictas al juego. La gente asiste a los casinos y a las diversas modalidades del juego con la idea de ganar, aunque se engañen y se digan, “Vamos a pasar el rato”, “Juego hasta $ 2000 y luego me voy”, “Sólo voy a divertirme nunca pierdo”, “Perdí 900 solamente, pero ayer gane 400 y mañana seguro lo recupero y vuelvo a ganar”. Se apuesta siempre con la idea de ganar, pero al final quien gana es la adicción al juego, y las personas que están detrás de estos negocio que dejan enormes ganancias a sus bolsillos.

El resultado del que juega es el mismo de siempre, perder, con quizás unas muy pocas excepciones. Lo peor de todo esto es que está enfermo y no tiene control de su voluntad.
Esta enfermedad se debe a toda clase de juegos, incluyendo las sesiones privadas de cartas y dados, hasta las carreras de caballos, las maquinitas en los colmados, las llamadas compulsivas a los (1-976….) los mensajes de texto a programas de televisión, los fracatanes de las loterías, la quiniela, entre otros.

Tanto los ludópatas como los adictos al alcohol, el tabaco, las drogas, las compras, el sexo, la comida, entre muchos mas, desarrollan tres componentes fundamentales de una temible enfermedad llamada adicción. Estos son: La negación en la que, aunque se sabe que se está haciendo mal a si mismo y a los demás, el afectado lo sigue haciendo esperando resultados diferentes, lo que nunca sucede. Los otros dos son: la obsesión mental, o idea fija de hacer las cosas, y la compulsión, la cual impide parar una vez iniciado el comportamiento, el cual se detiene solamente al final por causas físicas, económicas, sicológicas, emocionales, e incluso legales.

“Me jugué la casa”; “Perdí el sueldo”; “Empeñe el televisor”; “Perdí el campo”; “Jugué el Auto”; en fin son innumerables las cosas materiales que se apuestan, o se transforman en unos pocos pesos para seguir apostando (o me dirán que no conocen alguno de estos casos).
El Estado debe velar por la salud de sus habitantes, y la ludopatía es una enfermedad. Tomemos conciencia. La comunidad, las Iglesias, las ONG, diversas asociaciones y agrupaciones, partidos políticos, deben exigir a las autoridades un debate serio sobre el tema. No es posible que lo que un padre de familia se gane en un día de trabajo, lo deposite en los bolsillos de personas sin escrúpulos que se beneficia de la ignorancia de un pueblo ávido de educación. Ya sé que intentarán descalificarme, argumentando que el juego siempre existió y mas vale oficial que clandestino, y otras tantas argumentaciones nada serias. Pero todos sabemos que este es un gran problema y debemos tratarlo en serio.

miércoles, 28 de marzo de 2007

Mujeres dominicanas, todavía con metas pendientes

Por Millizen Uribe

Muchas personas entienden que el hecho de que en unos países, algunas mujeres hayan llegado a la presidencia o el que hoy día la mujer también participe del mercado laboral significa que ya la demandada equidad de género se ha logrado.

Pero si observamos la participación de las mujeres en distintos renglones de la sociedad nos daremos cuentas que todavía quedan muchas barreras por derribar y que la participación de las mujeres en los distintos ámbitos de la vida, no ha garantizado su reconocimiento ni tampoco mejoras en su calidad de vida, pues todavía persisten en un grado muy preocupantes desigualdades económicas y sociales entre hombres y mujeres.

Y es que si bien es cierto que la mujer dominicana ha obtenido una presencia más visible dentro de la sociedad y logrado algunas conquistas, no es menos cierto que todavía quedan muchos obstáculos que impiden que su participación se de en los mismos términos que la de los hombres y que sea igualmente valorada.

De hecho, uno de los problemas que enfrentan las mujeres hoy, específicamente las de clase media y baja, es que su participación en el mercado laboral, no se traduce en una disminución de la carga doméstica, que arbitrariamente se asume le corresponde a ella, sino que aunque la mujer trabaje y aporte económicamente tanto o más que el hombre, los oficios domésticos, con muy pocas excepciones, sólo los desempeña ella.

Además, en el plano laboral, sus opciones son más estrechas, pues le conceden los trabajos de menor categoría, y obtienen sueldos menores que los hombres desempeñando el mismo trabajo.

En el caso de la política partidaria, las mujeres tienen acceso limitado a las posiciones de influencia y poder. Ellas sólo desempeñan puestos simbólicos, ya que llegan a ser vice sindicas y vice presidentas, pero no alcanzan los primeros puestos. Son muy pocas las que obtienen las posiciones de diputadas y senadoras, y muchas veces las usan para rellenar y aparentar equidad. En el tren gubernamental sólo se les asigna secretarías de educación o de ejecutorias sociales, mientras que otras claves como finanzas, fuerzas armadas, etc. son reservadas para los hombres.

En el plano de la salud, sabemos que el actual sistema es deficiente para todos y todas, pero es peor en el caso de las mujeres, pues las cifras de mortalidad materna y las diferencias en la cobertura del régimen llaman a preocupación.

Además, los derechos sexuales y reproductivos de la mujer están ausentes de las legislaciones, porque algunos sectores creen que no son necesarios. Todavía la visión de la mujer dominicana se limita a su rol de madre, y no se ve a la mujer como un ser integral que tiene derecho a disfrutar de su sexualidad y a decidir sobre su cuerpo, sin que esto la haga menos digna.

Por otra parte, aunque el plano educativo es uno donde la conquista es mayor, debido a que en las aulas dominicanas, tanto a nivel primario, secundario como universitario, la matricula femenina es más alta que la de los hombres, también en este hay conquistas pendientes.

En carreras asociadas al perfil masculino, como las ingenierías, se ha incrementado la población femenina, pero todavía la participación de las mujeres es limitada.

Un aspecto a destacar es la participación en los grupos estudiantiles, en los que todavía hay muchos mitos ya que se cree que la participación en estos movimientos está reservada para los hombres.

Además, las pocas mujeres que hay sólo son usadas para labores de segunda mano. Un ejemplo es que todavía ninguna mujer ha dirigido la Federación de Estudiantes Dominicanos (FED), aunque la población femenina en la UASD supera la de los hombres, y ya llega al 62 %. Actualmente en su Consejo Directivo sólo hay hombres.

Otro plano que representa un desafió es el religioso, y es que en pleno siglo XXI, religiones e iglesias, como por ejemplo la católica, mantienen una gran desigualdad al reservar labores como el papado y el sacerdocio para los hombres.

Por eso, la lucha para derribar estas barreras y construir la equidad de género sigue siendo una tarea pendiente de hombres y mujeres, ya que los beneficios de una sociedad equitativa no son sólo de las mujeres, sino también de los hombres. Sin embargo, lograr la ansiada equidad de género se hace imposible sin una equidad económica, sin una transformación social ni un cambio de pensamiento y conducta en los hombres, pero también en las mismas mujeres.

Y es que la desigualdad de género está directa e implícitamente a la desigualdad económica. Esto es lo expresó muy bien Camila Henríquez Ureña, filosofa y educadora dominicana, en una conferencia pronunciada en la Institución Hispano- Cubana de Cultura el 25 de julio de 1939, en la que dijo:

“Cuando la mujer haya logrado su emancipación económica verdadera; cuando haya desaparecido por completo la situación que la obliga a prostituirse en el matrimonio de interés o en la venta pública de sus favores; cuando los prejuicios que pesan sobre su conducta sexual hayan sido destruidos por la decisión de cada mujer de manejar su vida; cuando las mujeres se hayan acostumbrado al ejercicio de la libertad y los varones hayan mejorado su detestable educación sexual; cuando se viva días de nueva libertad y de paz, y a través de muchos tanteos se halle manera de fijar las nuevas bases de unión entre el hombre y la mujer, entonces se dirán palabras decisivas sobre esta compleja cuestión. Pero nosotros no oiremos esas palabras. La época que nos toca vivir es la de derribar barreras, de franquear obstáculos, de demoler para que se construya luego, en todos los aspectos, la vida de relación entre los seres humanos”.

sábado, 24 de marzo de 2007

La crisis del cambio climático afecta a República Dominicana


Por: Guillermo Peña Capellán

Dos cosas me motivaron a escribir sobre este problema mundial. Primero los cambios de temperatura que en los últimos días hemos tenido en nuestro país y, segundo el Digital Video Disc DVD (por sus siglas en ingles) de Al Gore titulado “An Incovenient Truth o Una Verdad Incómoda”

Los estudios científicos y el trabajo de investigación elaborado en este documental demuestran que, los cambios de temperaturas registrados en nuestro país y en varias partes del mundo son fruto de una crisis climática en la que estamos todos y todas inmersos.

El desconocimiento del tema es muy preocupante. Se nos ha ocultado mucha información que debemos saber porque más vale precaver que tener que remediar o lamentar después. Esta ocultación de información no es casual, se debe a que grandes transnacionales dependen de la explotación de los recursos naturales para poder subsistir. Gran parte de la economía de nuestro país esta ligada a estas empresas que explotan al ser humano y contaminan nuestro hábitat, como son, por ejemplo, los comercios de Zonas Francas.

Sinclair dijo una vez que “es difícil hacer que un hombre entienda algo, si su salario depende de no entenderlo", por eso este tema mucha gente no lo entiende o mas bien se hace la que no entiende. Pero reflexionemos que de poco nos servirá tener un salario, si no cuidamos nuestro entorno simplemente la humanidad no podrá tener el aire o el agua para subsistir en algunos años.

Conciente de esta situación en las próximas líneas detallo algunas nociones conceptuales y datos de sumo interés general.

¿Que es cambio climático? es la variación global del clima de la tierra. Este cambio se debe a dos factores: Causas naturales y la Acción del Hombre. La primera no representa ningún peligro porque es un proceso normal de la naturaleza. El problema está en que este ciclo que cambia de manera normal el clima se vulnera por la acción irresponsable del hombre que provoca un uso inapropiado de los recursos naturales.

En al ámbito jurídico se ha debatido este tema. La Convención Marco de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático usa el término cambio climático en el párrafo 2 del artículo 1, este reza así: Por ‘cambio climático' se entiende un cambio de clima atribuido directa o indirectamente a la actividad humana que altera la composición de la atmósfera mundial y que se suma a la variabilidad natural del clima observada durante períodos de tiempo comparables. Sin embargo, es necesario aclarar que el cambio climático no sólo se produce por la actividad humana sino también por causas naturales. Aunque algunos prefieren denominar esta última como variabilidad natural del clima. Lo importante no es que denomine variabilidad o cambio del clima, sino que se esta produciendo una transformación climática no tradicional que debemos enfrentar con normas y sanciones que se cumplan.

