Por: Millizen Uribe
En cualquier país del mundo una Feria del Libro es un espacio en el que escritores y lectores conversan acerca de sus obras y en el que el público puede adquirir libros a un precio más asequible que de costumbre. Sin embargo, en Santo Domingo, la ciudad de ese país ubicado en el mismo trayecto del sol, la feria del libro es muchas otras cosas antes que eso.
Y es que año tras año vemos como la comida, la artesanía, los mata tiempo, y la “politiquería” le roban el protagonismo al libro.
Son muchas las personas que acuden a la feria a hacer cualquier cosa, menos a comprar o a conversar de libros. Es frecuente encontrarse con adolescentes que van a enamorarse, a socializar y hasta a “vitrinearse”, adultos que van a disipar la mente o a “sacar los muchachos a pasear”, estudiantes que van obligados a modo de tarea y pequeñines que aunque no entienden nada de la Feria del Libro son llevados por sus maestros y expuestos a largas caminatas y a horas de sol.
Pero además, ese pequeño y muy selecto grupo de personas que asiste a esta feria a comprar libros se encuentra con la problemática de que en algunas ocasiones los libros no están tan baratos como esperan, pues muchas librerías aprovechan este evento para “hacer su agosto” y venden los libros más caros que de costumbre.
¿Y qué decir de los stands o pabellones? Aquí más que la creatividad se impone el derroche y el lujo. Muchas de las instituciones oficiales invierten parte del presupuesto público en construir lujosos stands.
Además que la presencia de instituciones de este tipo en una feria del libro obedece al mero objetivo de promoción política y esa no debe ser la esencia de este evento.
Precisamente la esencia es lo que se pierde en esta feria, por eso en las áreas de comida, de artesanía y de espectáculos se puede observar una gran concentración de personas. En cambio, en actividades puntuales como las puestas en circulación de libros, en los talleres, en las conferencias y en los conversatorios el público siempre es muy reducido.
Lamentablemente esta XII Feria Internacional del Libro Santo Domingo 2009 reforzó el panorama descrito. Libros caros, mucha comida y mucha artesanía, poca lectura y pocos libros, también son las características principales en esta versión.
Y aunque en honor a la verdad hemos de reconocer que hay mucho más organización, una participación más amplía de expositores nacionales e internacionales y mucho más diversidad en el programa, sin un público con cultura de lectura, esto pierde trascendencia.
Pero, quizás en materia de feria la “doceava y no la tercera sea la vencida” y en esta ocasión los dominicanos y dominicanas aprendamos que visitar una feria del libro es acudir a un manantial donde podemos saciar nuestra sed de lectura, conversar frente a frente con nuestros escritores favoritos, discutir y opinar de temas a través de paneles, charlas y conferencias, y abrir nuestras mentes para que las ideas fluyan, sobre todo esas referentes a la construcción de una mejor nación.
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