Por: Millizen Uribe
La sensación más grata que puede experimentar un maestro es que sus alumnos aprendan de él. Un líder que sus discípulos le sigan. Un escritor que sus admiradores lo lean. Un político que sus decisiones tengan trascendencia.
La sensación más desgraciada que puede experimentar un maestro es que sus alumnos no aprendan de él. Un líder que sus discípulos no le sigan. Un escritor que sus admiradores no lo lean y un político que sus decisiones no tengan ni la más mínima trascendencia.
Precisamente en este último estado debe estar el espíritu, la esencia y/o los restos del profesor Juan Bosch al observar el desacertado rumbo por el que los dirigentes del Partido de la Liberación Dominicana, una de sus más grandes obras, llevan a la nación dominicana.
Y es que aunque en la teoría los dirigentes políticos y los ejecutivos del actual gobierno se autodefinen “seguidores del maestro” y se disputan entre sí los lazos de cercanía a Bosch, en la práctica lucen bastante distantes.Sus “seguidores” en vez de defender y emular la constitución que Bosch promulgó, esa del año 1963 y que es tan famosa, conocida como una de la más liberal y avanzada de nuestra historia, prefieren crear otra, inclusive más conservadora y retrograda que la de su principal adversario: Joaquín Balaguer.
Sus “discípulos” son los que ahora explotan y maltratan el pueblo dominicano que él tanto amó.Sus “admiradores” sólo lo “recuerdan” a través de fechas o de ferias, mas no de actos. Mientras Bosch se mostró respetuoso de todas las creencias y abanderado del laicismo del Estado, sus “partidarios” ceden a la mínima presión de los jerarcas religiosos.
Y aunque por sus aportes políticos y literarios, pero sobretodo por esa inmensa sensibilidad humana que le caracterizó, Juan Bosch merece descansar en paz, no es extraño suponer que por lo menos de vez en cuando un pensamiento interrumpa su descanso eterno: ¡Que fracaso!
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