Hay pruebas suficientes que demuestran la crisis del cambio climático. El servicio meteorológico británico ha manifestado que este año será el más caluroso desde 1659 y que batirá los registros obtenidos en 1998. Se cree que la temperatura de la Tierra superará en 0,54 grados la media de 14 grados centígrados del período comprendido entre 1961 y 1990.

El grupo de expertos de la ONU prevé que la temperatura suba entre 1,8 y 4 grados, y vaticina olas de calor, deshielo y lluvias torrenciales El informe publicado en París dibuja un planeta en peligro. El nivel de los océanos podría elevarse de 0,18 a 0,59 metros. Las olas de calor y las lluvias torrenciales serán más frecuentes. Habrá menos nevadas y disminuirá el volumen de los casquetes polares.

Un estudio publicado en 'Science' determina que el calentamiento global, provocado por el aumento de las emisiones de CO2, podría consolidarse con «drásticas» y «violentas» oscilaciones del clima muy parecidas a las registradas a finales de la Era Paleozoica, una etapa en la historia de la Tierra que se inició hace unos 570 millones de años y terminó hace aproximadamente 225 millones de años.

Sin lugar a dudas, este es un problema global. Estos datos son una alerta. El cambio climático causado por el hombre es irreversible sino se toman medidas concretas para controlar esta situación.

Haití ha devastado en grandes porciones su ambiente. La República Dominicana no escapa de sufrir las mismas consecuencias. Por eso es necesario concienciar a la población sobre esta crisis climática para que podamos tener un presente y un futuro mejor para nuestros hijos.

Sé que no sabias la magnitud de este problema. No seas cómplice de esto, investiga esta problemática y difunde este artículo a tus amigo/as, con ello cambiaras la mentalidad de muchos. Es un primer pasa para comenzar. Todavía estamos a tiempo…

República Dominicana: ¿Camino a la modernidad?


Por: Millizen Uribe

Hay palabras cuya repetición constante provoca la pérdida de su sentido. Modernidad, desarrollo y progreso son algunas de ellas. Su uso pareciese un modismo al que recurren economistas, sociólogos, psicólogos, periodistas y, por supuesto, los gobernantes para explicar y hasta justificar acciones que no siempre tienen justificación.
Por esto cabe preguntarse ¿Qué es realmente la modernidad? Y ¿Qué implican el desarrollo y el progreso? Al revisar la teoría de la modernización tenemos que temporalmente hablando, la modernidad puede ser entendida como la época histórica que abarca desde mediados del siglo XIX hasta nuestros días.

Está definida por características políticas, económicas, sociales y culturales como el paso del feudalismo al capitalismo, afianzamiento de los Estados nacionales, crítica a valores morales, intelectuales y religiosos, estilo de vida más libre y abierto, apertura a la belleza de la vida y la naturaleza.

De su lado, la modernización es el proceso de tecnificación e industrialización que se sigue para llegar a la modernidad, que representa el estadio final.

La meta de la modernización es el desarrollo. Y el desarrollo se entiende como: “una condición social dentro de un país en la cual las necesidades básicas y auténticas de su población, al menos de la gran mayoría, se satisfacen”.

Es así como la existencia de desarrollo en un país se determina por las siguientes condiciones y en el siguiente orden:

1. Acceso a servicios básicos como alimentación, salud, educación y vivienda.

2. Respeto a los derechos humanos, creencias y tradiciones.

3. Oportunidades de empleo

4. Distribución y redistribución de las riquezas nacionales.

5. Utilización de la tecnología.

6. Respeto al medio ambiente.

La determinación de la existencia de desarrollo, progreso y modernidad dependerá en primera instancia más del acceso a servicios básicos, como alimentación, salud, educación y vivienda por parte de la población, que de la ejecución de grandes megaproyectos que al colocarse en un primer plano sólo resuelven problemas de minorías.

La modernización es necesaria. El ser humano merece llegar a ella. Pero perseguirla mediante discursos infundados y distribución de computadoras a niños que no tienen que comer es perder el tiempo o llegar a un camino falso.

Si realmente queremos que nuestros países se modernicen y logren un estadio superior busquémoslo de la mano de la educación, la salud, la lectura y la formación de ciudadanas y ciudadanos críticos y reflexivos.

El Estado tetera

Por: Juan Carlos Guerra

Los corruptocratas (esa claque mafiosa que mora en las direcciones de nuestros partidos y tiene secuestrada la Patria) han montado una estructura de poder que les permite enriquecerse a nuestra costa sin que nos demos cuenta y, peor aun, haciéndonos creer que sus practicas parasitarias son perfectamente normales.

Desde los partidos de bolsillo, que manejan a su antojo, y mediante la corruptocracia que nos venden como democracia, han logrado montar, amparados en una cultura clientelista y fomentando la complicidad social de la ciudadanía, una administración publica que solo sirve a su hambre de riquezas versión turbo.

El Estado es concebido por las mafias de la partidocracia nacional como un botín pirata que debe ser repartido y devorado por sus fauces insaciables. Para ellos no es posible construir una fortuna económica a través del trabajo honrado, la empresa licita o el ejercicio profesional limpio. No. Quienes hoy lideran nuestros partidos solo aspiran a amasar fortunas chupando la teta estatal. El objetivo es resolver el problema económico suyo y de sus descendientes aunque para ello sea necesario dejar maltrechas a las futuras generaciones liquidando la Patria.

La corruptocracia que ha servido para crear toda una clase económica en la Republica Dominicana se perpetua en el poder a través de dos mecanismos: el primero, los partidos de bolsillo a los cuales ya nos referimos en una anterior entrega y el segundo, la construcción de un Estado Tetera que alimenta su ejercicio de la delincuencia (eso que ellos llaman carrera política) al tiempo que los lleva a conseguir inmensas e injustificables fortunas.

El Estado Tetera consiste en toda una estructura gubernamental orientada a fomentar la corrupción y a la ridiculización de cualquier práctica de transparencia que limite su accionar. Por medio de negocios turbios con el Estado, hipertrofia de la nomina estatal, evasión de impuestos disfrazados de incentivos, configuración salarial para los funcionarios de alto rango repleta de irritantes privilegios, el Estado Tetera se convierte en la fuente alimentaria de las mafias partidarias.

Ejemplos palpables. El mas reciente escándalo de la Junta Central Electoral donde nuestros honorables magistrados evaden impuestos a través de incentivos salariales equivalentes al monto que les corresponde pagar por concepto de impuestos. Amen de unos lujosos sueldos que solo invitan a la indignación de los millones de dominican@s que religiosamente contribuimos con el fisco y pagamos todos nuestros servicios.

Ahora bien, el caso de la Junta no es el único. Probablemente sea el de menor cuantía de todos estos subterfugios de corrupción con que nos arropan las mafias enquistadas en la dirección política del Estado y los partidos. Si nos adentramos en los jugosos salarios que reciben nuestros Secretarios de Estado, los incumbentes y más altos directivos de las entidades autónomas y descentralizadas, de seguro que la reacción nuestra no seria otra que asco e ira ante tan burdos robos a nuestro dinero.

En el Congreso Nacional las cosas no son diferentes. Allí, a los próceres que tienen la condición de legisladores a parte del lujoso sueldo que le pagamos, también se le otorga un incentivo por cada sesión a la que asisten, es decir, que a los santos barones que han bajado del cielo para legislar en favor nuestro a parte hay que pagarles para que asistan a su trabajo. ¡Que bárbaros!

Y si a eso le sumamos los llamados gastos de representación, la asignación mensual que debe hacerle el Estado a cada legislador para las mentadas obras de bien social en sus comunidades (como si su papel no fuera solamente el de hacer leyes y servir de fiscalizador de la labor del Ejecutivo), tenemos una suma astronómica que cada año gastan estos señores cubierta por nuestros bolsillos.

Si pudiera cuantificarse la cantidad de dinero que reciben por debajo de la mesa para que aprueben o no un determinado proyecto de ley atendiendo a intereses de la oligarquía dominicana o de entidades transnacionales, seguramente nos alarmaríamos de la cantidad exorbitante que manejan los señores legisladores, con muy honrosas excepciones.

El Estado Tetera también se manifiesta en el Poder Judicial, blindado mediaticamente por los intereses corporativos que sus miembros representan, allí las labores administrativas están huérfanas de practicas de transparencia, no sabemos como se otorgan los contratos de obras, como se contrata al personal y mucho menos como se maneja el presupuesto en el Poder que esta llamado a juzgar cualquier violación a las leyes que se le someta.

En el ámbito municipal la corruptela apesta. Allí viven del Estado Tetera miles y miles de señores que lo único que saben hacer es bulla en las campañas electorales o acudir a las reuniones de la cúpula del partido enfundados en un traje de corte europeo. Mientras más encumbrados están en la organización, mas cheques reciben en distintos ayuntamientos sin prestar ningún servicio licito.

Y si hurgamos a profundidad en los fondos otorgados por el Estado a los partidos nos puede dar un infarto. Allí la discrecionalidad, el robo, la dilapidación caminan por sus fueros. Porque claro, la democracia cuesta y hay que pagarle una vida de boato y lujos a nuestros queridos directivos partidarios.

Según mis cálculos, hechos empíricamente y de manera conservadora, el Estado Tetera nos cuesta anualmente la friolera de 60 mil millones de pesos, suma esta equivalente casi al total que pagamos por servicio de la deuda externa, o para decirlo en términos mas entendibles: de cada cien pesos que pagamos al Estado en impuestos, la corruptocracia se chupa 30 pesos.

Este calculo sin contar con el famoso diez por ciento que se le otorga a todo funcionario público por contratas, compras, pago de deudas, etc.… Porque si nos metemos ahí podríamos hasta doblar la suma dada anteriormente. Practica esta a todas luces deleznable y que si le aplicáramos todo el peso de la ley habría que hacer una cárcel en la Isla Saona para meter allí a cuanto sinvergüenza se enriquece con nuestro sudor.

A la luz de todas estas realidades, insistimos: en la Republica Dominicana hace falta un cambio radical. La IV Republica ya no sirve, nuestro modelo de democracia no ha podido rendir los frutos esperados. El sistema de partidos, secuestrado por mafias, colapso, se desplomo, es inservible. Esta partidocracia corrupta que hoy domina la escena nacional se ha convertido en el opio de la conciencia ciudadana.

Debemos desmontar el Estado Tetera para construir un nuevo Estado Socialista, de Derecho y Justicia Social que cumpla con su rol de proteger a l@s ciudadan@s. Para ello es necesaria la refundación de la nación dominicana. Debemos ir directo a la constitución de la V Republica, a través de una Asamblea Constituyente que no este contaminada por estas mafias que se visten de partidos y que se creen los dueños de la democracia, los amos del país.

La Republica Dominicana debe transitar el camino de Venezuela, Bolivia y Ecuador que están naciendo de nuevo. Desafortunadamente, en 2008 estaremos ante más de lo mismo buscando más para los mismos. Pero, a partir de ahí estoy seguro que empezara una nueva era. El resultado electoral marcara el punto de quiebre del actual modelo y el inicio de la cuenta regresiva para la recuperación de la política, el retorno a Duarte y el renacimiento de la Patria. Por ahora, solo nos toca seguir haciendo conciencia, despertando a la sociedad toda, porque la espada de Bolívar se acerca empuñada por Juan Pablo Duarte, pronto la Patria Vuelve. Una nueva Republica Dominicana es posible. Un nuevo país esta en marcha.

martes, 20 de marzo de 2007

¿Reformar la Constitución o reformar la sociedad?

Por: Milizen Uribe

Históricamente la Constitución dominicana ha sido un traje que los políticos tradicionales y los gobernantes de turnos diseñan a su medida.

En nuestros 163 años de vida republicana, la Constitución ha sido modificada 37 veces. La gran mayoría se ha hecho por asuntos coyunturales o caprichos del presidente de turno.

La reforma constitucional de 1854 fue hecha por el Presidente Pedro Santana, para granjearse las simpatías del y de los liberales, dos núcleos importantes de la opinión pública que continuaban opuestos a la inclusión del artículo 210 en la Constitución de 1844.

En 1865, nueva vez, el General Pedro Santana, promueve otra reforma constitucional. En esta ocasión para, en el marco de la anexión a España, adecuar el régimen jurídico nacional al de la metrópoli, país del cual éramos “provincia de ultramar”.

En 1875 el Presidente Buenaventura Báez niega la Constitución y le confiere al General Ignacio María González poderes dictatoriales extraordinarios.

Sin embargo, ese mismo Báez que desconoció la Constitución apenas dos años atrás, en 1877 dice estar interesado en elaborar una nueva carta magna que vaya en armonía con la situación del país. Pero nueva vez, en 1878, desconoce la Constitución, tras suspender las garantías constitucionales decretadas en agosto de 1877 y se atribuye facultades de carácter absoluto.

Cuatro años después, en 1881, el presidente de la República, padre Fernando Arturo de Meriño, decidió asumir poderes discrecionales al suspender, mediante decreto, la Constitución. Meriño justificó su decisión en los incidentes de carácter tendenciosos ocurridos en diferentes lugares del país.

Al llegar al poder en 1887, una de las primeras decisiones de Ulises Heureaux fue reformar la Constitución, y hacerse también él, un traje a su medida. Convocó al poder Legislativo, por decreto del 27 de junio de 1887, y reformó la carta magna.

En el 1908, tiene lugar un buen ejemplo de la improvisación que puede reinar en el aspecto reformatorio, pues la Constitución fue modificada dos veces consecutivas, ya que aunque en 1907 se acababa de hacer una reforma, en 1908 se convoca otra bajo el argumento de que la anterior se había realizado de manera irregular.

Pero esta tendencia a hacer 2 modificaciones consecutivas se repitió varias veces en nuestra historia. Tal es el caso del año 1929. La primera circunstancia fue para mediante revisión del artículo 3, dirimir dificultades fronterizas con Haití. La segunda se hizo con el objetivo de reformar el texto completo.

Cinco años más adelante, en 1934, Rafael Leonidas Trujillo también quiso hacerse su traje. Tomó la decisión de modificar la Constitución amparado en el pretexto de “la necesidad de corregir ciertos errores, perfeccionar el texto y adaptarlo a la nueva organización política-administrativa”.

En 1942, Trujillo promueve otra reforma constitucional, esta vez con la finalidad de suprimir la vicepresidencia, pero encubriendo su objetivo central con el reconocimiento de la capacidad política de la mujer casada.

Concibiendo la Constitución como arma política, en 1960, con reformas constitucionales consecutivas, el régimen Trujillista modifica la Constitución para enfrentar la oposición. En la primera se incluyen enmiendas que establecen la pena de muerte para quienes “practiquen el terrorismo en el país”.

En la segunda se retoma el principio de la no intervención de países extranjeros como una norma política institucional, para así evitar que países democráticos colaboraran con el pueblo dominicano en la lucha contra la dictadura trujillista.

En 1961 muerto Trujillo, Joaquín Balaguer intenta aparentar un nuevo ambiente y una de las primeras medidas oficiales dirigidas a la “democratización del país” fue la modificación de la carta magna.

En 1963 Bosch hizo, lo que en mi opinión personal, es considerada una de las mejores reformas constitucionales. Pero cuando Balaguer retorna al poder en 1966 la desconoce y hace una nueva reforma.

La reforma de 1994, es el mejor ejemplo de una modificación por situaciones coyunturales: se hizo ante la crisis política surgida de las denuncias de fraude electoral.

Igual sucede en el 2002, donde la reforma constitucional fue motivada por un conflicto creado por la reelección de los jueces de la Junta Central Electoral y se aprovechó para instaurar la reelección presidencial.

Hoy día nueva vez nos imponen una reforma. Tratan de convencernos de que es una panacea con la que vamos a resolver todos los problemas nacionales. Pero antes de subirnos en el tren de las reformas constitucionales, cabe preguntarse:

¿Qué garantiza que las disposiciones tomadas se van a cumplir? ¿Sobre todo si consideramos que quienes la reforman son los mismos y las mismas que la incumplen, y que en gobiernos anteriores no han cumplido leyes y derechos que contempla nuestra Constitución?.

Las condiciones sociales, políticas y económicas de la República Dominicana ameritan cambiar la sociedad, pero, si juzgamos por la historia, no hay garantías de que a través de una reforma constitucional se logren los cambios que se necesitan, ya que la clase política dominicana ha demostrado que no siente ningún respeto por lo que plantea la Constitución.

Por eso en vez de concentrar todos nuestros esfuerzos en modificar lo que en la práctica es “un simple pedazo de papel” pensemos en cambiar las condiciones, los actores y las actrices.

Pero también pensemos en cambiar nosotros mismos y ser ciudadanos más críticos y activos, evaluemos si esta reforma es necesaria, si ofrece garantías de cambios, y evitemos que los gobiernos hagan de ella lo que quieran.


Constitución y libertad religiosa


Por José Carlos Nazario

La mayoría de las distintas propuestas de reforma a la Constitución van en dirección de incluir en el texto constitucional los derechos sociales con el objeto de convertir la Carta Magna en un compendio especializado y pormenorizado de enunciados. No necesariamente somos partidarios de esa posición, pero, en ese tenor y reclamando el Estado Social y Democrático de Derecho, que sirve de bandera a la reforma, nos gustaría observar a los juristas y hombres públicos que han hecho sus excelentes propuestas estableciendo posturas sobre la necesidad de incluir en el texto constitucional la condición aconfesional y laica que debe tener nuestro Estado.

El calumniado pensador Nicolás Maquiavelo, establece en sus tratados de política la necesidad de separación entre dicha disciplina y la moral. En principio esto puede parecer una declaración afirmativa de la obligatoriedad de la falta de escrúpulos para el ejercicio político. Sin embargo, la aportación supone una magnitud insospechada al observar algunos parámetros que tomaremos en cuenta en esta entrega.

Hace falta liberar la esfera pública de la influencia religiosa. Y esta afirmación, aunque parezca contestataria y pretenciosa supone un compromiso serio con la libertad de conciencia. La misma es parte importante de un sistema democrático y del entramado de derechos fundamentales.

La cuestión del Estado laico, desde una perspectiva socio-jurídica, abarca una amplia gama de temas que van desde el derecho a la educación, la administración de justicia, el acceso de la ciudadanía a servicios de salud reproductiva, hasta el derecho a la eutanasia, el matrimonio, la ingeniería genética, las orientaciones sexuales de las personas y su relación con el derecho al trabajo y otras muchas.

Un Estado laico viene a armonizar, de una vez por todas, sin lugar a dudas, las relaciones entre el Estado y las iglesias y organizaciones religiosas. La condición aconfesional viene a reafirmar la máxima de que en la democracia el único poder fáctico es la ciudadanía, que comprende un conglomerado de personas con pluralidad de credos y diversidad de posiciones ideológicas y morales.

El filósofo italiano Norberto Bobbio, estableció que «El espíritu laico no es en sí mismo una nueva cultura, sino la condición para la convivencia de todas las posibles culturas». Siguiendo la misma línea de ese pensador socialista, el católico francés Jacques Maritain escribió que «hombres que poseen convicciones metafísicas o religiosas completamente diferentes y hasta opuestas entre sí, pueden converger hacia las mismas conclusiones y pueden participar de la misma filosofía democrática práctica, siempre que reverencien análogamente, acaso por razones muy diferentes, la verdad y la inteligencia, la dignidad humana, la libertad, el amor fraternal y el valor absoluto del bien moral.» Ambas posturas, establecen la posibilidad de convivencia de posiciones distintas, pero, su coexistencia requiere de cierta horizontalidad.

De hecho, en el Estado laico, los religiosos tienen derechos asegurados, al contemplarse la pluralidad, el respeto a la diversidad, libertad de cultos y de conciencia. Las legislaciones surgidas de la estructura jurídico-política laica no obligan, sólo liberalizan, dejando a opción privada la participación de las mismas.

En culturas donde lo público y la religión están fuertemente conectados, se observa un rasgo marcado de imposición moral e intolerancia ante la diferencia. Ejemplo de esto son las sociedades donde el Corán o la Sunna mahometana son rectores del comportamiento público, lo que desemboca en una regulación, muchas veces irracional, de los asuntos privados.

Urge limitar la religión al ámbito privado, particular, si realmente queremos asegurar una convivencia en libertad de conciencia, que es pilar de un Estado Social de Derecho.

La fuerte determinación católica de las diferentes instituciones públicas en nuestro país constituye una desproporción con el gran número de ciudadanos y empleados que practican otros credos. La presencia de simbologías de religiones específicas en los tribunales, las celebraciones de misas en actividades estatales, los privilegios sobre el matrimonio, constituyen violaciones a la declarada libertad de cultos y los derechos que implican la Constitución y los textos supraconstitucionales.

Si realmente queremos establecer las bases de un Estado Social y Democrático de Derecho, debemos nivelar las relaciones estatales con los ciudadanos y equiparar, sin importar el credo, la relación social de ciudadanos y los organismos públicos. Aboguemos por un Estado laico, aconfesional, que es propugnar por una sociedad más libre y democrática.

Reply a Guillermo (Parte II)


Por: Rafael Santana Viñas

Guillermo, acuso formal recibo de tu correo electrónico. Lamento haber respondido un poco fuera de plazo, pero he estado ocupado atendiendo las notas y comentarios que me remiten los demás dominicanos preocupados sobre la situación del país.

Hace poco más de un año, que escribí mi respuesta a tu primer correo electrónico y leyendo el contenido del segundo, no me asombra que todo siga igual. En esa oportunidad, advertí claramente cuales eran los pasos a seguir para que todos, como Nación, pudieran hacer renacer la flor de la esperanza, sin embargo, aparentemente han hecho caso omiso. Definitivamente los buenos y verdaderos dominicanos no han escarmentado a los traidores como deben y continúan siendo víctimas de sus maquinaciones.

En momentos tan desesperantes como los que me describes, es tan necesario tener salud, corazón y juicio, ya que hombres sin juicio y sin corazón conspiran contra la salud de la Patria. De ahí que, todo tu pesar, solamente me trae el recuerdo de lo tanto que luché ya que por desesperada que sea la causa de nuestra Patria, siempre deberá ser la causa del honor de cada uno de ustedes y siempre deben de estar dispuestos a honrar su enseña con vuestra sangre. En República Dominicana no hay más que un pueblo que siempre se ha proclamado independiente de toda potencia extranjera, y una fracción miserable que siempre se ha pronunciado contra esta ley, contra este querer del pueblo dominicano, logrando siempre por medio de sus intrigas y sórdidos manejos adueñarse de la situación y hacer aparecer al pueblo dominicano de un modo distinto.

La política sigue en un atolladero, me comentas. Corrupción e Impunidad caracterizan la política dominicana. Es un sistema donde se premia al político que hace lo malo y ahuyenta a aquellos que están deseosos de profesarla honradamente. Siempre ha existido el dilema del papel de los políticos en las sociedades, lo que si podría afirmarte es que nada hacemos con estar excitando al pueblo y conformarnos con esa disposición, sin hacerla servir para un fin positivo, práctico y trascendental.

Nada me asombra Guillermo, pero recuerda que el buen dominicano tiene hambre y sed de justicia a largo tiempo, y si el mundo se la negase, Dios que es la Suma Bondad, sabrá hacérsela cumplida y no muy dilatado; y entonces, ¡ay! De los que tuvieron oídos para oír y no oyeron, de los que tuvieron ojos para ver y no vieron… la Eternidad de nuestras idea! Porque ellos habrán de oír y habrán de ver entonces lo que no hubieran oír ni ver jamás.

Recuerdo que en una reunión con varios dominicanos en la casa de Don Manuel Joaquín Delmonte, con el objeto de aunar voluntades, manifesté que todo pensamiento de mejora en que el sentimiento nacional se postergara a la conveniencia de partidos, debía siempre reprobarse, por que puesto en ejecución constituía delito de lesa patria.

Guillermo, el éxito de la República, dependerá de que cada dominicano trabaje por y para la Patria, que es trabajar para sus hijos y ellos mismos. Mientras no sean unidos, no podrán apagar la tea de la discordia ni vencer a vuestros enemigos, que son aquéllos que están muy acordes con estas ideas: destruir la Nacionalidad aunque para ello sea preciso aniquilar la Nación entera.

Nunca dejen de trabajar a favor de vuestra santa causa, haciendo por ella, como siempre, más de lo que puedan; y si no han hecho ahora todo lo que deben y han querido, quieren y querrán hacer siempre en su obsequio, es porque nunca falta quien desbarate con los pies lo que ustedes hacen con sus manos.

Finalmente joven amigo, dulce esperanza de la patria mía, seguid con tesón y ardor en la hermosa carrera que habéis emprendido y alcanzad la gloria da dar cima a la grandiosa obra de nuestra renegeración política, de nuestra independencia nacional, única garantía de las libertades patrias. Hagan de mi ideario el ejercicio práctico de su vida cotidiana y verán como poco a poco las cosas irán cambiando.

Atentamente,
Juan Pablo Duarte y Diez
Padre de la Patria

E-mail a Duarte (Parte II)


Por: Guillermo Peña Capellán

Duarte, gracias por responderme el e-mail del año pasado mediante Rafael Santana Viñas (Colaborador Juvenil del Instituto Duartiano).

Te escribo de nuevo en el mes de la Patria para contarte como sigue República Dominicana. Lamentablemente, la política dominicana sigue en un atolladero. El político triunfador de hoy es el que tiene más dinero para comprar conciencias. Las ideas y las propuestas para cambiar la calidad de vida de los dominicanos han sido sustituidas por dádivas y clientelismos de los candidatos.

La sociedad dominicana está sumergida en actos de corrupción que quedan impunes. Ahora resulta que se premia y se aplaude al que roba el erario público porque se hizo de lo suyo y no fue pendejo. Los principios éticos y morales se recuerdan como cosas del pasado, de aquellos tiempos.

Lo peor de todo es patricio que las desigualdades sociales siguen en aumento, la calidad de la educación es pésima y no hay voluntad de invertir dinero en ella porque no genera capital político. Comprar un libro es un lujo que pocos se pueden dar.

Somos el país que paga la energía eléctrica más cara del mundo y la tenemos por pocas horas.

Somos un país con muchos recursos naturales, pero en cuantiosos hogares no se refleja esto porque no llega el agua potable.

Somos uno de los países de Latinoamérica que más ha crecido económicamente en los últimos años, pero decrecemos en desarrollo humano.

Y que te digo de la juventud. Bueno, gran parte de ella sólo piensa en emigrar porque aquí no tiene oportunidades de progresar, a menos que tenga una cuña política con el gobierno de turno.

Duarte, esa es la actualidad nacional en síntesis. No quiero que te preocupes y sufras cuando leas este e-mail, mi intención es informarte sobre los acontecimientos de Quisqueya para pedirte nuevos consejos sobre cómo podemos refundar la república, debido a que hay jóvenes y no tan jóvenes que queremos ser nuevos y nuevas trinitarias, que aún creemos en una República Dominicana con más oportunidades y mejor calidad de vida.

Te pido encarecidamente que reflexiones lo que te he contado para que nos ayudes sugiriéndonos cómo podemos organizarnos mejor para ser más efectivos y efectivas en la lucha democrática y transformadora.

Agradeciendo de antemano tu respuesta.

Con altas consideraciones de aprecio y estima.

Se despide,

El mismo dominicano preocupado.

lunes, 19 de marzo de 2007

¿La Generación del Letargo?


Por: Milizen Uribe

Sentada en una clase escuchaba con nostalgia como mi profesor presumía de las luchas que siendo joven libró contra la dictadura trujillista. Mientras le escuchaba me remontaba a la historia que cuenta las grandes movilizaciones que en diferente épocas encabezaron los jóvenes. Llamaba sobremanera mi atención lo contestataria y activa que fue esa generación. Y me dije: ¡Me hubiese encantado estar ahí¡ Pero luego recapacité en que la actual generación de jóvenes tiene la oportunidad de ser tan activa como las pasadas, pues las causas de fondo que motivaron sus luchas siguen presentes en mayor o menor medida dependiendo del caso.

Particularmente he tenido la oportunidad de rodearme de muchos y muchas jóvenes y he notado un gran potencial. Y es que esta generación tiene fortalezas como mayores posibilidades de acceso a fuentes de conocimiento y por ende más posibilidades de manejar información. Claro que eso depende de que el joven o la joven tengan un espíritu acuciante que le lleve a investigar y profundizar.

Además, cuenta con recursos tecnológicos que las generaciones pasadas no poseían, y que permiten que podamos trascender a mayores niveles de información y tener una visión más amplia de los fenómenos sociales.

Sin embargo, el actual movimiento juvenil tiene debilidades que ocasionan que en vez de existir un movimiento juvenil como tal, haya, más bien, organizaciones juveniles. Estas organizaciones cuentan con una gran dispersión organizacional y segmentación temática, que se dan en el hecho de que hay muchas organizaciones juveniles pero no están articuladas y no se conocen las unas a las otras. ¡Y peor aún! much@s jóvenes, que estarían interesados en integrarse, ignoran su existencia

Otra debilidad reside en la falta de independencia, pues en muchas organizaciones sucede que, aunque estas están integradas por jóvenes, estos no ejercen la toma de decisiones sino que son adultos quienes deciden por ellos, impidiendo así que haya un relevo generacional.

No obstante, las jóvenes y los jóvenes dominicanos de hoy día tenemos una gran oportunidad, y es la de llenar ese vacío generacional que posee nuestro país, el cual amerita de voces nuevas, rostros frescos pero sobretodo de nuevas ideas, nuevos planteamientos que realmente vayan encaminados a forjar una mejor República Dominicana.

Claro está no estamos exentos de amenazas, tales como ser coactados, vendernos al mejor postor o situar las aspiraciones personales por encima de las colectivas.

Pero de lo contrario creando un movimiento juvenil unificado y fuerte que tenga como norte crear un mejor país esta generación tiene la posibilidad de dejar de ser la generación del letargo, del inactivismo, de la desmovilización para ser la que continúe la obra iniciada por algunos de nuestros antepasados de construcción de una mejor nación, un mejor país y un mejor mundo.

La tarea es fuerte. Amerita de mucha entrega, trabajo, responsabilidad, pureza y amor a la patria. Pero conozco algunos, y sé que por los más recónditos rincones de este país existen muchos y muchas jóvenes que tienen la intención y la capacidad para asumir una labor tan necesaria como posible. La tarea de una mejor República Dominicana.

viernes, 16 de marzo de 2007

La constituyente: promesa pendiente


Por: Guillermo Peña Capellán

Existe consenso sobre la necesidad de reformar la constitución de manera integral. La pregunta sería, está la sociedad dominicana dispuesta a enfrascarse en ese proceso de reforma. A gran parte de la población dominicana lo que realmente le importa es que se modifique la precariedad de los servicios de energía, agua, educación, salud, entre otros. Es sensato pensar así, ya que este pueblo ha sido engañado varia veces con reformas a la medida del gobierno de turno.

Recordemos el proyecto elaborado en el 2001, donde los partidos políticos y una amplia representación de la sociedad civil acordaron convocar una reforma revisora para instituir la asamblea constituyente como mecanismo para redactar una nueva constitución. Este documento establecía que la asamblea constituyente estaría integrada por 155 miembros postulados por los partidos políticos, 5 de ellos en representación de los que no alcanzaren suficientes votos, y 31 por bloques de organizaciones sociales. Esfuerzo perdido, palabra incumplida, promesa pendiente.

Recordemos también el “Pacto para la Reforma Constitucional”, suscrito en el Palacio Nacional en Septiembre del 2001 por los 3 partidos mayoritarios, los cuales ratificaron el mecanismo de la constituyente por elección popular. Burlado ulteriormente por el Presidente Mejía para hacer una reforma fugaz en el 2002. Esfuerzo perdido, palabra incumplida, promesa pendiente.

El Partido de la Liberación Dominicana reniega sus explicaciones históricas de que una asamblea constituyente es una “genuina expresión de la democracia”, al cambiar repentinamente sus argumentos contradicen el programa de gobierno de su partido. Además el Presidente Fernández, en su último discurso de campaña electoral se comprometió con una asamblea constituyente. Otro más que falto a su palabra. En otros países la mentira se condena tanto que los políticos tienen que pedir disculpas. Ver: Primer Ministro Húngaro pide disculpas por hablar mentiras.

Los argumentos en contra de la asamblea constituyente son: 1. La asamblea constituyente no esta prevista en la constitución actual, 2. La asamblea constituyente es apropiada para cambios dramáticos o profundos en el orden democrático, para crear algo nuevo, y ese no es nuestro caso porque estamos en la etapa de la consolidación de la democracia y no en la construcción, y por último, 3. La constituyente no garantiza la participación de las mayorías.

Es cierto que la constituyente no está prevista en la constitución actual, en cambio la consulta popular tampoco lo está, el procedimiento establecido es la asamblea revisora. Este mecanismo es muy sutil, conveniente sólo para el partido de gobierno. La historia nos lo ha demostrado, no se toman en cuenta las consultas ni los acuerdos previos, sino el interés del partido que posee la mayoría. La forma es tan importante como el fondo porque la forma puede determinar lo que al final se aprobara. Ver Reforma del 2002.

Los que defendemos la asamblea constituyente pensamos que sí es nuestro caso hacer un cambio profundo en el orden democrático porque las reformas constitucionales anteriores solo han sido parches coyunturales. Es el mejor momento para realizar une verdadera revolución democrática, que implicaría crear algo nuevo. No entendemos la contradicción, porque si no es nuestro caso realizar un cambio dramático, entonces no es una revolución democrática que se hará, sino una simple reforma.

Es cierto que la constituyente no garantiza cien por ciento la participación de las mayorías. De ninguna manera afirmamos que la constituyente es el mecanismo perfecto, garantizador de un proceso democrático por completo. Lo que si sostenemos es que una consulta popular con el actual esquema establecido, con un cuestionario muy técnico, garantiza menos aún la participación de la ciudadanía. Las preguntas de la consulta popular son cerradas y algunas veces inducen la respuesta. Si bien ofrecen la oportunidad de argumentar o plantear otro tema, sabemos (a juicio de cómo se ha llevado el proceso) que las respuestas de quienes participan en la consulta popular no será vinculantes jurídicamente, y mucho menos políticamente para los trabajos de la asamblea revisora. No sabemos siquiera si las respuestas serán tabuladas para determinar la preferencia de las mayorías. Se promete que si. ¿Usted cree en esa promesa?

Mientras más transparente sea el proceso de la reforma mayor legitimidad tendrá. Legalmente puede estar todo establecido, pero si los mecanismos no son claros, despertará incertidumbre y desconfianza. Agreguémosle a eso que el Partido Revolucionario Dominicano informó que no participará, que el Partido Reformista Social Cristiano anunció que no comparte la forma para abordar la reforma, que no es prioritaria y que gran parte la sociedad civil está en desacuerdo con la forma y el fondo de la reforma. ¿Donde quedaría la legitimidad?

Por otra parte, debemos considerar que no es oportuno ni necesario pagarles a tantos expertos extranjeros para que nos digan como debemos hacer nuestra constitución. No es de extrañarse que esos expertos cumplan la voluntad de quien los contrata. Nuestro país tiene excelentes constitucionalistas, capaces de plantear lo que necesita nuestra sociedad. ¿O es que vamos a seguir con el complejo de Guacanagarix?

Según la encuesta CLAVE-CIES el 64% de la población favorece la asamblea constituyente. Solamente 31 de cada 100 dominicanos mayores de edad se inclinan por la asamblea revisora. Una reforma constitucional debe ser el fruto de lo que favorece la mayoría.

Por todo lo expuesto, a titulo personal sugiero una constituyente donde los partidos políticos estén representados en un 50 % y el otro 50 % restante por la sociedad civil. Posteriormente un plebiscito para confirmar los resultados. Ésta sería una opción más transparente y democrática.

miércoles, 14 de marzo de 2007

Los ojos me arden de la tristeza no de la pimienta…


Por: Crystal Fiallo

Colorín colorado este cuento aún no ha terminado. La pimienta anda por doquier y los alcoholímetros acechan en las esquinas los carros que pisan las rayas blancas intermitentes para hacer uso de sus pitillos contaminados.

Se oyen los gritos de un chofer desesperado. Está fuera del carro y se tropieza con todo lo que está en su camino. Se estruja los ojos; no puede ver: “Iba a sacar mis papeles del bolsillo” grita reiteradas veces. Escondido, detrás de su motor verde, está el AMET apuntando con el spray pimienta como si fuera una 9 Mm. Mientras este escenario se desarrolla, dos calles más atrás, otra escena se lleva a cabo.

Un joven de 24 años trae de regreso a casa a su hermana de 19 años, quien apenas puede levantarse debido a su embriaguez, por orden de sus padres. Es detenido por unos oficiales cotorras (verdes). Se le pide que sople por un pitillo que nunca vio de donde salió. El alcoholímetro lo exime de borrachera. Los oficiales se percatan del estado de la copiloto y le solicitan a la misma que proceda a soplar. Apenas pudieron conseguir un soplido de ella. El alcoholímetro los alerta del nivel del alcohol en el organismo de la jovencita y proceden a retener el automóvil.

Una vocecita en la cabeza de uno de los AMET dice: “Por fin, atrapamos a uno de estos delincuentes; parece que este aparato sí funciona después de todo”. Grita el conductor: “Pero y ella que tiene que ver con mi manejo; entonces qué hago? La dejó tirada en la fiesta?”…

Comienza a alterarse el conductor de 24 años, quien reclama justamente su derecho de llevar a su pequeña hermana a casa. Como película de vaquero, canalla por demás, uno de los oficiales cotorra se voltea y lo rocía con su súper spray pimienta.

Las calles tienen sabor a pimienta. Aquellos dominicanos y dominicanas en estado de miseria, tratarán de sazonar sus víveres con este aire que ducha la ciudad. Pica, arde, molesta, pero no por la pimienta sino por la tristeza de que las autoridades se sigan concentrando en agredir a la población en vez de solucionar su situación.

Se atenta contra el principio de la personalidad de la pena: “nadie puede ser responsable por el hecho de otro”. A diferencia de los demás países que implementan el aparato medidor del alcohol, alcoholímetro, la República Dominicana responsabiliza al conductor de todo hecho perjudicial que pueda cometer otra persona ebria que se encuentre en su auto. Esto aparte de que ambas nuevas armas son fruto de medidas ilegales en muchos otros aspectos como: el registro de personas requiere autorización previa de una autoridad competente, contradice ley 241 en su artículo 93, la pimienta no tiene asidero más que una resolución, etc.

Siguen burlándose de los ciudadanos y ciudadanas con estas medidas de supuesta seguridad. ¿Por qué no mejor tratar de erradicar los puntos de venta de estupefacientes que causan tantas muertes en los barrios más marginados del país? ¿Por qué no buscar la forma de contrarrestar la justicia privada que tanto está de moda en estos días? ¿Por qué no mejor educar en vez de empimientar?

Sufragio efectivo

Por José Carlos Nazario

La frase con que titulamos nuestra entrega de hoy cobró fama en el México de la primera década del siglo XX. Un grupo encabezado por Francisco Madero levantó su voz en contra del autoritarismo personalista de Porfirio Díaz. Tras propagar el mensaje con el slogan que titula nuestro artículo, Madero fue asesinado, lo que dio pie al inicio de la Revolución Mexicana.

En nuestro país se ha mantenido presente durante mucho tiempo la discusión en cuanto al derecho presidencial por optar por un segundo mandato. Ha sido razón de reformas constitucionales múltiples, crisis políticas e incluso enfrentamientos armados en el siglo antepasado. Hoy día la discusión parece venir en camino y se presenta una oportunidad para de una vez por todas llegar a una solución saludable y razonable sobre el tema. Podría acercarse un momento de prueba para la clase dirigente y su capacidad de diálogo.

Hemos visto cuán traumáticos resultan los procesos reeleccionistas; acabamos de salir de uno de estos que dejó un saldo nefasto: Partidos divididos, crisis económica, degradación de los medios políticos (clientelismo y voracidad fiscal), corrupción, en fin, una gama de males que aún nos afectan, pasados tres años. Asimismo, en un pasado menos reciente vivimos los síntomas de las re-postulaciones balagueristas y con mayor pesar las de Rafael Trujillo Molina, cuyas huellas en el pasado y presente son por todos conocidas.

Horacio Vásquez, Ulises Hereaux, Ignacio María González, Santana, Báez, entre otros, han sido presidentes candidatos en nuestro país, dejando un legado de corrupción y degradación política significativo.

El problema reside en la debilidad institucional de nuestro Estado. El entramado jurídico-administrativo carece de la fortaleza para soportar el poder presidencial en campaña. Un presidente, con poderes extraordinarios y buscando ser reelegido usará todos los recursos a su alcance para lograrlo y la realidad es que tiene muchos. Esto, afecta el desempeño institucional y el curso democrático de la nación. El poder presidencial modifica las reglas del juego, resultando una competencia dispar.

En América Latina, donde la mayoría de los países posee figuras políticas semejantes a las nuestras, por similitudes históricas, podemos ver los mismos efectos de la repostulación. Carlos Menem reforma la Constitución de Argentina para conseguir la re-reelección, el resultado es su salida de la Casa Rosada a la cárcel. En Perú, Alberto Fujimori se reelige en múltiples ocasiones y de la casa de gobierno pasa a ser un fugitivo por corrupción. Dos muestras contundentes, viniendo de dos países que han observado sus sistemas democráticos al borde del colapso como producto de estos casos.

El desarrollo alcanzado por Costa Rica no es producto del azar. La prohibición constitucional de la reelección presidencial ha contribuido a la alternabilidad en el poder, con esto, a la distensión institucional y ha permitido los cambios estructurales requeridos para avanzar. Y es que cuando un Presidente es candidato, asume posturas simpáticas que no necesariamente son las más convenientes para el desarrollo del país.

Desde el poder, se organiza un aparato proselitista que somete a funcionarios y ciudadanos, compra conciencias, utiliza fondos estatales para ganar adeptos y desarticula la igualdad de posibilidades de los candidatos que se oponen al presidente.

En varios países de condiciones homogeneas se ha establecido la prohibición constitucional de la reelección presidencial. El resultado ha sido mayor avance y un mejor desenvolvimiento de los partidos políticos y la ciudadanía en general. Esto, porque el Presidente se dedica a gobernar y el candidato a hacer campaña, el resultado es claro, ambos, Presidente y candidato, terminan mejor: Gana el país.

martes, 13 de marzo de 2007

Una campaña que apuesta al olvido

Por: Millizen Uribe

La mañana del pasado 18 de enero algo llamó sobremanera mi atención. Coincidencialmente, asistieron a algunos de los principales programas matutinos de la televisión una gran parte de los aspirantes a la presidencia de la República por los tres partidos tradicionales.

La primera fue la doctora Milagros Ortiz Bosch, quien a las siete y diez de la mañana ya estaba en Portada 15. En la intervención su discurso estuvo centrado en su slogan de campaña: “El cambio en que podemos confiar”. Así doña Milagros se vendió como una candidata nueva y diferente, tratando que olvidemos su cuota de responsabilidad en el gobierno de Hipólito Mejía, en el cual ella ostentó la vicepresidencia.

Además, hoy critica que este gobierno no priorice el tema de la educación, pero durante su gestión como secretaría de educación esta cartera tampoco contó con los recursos que contempla la ley 6697, e Hipólito en el 2003 sólo le asignó 10, 000 millones, cifras que no se corresponde con el 4 % de PIB ni con el 16 % del presupuesto nacional.

Más adelante, como a las ocho, llegó Miguel Vargas Maldonado a Revista 110. El ingeniero manifestaba estar en una onda diferente a la de doña Milagros, que arremetió contra Vargas calificándolo de pupilo de Hipólito y Leonel. Utilizando la táctica de venderse como el conciliador, su alocución se concentró en hablar de la unidad partidaria.

Su discurso sólo se endureció para criticar al gobierno, ¡porque eso es lo simpático!, y así pretende que nos olvidemos que durante la gestión de Hipólito, él como ministro de obras públicas no desarrollo una política conforme a lo que necesitaba el país.

Más tarde, la mañana continuaba subiendo, y el licenciado Danilo Medina llegó a Matinal 5. Es precisamente Medina uno de los que posee las pretensiones más altas, pues él procura que olvidemos que, hasta noviembre pasado, era uno de los ministros con mayor influencia en el gobierno. Por lo tanto, tiene mucho que ver con las decisiones y medidas que se tomaban en la casa de gobierno. Pero claro, como ahora es precandidato utiliza una estrategia en la que busca distanciarse y así diferenciarse del gobierno.

En la entrevista, Medina propuso al Gobierno reducir los impuestos y habló de la necesidad de que el crecimiento económico llegue a la población y no se quede en las cifras oficiales. Sin embargo, los legisladores que responden a las directrices del licenciado Medina aprobaron la reforma fiscal del gobierno, hoy criticada por el señor Danilo.

Además, Danilo, al igual que doña Milagros, hace uso de una táctica consistente en utilizar un discurso populista en el que intentan asumir teóricamente los discursos de la izquierda social para llenar de una manera fácil y cómoda las expectativas de la gente, e intentar recuperar una credibilidad que saben perdida.


Pero Eduardo Estrella no faltó. Participó en Telematutino 11 y allí la emprendió contra el gobierno, porque, como dije anteriormente, esto garantiza simpatías.

El dirigente reformista se mostró preocupado por los muchos dominicanos, principalmente jóvenes, que se ven obligados a abandonar su país y su entorno porque carecen de oportunidades y no visualizan una pronta solución para los problemas tradicionales.

Con este discurso pretende el señor Estrella que olvidemos que su precandidatura proviene de un partido que ha prometido continuar la obra de Balaguer, obra que muchos defienden, pero que el contradecirla llevó a la tumba a muchos jóvenes como los que hoy quiere Estrella que voten por él.

¿Y el Presidente Leonel Fernández? Él no fue a la televisión esa mañana pero sin duda alguna a él le corresponde el máximo galardón pues pretende que olvidemos, nada más y nada menos que el presente, pero no cualquier presente, sino uno muy fresco en él que la población está pagando las consecuencias de un capricho como la construcción del Metro que resulta insuficiente para resolver el problema de transporte de la ciudad de Santo Domingo y mucho menos del país y padece de problemas tradicionales como falta de energía eléctrica, de agua potable, el elevado costo de la vida, la corrupción y otros más nuevos como el auge de la inseguridad ciudadana .

Mientras, el discurso del Presidente, ¿o del candidato?, ya raya en lo contradictorio porque aunque en su alocución del día anterior en la inauguración del Congreso Nacional del Foro por la Excelencia de la Educación dijo que sólo la educación salva al pueblo dominicano, no le asignó el presupuesto que le corresponde y prefirió priorizar su inversión en el Metro.

Dicen que recordar es vivir. Hoy recordar es una de las fórmulas que tiene el pueblo dominicano para no dejarse confundir y a partir de una campaña que apuesta al olvido volver a cometer los mismos errores.

lunes, 12 de marzo de 2007

Los casos bancarios y la seguridad jurídica en República Dominicana



Dedicado a mi amigo Milvio Linares Villegas


Por: Guillermo Peña Capellán

A propósito de las ya reiteradas declaraciones dadas por la embajadora de España, Almudena Mazarrasa, sobre la seguridad jurídica dominicana para las inversiones extranjeras, he decido formular mi humilde opinión sobre las consecuencias que tendrían las decisiones de los casos bancarios de cara a la credibilidad o no de nuestro Estado de Derecho.

Cuando hablamos de Seguridad Jurídica nos referimos a “normas reguladoras de la conducta humana, siempre y cuando estas sean públicas, previas, claras, manifiestas, y se apliquen a todos por igual, por instituciones independientes que hagan parte de una estructura democrática”[1]. En la medida en que se cumpla con este concepto a cabalidad podemos decir que tenemos o no seguridad jurídica.

Sin lugar a dudas, la quiebra de tantos bancos es una voz de alarma para nuestra seguridad jurídica. Faltaron muchas cosas, pero sobre todo faltó una supervisión eficiente y responsable de las autoridades bancarias, sobraron pocas cosas, pero si sobro mucha complicidad de políticos, empresarios y ciudadanos.

Resulta inexplicable que las autoridades encargadas de la supervisión bancaria no detectaran ningún fraude. No se justifica el silencio que predomina, parece que hay una discreción de corruptos y corruptores.

Nuestra responsabilidad como ciudadanos concientes y preocupados por la cosa pública nos llama a demandar justicia. Dejar impune estos casos, representaría un retroceso a la naciente institucionalidad del Poder Judicial dominicano. Permitir que pase desapercibido por la prensa el proceso judicial, es alentar la complicidad bochornosa de quienes poseen el dinero de los ahorrantes. Burlarse del pueblo dominicano significa borrar 17 mil millones de pesos.

Para garantizar nuestra seguridad jurídica se debe actuar con apego a las leyes y a la justicia. De lo contrario mejor callemos (por vergüenza) cuando una embajadora nos regañe. Construyamos una justicia que garantice la seguridad jurídica dominicana. Que no se olviden estos casos y que no queden impunes.


[1] Frühling, Michael, “Seguridad Democrática y Derechos Humanos”, Ponencia dada en el marco del “Foro Seguridad, Derechos Humanos y Paz, Unión Europea y Programa Andino para la Democracia y los Derechos Humanos”, el día 26 de Febrero del 2003.Ver en : http://www.hchr.org.co/publico/pronunciamientos/ponencias/ponencias.php3?cod=16&cat=24

viernes, 9 de marzo de 2007

Reply a Guillermo


Por: Rafael Santana Viñas

Guillermo, acuso recibo de tu formal correo electrónico. En razón de que duermo el descanso eterno, he decidido delegar en el joven duartiano Rafael Santana, para hacerte llegar mis respuestas a tus inquietudes y comentarios sobre nuestra participación en la gesta de Independencia y lo que es hoy día la sociedad dominicana.

El amor de la patria me hizo contraer compromisos sagrados para con la generación venidera; desde mis 16 años, asumí el juramento a mí mismo de libertar la patria. Necesario fue cumplirlo, o renunciar a la idea de aparecer ante el tribunal de la Historia con el honor de hombre libres, fieles y perseverantes. La Patria debe ser amada con amor invariable, con entrega total y con el absoluto empeño de beneficiarla en todo lo posible. Aristóteles dijo, “el juicio que uno merece de la posteridad no depende nunca de lo que digan sus contemporáneos, depende exclusivamente de uno mismo. No se estudia nunca por la simple curiosidad de saber, sino para ser bueno y obrar bien”.

Mira Guillermo, leyendo al Maestro Confucio, entendí que “las lecciones más valiosas se enseñan con el ejemplo personal”. Lo poco o mucho que hemos podido hacer o hiciéramos aún en obsequio de una Patria que nos es tan cara y tan digna de mejor suerte, no dejará de tener imitadores; y este consuelo nos acompañará en la tumba.

Respecto a la política, efectivamente en una carta a José Gabriel García que le escribí desde Caracas en 1869, expresé que “la política no es una especulación; es la Ciencia más pura y la más digna, después de la filosofía, de ocupar las inteligencias nobles”; y no es que la política dominicana ha perdido su pureza, sino que quienes hacen uso de ella han perdido la noción ética de su ejercicio y con ello el alejamiento de las mentes más nobles de la sociedad dominicana, que se mantienen a la deriva dándole cabida a aquellos que perjudican la ciencia y causa el repudio de esa clase crítica y pensante de la intelectualidad.

Acuérdate, que Eugenio María de Hostos, sentenció que “la Política sin moral es indignidad: cualquier juego de azar, siendo tan indigno como es el juego, es más digno que la política divorciada de la moral. El político inmoral aventura con su ejemplo la moralidad pública y privada de su patria”.

Bien me dices que los políticos han administrado muy mal los fondos públicos y han faltado a la ética con sus ideas y accionar y que la sociedad dominicana se cansó de la estructura partidaria corrupta, todo en detrimento de lo que una vez dije respecto a que las cosas del Estado deben manejarse con honradez y la política debe ejercerse con desinterés económico, justicia y patriotismo. Todo pensamiento de mejora en que el sentimiento nacional se postergara a la conveniencia de partidos políticos, debía siempre reprobarse, porque puesto en ejecución constituía delito de lesa patria.

Comprendo tus quejas, Guillermo, pero oportunamente les advertí y quedó gravado en la conciencia de quienes me siguieron que, “mientras no se escarmienten a los traidores como se debe, los buenos y verdaderos dominicanos serán siempre víctimas de sus maquinaciones”.

Lamentablemente la sociedad dominicana premia a quien hace lo malo, bien dije respecto a los orcopolitas (ciudadanos del infierno) que nos consideran como “… más que unos ambiciosos que independizamos nuestro pueblo por ambición y no tuvimos talento para hacer nuestra riqueza ajena; mientras que ellos (los orcopolitas), son los hombres honrados y virtuosos pues han tenido la habilidad de hacerlo todo, hasta llamar el extranjero; muestra inequívoca de lo muy amado que serán por la justicia con que han procedido y procederán para con Dios y la Patria y la Libertad del dominicano”.

Dices que “es una lástima que los jóvenes y la generación venidera no parecen querer cambiar esta situación”, sin embargo, estoy seguro que dentro de esos jóvenes, hay unos cuantos que sí quieren cambiar el país, por tanto Guillermo, “Si tienes amigos, prepáralos, porque los días se acercan; procura que no se descarríen, pues va a sonar la hora de anularse para siempre, la hora tremenda del juicio de Dios, y el Providencial no será vengativo, pero si justiciero”.

Debemos tener fe absoluta en nuestro pueblo y poseer la convicción, de que a pesar de sus defectos, tiene cualidades que pueden convertirlo en un gran pueblo, que gobernándose con acierto, puede llegar a ser el dueño de su propio destino. Mientras exista en República Dominicana, un solo dominicano que crea en la Patria y en el porvenir de su pueblo, mis esperanzas nunca se desvanecerán.

Estimado Guillermo, agradezco que me hayas escrito y te exhorto a que leas mi ideario y profeses cada uno de sus enunciados, allí encontrarán las respuestas a muchas inquietudes y las recomendaciones para enaltecer la República, siempre recordando: “Sed justos lo primero, si queréis ser felices. Ese es el primer deber del hombre; y ser unidos, y así apagaréis la tea de la discordia y venceréis a vuestros enemigos, y la patria será libre y salva. Yo obtendré la mayor recompensa, la única a que aspiro, al veros libres, felices, independientes y tranquilos”.

Con estima y aprecio,

Juan Pablo Duarte y Diez
Padre de la Patria

Inicios del proceso democrático después de la muerte de Trujillo: De la dictadura a la democracia


Por: Anthony Alba

“Si no llego a ver por mí mismo la liberación de éste pueblo la veré a través de mis ideas”.
Juan Bosch

Al ajusticiamiento del dictador Rafael L. Trujillo, en 1961, se inicia en nuestro país un proceso de corte sociopolítico matizado por una batalla inexpugnable de un gran segmento de la población, en aras de alcanzar la libertad, opuesta al intento desesperado de los herederos del tirano por perpetuarse en el poder, que da lugar a varios años de lucha y ensañamiento entre los distintos grupos políticos envueltos en la contienda por dirigir los destinos de la nación, convirtiéndose la máxima expresión de estas luchas, la insurrección popular de abril de 1965.

Una serie de conflictos configuró el terreno que dio lugar a la expulsión del grupo trujillista, logrado sólo por medio de la alianza de la mayor parte de la población, ejerciendo así una constante presión que coadyuvó a la transición democrática y a la redefinición de todo el orden social y político vigente.

El año 1961 marca el punto de partida de toda una revolucionaria catarsis de la sociedad, que emprendería el levantamiento de las masas contra el arbitrario esquema político y social dominante, proceso que se vería, a su vez, obstaculizado por la permanencia de elementos típicos de la cultura política local, heredada del siglo XIX, permeada por prácticas autoritarias.

Sin embargo, lo que nos proponemos, en las páginas siguientes, no es describir las particularidades de la etapa post-trujillista, sino resaltar el valor histórico que se oculta detrás de un soslayado capítulo de nuestra historia reciente, allí donde se encuentran enraizados los cimientos mismos del proceso de democratización definitivo que viviría el país, renunciando para siempre a las cadenas de la esclavitud de la dictadura. Pretendemos evidenciar que este período histórico, entendido quizás como el momento de ebullición patriótico y liberal más genuino del pueblo dominicano en la contemporaneidad, constituye indefectiblemente, la génesis del proceso irreversible hacia la democracia que vive el pueblo dominicano después de la muerte del tirano.

En un intento de hacer un rápido recorrido cronológico a través de los acontecimientos que se suscitaron tras la muerte de Trujillo y serán objeto de análisis en el presente ensayo, debemos destacar la irrupción violenta y multitudinaria de amplios sectores de la población al panorama político, organizados en partidos y movimientos sindicales representativos de un vasto espiral ideológico; la celebración de las primeras elecciones libres; el golpe de Estado al gobierno de Bosch; la guerra civil de 1965 y la segunda intervención militar norteamericana.

A partir de la muerte de Trujillo, la sociedad dominicana experimenta cambios profundos en su sistema político. Vivimos un rápido proceso de pluralización política que se explica en el esfuerzo mancomunado de la mayoría de los sectores de la sociedad en su lucha por alcanzar la democracia. Este proceso coincide así con las características propias de la noción de “transición democrática” definida por la historiadora dominicana Mu Kien A. Sang Ben, con estas palabras: “La democratización del Estado… supone la inclusión del conjunto de la sociedad, pues no hay una sola decisión política que no esté condicionada y determinada por el conjunto de hombres y mujeres que componen la denominada sociedad civil”[1].

La caída de la tiranía trujillista significó para el país la conquista de las libertades que habían sido negadas sistemáticamente durante un largo período de treinta años que fue socavando el ideal democrático y la existencia de grupos políticos liberales, eclipsados por las condiciones de una dictadura despiadada que sometió al pueblo dominicano a varias décadas de oscurantismo. De esta manera, nuevos grupos políticos aparecerían en el escenario social, mientras otros resurgirían entre las tinieblas del exilio y la precaria vida clandestina.

Poco a poco se fue gestando un clima de participación, donde nuevos actores, distintos de los sectores trujillistas, fueron incursionando en un complicado proceso caracterizado por constantes movilizaciones y huelgas, inestabilidad política, intervención extranjera, golpes militares, revolución e invasión imperialista.
Durante treinta y un años la sociedad dominicana se vio reprimida, sustraída de sus derechos y libertades, por una dictadura de terror que gobernó de manera férrea e intolerante. La muerte del “jefe”, se convirtió en un hecho que impulsaría la lucha por alcanzar la libertad y la democracia, tal como explica Moya Pons:

La desaparición física del dictador sirvió para despertar las energías sociales y políticas de la nación y dio inicio a un intenso proceso de democratización. De pronto surgieron actores que la Dictadura había reprimido o marginado: exiliados políticos, partidos políticos, sindicatos, asociaciones de profesionales, organizaciones estudiantiles y una prensa libre. En los meses siguientes, el sistema político dominicano sufrió una rápida transformación. Las manifestaciones políticas y las concentraciones de masas se convirtieron en medios efectivos para ejercer presión popular contra la familia Trujillo y contra Joaquín Balaguer, el último presidente nombrado por Trujillo[2].

En este contexto se manifiesta abiertamente, por primera vez, la pretensión de toda la sociedad de superar el estado de languidez provocado por el régimen y encauzarse por un rumbo distinto al derrotero de la desgracia al que lo conducía la dictadura. Tras la muerte del tirano y la salida definitiva del país de la familia Trujillo y sus principales colaboradores, la nación se aboca a un proceso de desarticulación de las viejas formas del régimen que definieron la política durante las últimas tres décadas.

Distintos sectores y grupos emergentes se disputaron el poder dando lugar a un proceso de carácter eminentemente social y político, determinado por la multiplicidad de luchas que confrontaron el autoritarismo y la democracia como aspiración política. De esta forma se advierte el surgimiento de tres grupos o fuerzas políticas que irrumpieron y se disputaron el poder y la preeminencia en la sociedad dominicana de la época:

a) La Unión Cívica Nacional (UCN), proyecto oligárquico y conservador, concebido como “asociación patriótica”, representante de los sectores de la clase económica dominante antitrujillista.
b) El Partido Revolucionario Dominicano (PRD), que encarnaba el más puro ideal democrático-liberal, formado en el exterior durante los años de la dictadura, bajo el liderazgo de Juan Bosch y otras figuras del exilio.
c) La izquierda revolucionaria, integrada por varios grupos de orientación marxista, inspirada en la revolución cubana y cuyo actor principal fue el Movimiento Revolucionario 14 de Junio.

A esta clasificación cabe agregar el grupo representativo de la dictadura, que deseaba mantener su poderío a pesar de la desaparición del dictador. Si bien este segmento no obtuvo el triunfo político, viéndose obligado a renunciar a la idea de la continuación del régimen, no podríamos obviar el hecho de que esta facción ligada al seno de la dictadura pudo ejercer su influencia en el destino político del país, convirtiéndose en ese momento en el atentado más peligroso a la transición democrática que se llevaba a cabo.

El papel desempeñado por los partidos políticos organizados en esta coyuntura, fue de vital importancia para la consumación del proceso de transición hacia la democracia. La garantía de ciertas libertades y el desvanecimiento del régimen de opresión, permitieron a estos grupos políticos asumir una presencia significativa en la sociedad, promoviendo la pluralización política y disolviendo las bases de la maquinaria trujillista.

Por su parte los remanentes trujillistas ofrecían una resistencia que se visualizaba difícil de vencer, de forma tal que las tareas antitrujillistas y el movimiento popular se vieron menguados hasta inicios de 1962. Como establece Nelson Moreno Ceballos, “tras sucesivos intentos de reestructuración y redefinición internas, finalmente, en enero de 1962, la fracción trujillista pierde la dominación del aparato estatal, y abre un proceso de tránsito a través del Consejo de Estado a manos de los sectores de la burguesía no-trujillista, tradicional o “cívica”[3].

Sin embargo, la aniquilación de la tiranía se había convertido desde un principio en la tarea fundamental de la sociedad para dar paso a la transición democrática. En dicho cometido convergieron todos los esfuerzos de los grupos y organizaciones forjados durante este período, independientemente de sus ideologías, logrando finalmente la liquidación de la dictadura.

En este sentido se expresa Flavio Darío Espinal cuando sostiene que, “con la emergencia de organizaciones políticas, lo cual a su vez, produjo una movilización gradual de diferentes sectores de la sociedad, no fue ya posible controlar desde arriba el curso del proceso político, como Balaguer se había propuesto hacer”.

En particular, se hizo crecientemente difícil contener las demandas por la “destrujillización” del sistema político. De hecho, la cuestión definitoria de la vida política del país pronto vino a hacer cómo desmantelar los “remanentes del trujillismo”, término que se refería no sólo al poder todavía en manos de los parientes de Trujillo, sino también al status de Balaguer como heredero legal del viejo orden. Aún las acciones sociales las huelgas de trabajadores y las protestas estudiantiles, que en otras circunstancias y contextos tienden a tener objetivos propios, fueron, en su mayor parte, subordinadas a las movilizaciones políticas que tuvieron lugar en torno al tema sobredominante de la “destrujillización”[4].

Los sectores populares urbanos más activos favorecían que la caída de la dictadura debía ser correspondida con una democratización profunda. Pero la República Dominicana se colocaba ante un dilema histórico que emanaba del atraso político profundizado por la dictadura. Se enfrentaban fuerzas que propugnaban la continuidad del sistema y, a contrapelo, aquellas que luchaban por reformas o por una revolución, como señala Roberto Cassá[5].

Además, como plantea la socióloga Rosario Espinal, era una cuestión irrefragable que, “en una sociedad como la dominicana, donde se había anclado un autoritarismo totalitario y a la vez excluyente, donde el orden y la obediencia eran valores omnipotentes superiores a la propia vida, el problema de una reestructuración democrática –o de la recuperación del Estado por parte de la sociedad –a principios de los años 1960 era complejo”[6].

No obstante el comienzo de tan anhelado proceso de democratización política y social se vería constantemente afectado por las presiones ejercidas por el sector adicto a la dictadura, la inestabilidad generada por regímenes transitorios que se debatieron entre golpes y contra golpes, así como la ausencia de una cultura democrática arraigada, después de la caída de la dictadura el impulso de las masas y del pueblo en general era irrevocable, arribando a la conducción evidente del país por los senderos de la democracia.

De esta forma, con la celebración de las elecciones de 1962 el trujillismo colapsaría, ninguna posibilidad de resistencia podría resurgir. El profesor Juan Bosch se juramentó como Presidente de la República, el 27 de febrero de 1963, con un discurso de juramentación que “estuvo dirigido a la conciliación y a levantar la fe del pueblo en el sistema democrático”[7].

La formación del gobierno democrático del profesor Juan Bosch en 1963 constituyó un hecho de singular importancia en la historia de la República Dominicana, pues fue realmente el primer gobierno elegido de manera libre con la participación de las masas populares. El mismo puede ser considerado como el acontecimiento de mayor envergadura, desde el punto de vista cívico, en el proceso de transición hacia la democracia. Su trascendencia e influjo en el curso del proceso político y social, reflejó el grado de avance y madurez de los valores liberales-democráticos en una sociedad que había decidido enrumbar todos sus esfuerzos hacia la consolidación de la democracia y el destierro decisivo de la dictadura.

Juan Bosch, presidente del PRD, tras su regreso del exilio en 1961 inició su campaña política con un llamado a la concertación y un trabajo de concientización del pueblo, sobre la importancia de la lucha por el poder, a través de discursos radiales por Tribuna Democrática, órgano del partido en la emisora Radio Comercial. Bosch presentó al país un programa de reformas económicas y sociales en pro de la mejoría de las condiciones de vida y propugnaba un gobierno democrático y constitucional.

Su gobierno aprobó una Constitución, considerada como la más liberal que ha tenido el país en toda su historia, lo que evidencia la presencia de un gobierno fundado en los más preclaros valores e instituciones democráticas. En dicha Carta Magna se definieron, entre otros aspectos: el derecho a la vida; el derecho al trabajo, a la vivienda, a la educación y a la salud; la prohibición de latifundios privados; la calificación del minifundio como antieconómico y antisocial; la libertad de prensa y la libre expresión; la expropiación por causa de interés social; el derecho de los obreros a agruparse en sindicatos; el derecho a la huelga; la prohibición de la propiedad de los extranjeros en nuestro territorio; los salarios equitativos; la igualdad de los hijos naturales; la reforma agraria; y el derecho del trabajador a gozar de las ganancias de la empresa[8].

Empero, el pueblo tendría que abortar rápidamente este proyecto de gobierno democrático constitucional del profesor Bosch, a raíz de los numerosos conflictos sociales, que dieron al traste con su existencia, tales como: el antagonismo de los principales grupos políticos con el gobierno, la realización de huelgas sindicales y generales, las precariedades económicas, las presiones de la jerarquía eclesiástica, las exigencias del sector empresarial, los comerciantes y los exportadores y, el descontento de los militares.

El 25 de septiembre de 1963, apenas siete meses después de lograr el poder, Bosch es derrocado por un golpe militar. Pero el ideal liberal que durante este período había alcanzado sin duda su mayor auge en la vida democrática que se perfilaba, se convertiría pronto en el estandarte de lucha que enarbolaría el pueblo para exigir el retorno a la constitucionalidad de 1963.

El poder asumido por sectores conservadores después del golpe de estado de 1963, no hizo más que animar y fortalecer la sed democrática popular, manifestada de manera abrumadora en las elecciones de diciembre de 1962 con el triunfo del PRD. La posterior lucha por las conquistas ciudadanas asumieron un papel importante, haciéndose inevitable la “vuelta a la constitucionalidad de 1963”, convertido en el lema central del levantamiento contra el fracaso de los gobiernos del Triunvirato, los cuales sufrieron su desmoronamiento, desde el mismo momento en que pretendieron reinstalar el autoritarismo bajo cualquiera de sus formas, en una sociedad que desde el ajusticiamiento del tirano venía rechazando de manera absoluta y contundente el retorno al totalitarismo.

Si la celebración de elecciones en 1962 puede ser considerado el acontecimiento más relevante en el contexto de la transición democrática, la revolución de abril de 1965, debe entenderse como la mayor expresión del pueblo en su lucha por el paso decisivo de la dictadura a la democracia.

El politólogo Pedro Catrain afirma que, “la ‘vuelta a la constitucionalidad de 1963’ fue la consigna que en un primer momento aglutinó los sectores que dinamizaron la ‘Guerra de Abril’.”[9]. La llamada “revolución” o “guerra” de abril, originó una gran revuelta con amplia participación popular. Las acciones militares patrióticas estuvieron dirigidas por el coronel Francisco A. Caamaño Deñó. En lo político, tuvieron una destacada participación los líderes y militantes del Partido Revolucionario Dominicano (PRD), quienes pedían el retorno a la constitucionalidad de 1963.

Este acontecimiento constituye el hecho más categórico y determinante que manifiesta la voluntad incuestionable del pueblo, de luchar por la consecución de la democracia. El pueblo reclamó la vuelta de Bosch para reponerle en el poder, ofrendando muchos dominicanos hasta sus propias vidas, en una revolución contra el autoritarismo, y en la que el reclamo democrático tomó la forma de revuelta popular. La “guerra patria” contra la invasión, asimismo, se tradujo en el más grande ejemplo del alcance de los ideales democráticos en nuestro pueblo, colocados desde ese momento, justo al mismo nivel de los más sublimes valores patrióticos. La cohesión del pensamiento democrático demostró en esta coyuntura, haber alcanzado su mayor progreso en la cultura política de la sociedad dominicana de la época.

Sobre este particular, el connotado historiador dominicano Franklin Franco Pichardo sugiere que, “el grito de ‘Constitución del 63’ no resultó un estribillo abstracto, vociferado por nuestras masas populares en un determinado momento de exacerbación popular, sino que resultó la expresión concreta del más elevado punto de desarrollo ideológico de este pueblo, en esa coyuntura específica que se desató en abril de 1965”[10].

Conclusión.

Los esfuerzos por alcanzar la democracia moderna o contemporánea tiene sus raíces en las incipientes luchas del pueblo dominicano contra la dictadura de Trujillo y sus remanentes, atravesado por un período que pasa por las elecciones de 1962, el gobierno democrático de 1963, las luchas por restaurar el gobierno del profesor Juan Bosch, la rebelión titánica contra el Triunvirato que desembocaron en la guerra patria de abril bajo la exclamación de “vuelta a la constitucionalidad de 1963”, y la resistencia heroica del pueblo dominicano frente a las tropas de ocupación.

El proceso social y político dominicano que sigue a la muerte de Trujillo constituye un período caracterizado por la inestabilidad política, las luchas internas y la anarquía que se deriva de la puesta en término de un régimen de opresión que determinó la vida política del pueblo dominicano durante 31 años. Esta etapa concretada por la contraposición de dos grupos cuyas tendencias se debaten entre las formas autoritarias de gobierno y la democracia, da lugar a varios años de pugna, crisis social y política y una lucha de clases que resaltan el antagonismo propio de grupos rivales que defienden desde la esfera política sus intereses.

Es en el entramado de este proceso de carácter histórico, social y político que debemos escrutar para descubrir los orígenes del proceso de transición democrática que acabaría de manera inequívoca y definitiva con la dictadura. Con el ajusticiamiento de Trujillo en 1961 comienza en el país la evolución de un sistema político basado en el totalitarismo unipersonal del dictador, hacia uno fundamentado en los elementos determinantes de la democracia representativa con su sistema de partidos.
Si bien esta etapa política ha dejado sus huellas en nuestra historia, ha sido resultado de la importancia que representa para el ulterior proceso de democratización política que inicia en aquella época y perdura hasta nuestros días.

Por último, después de valorar el significado de este traumático episodio de nuestra historia reciente para la afirmación del proceso democrático en nuestro país, resulta lamentable tener que realizar una amarga reflexión. Se trata de reconocer que nuestra democracia todavía se encuentra en un estado embrionario y que viejas formas autoritarias subsisten en nuestra práctica política. Como bien afirma el historiador Juan Daniel Balcácer, “es verdad que en 1961 nos deshicimos físicamente de Trujillo, pero no menos cierto es que aún persiste gran parte de su herencia autoritaria y pese a encontrarnos en el siglo XXI son apreciables los vestigios del marco jurídico-político sobre el cual se sustentó aquel régimen despótico”[11].
[1] Sang Ben, Mu Kien Adriana. 1994. “Entre el Autoritarismo y la Aspiración de Libertad”. Estudios Sociales Año XXVII, Número 95 Enero - Marzo: pp. 27-37.
[2] Moya Pons, Frank. 1999. Breve Historia Contemporánea de la República Dominicana. México: Fondo de Cultura Económica, S. A. de C.V., p. 173.
[3] Moreno Ceballos, Nelson. 1989. El Estado Dominicano: Orígenes, Evolución y Forma Actual. Cuarta Edición. Santo Domingo: Proyectos Editoriales, C. por A., p. 249.
[4] Darío Espinal, Flavio. 2001. Constitucionalismo y Procesos Políticos en la República Dominicana. Santo Domingo: Editora Manatí, pp. 129-130.
[5] Cassá, Roberto. 1991. Los Doce Años: Contrarrevolución y Desarrollismo (Tomo I). Segunda Edición. Santo Domingo: Editora Búho, pp. 11-12.
[6] Espinal, Rosario. 1994. Autoritarismo y Democracia en la Política Dominicana. Segunda Edición. Santo Domingo: Editorial Argumentos, S.A., p. 83.
[7] Cassá, Roberto, 1991, op. cit., p. 615.
[8] Constitución de la Nación Dominicana 1963 (Votada y proclamada el 29 de abril de 1963).
[9] Catrain, Pedro. 1987. “Transición Democrática, Social Democracia y Clases Populares en la República Dominicana”. Ciencia y Sociedad Vol. XII, No. 2, Abril-Junio: 262-275.
[10] Franco Pichardo, Franklin J. 1990. Historia de las Ideas Políticas en la República Dominicana. Tercera Edición. Santo Domingo: Editora Nacional, p.134.
[11] Balcácer, Juan Daniel. 1998. “La Democracia Dominicana: Un Espejismo”. El Caribe, 14 de marzo de 1998.