Por: Millizen Uribe
Desde que observé el comercial de la Junta Central Electoral en el que aparecen personas que ejercen distintos oficios, pero que deduzco pertenecen a un mismo estrato social, diciendo:
“Yo decido”, me surgió la pregunta de: ¿Hasta qué punto es cierto que el que hace el delivery del colmado, la muchacha del servicio y el motorista de la esquina son quienes deciden, a través de las urnas, el destino político de la República Dominicana?
Y, aunque de acuerdo a la constitución dominicana todos tenemos el derecho a elegir y ser elegido, es propicio preguntarse: ¿Quiénes elegirán realmente el próximo 16 de mayo al nuevo Presidente de la República?
La pregunta no es capciosa, si consideramos que en este país algunos políticos, empresarios y personas en general consideran la constitución como “un pedazo de papel” y, además, que la voluntad popular puede ser manipulada.
Por eso, en un proceso electoral en el que los principales candidatos presidenciales han hecho una cuantiosa inversión en publicidad y promoción, me pregunto ¿Hasta qué punto quienes asistan a las urnas tomaron su decisión en base a hechos reales y no por mentiras promocionales?
En una campaña electoral caracterizada por la invasión de los medios de comunicación con un excesivo despliegue de anuncios, ¿hasta qué punto la exposición constante a esa “carrera de anuncios” no condiciona la opinión, y, por ende, el voto?
En un país dónde el desencanto y la conformidad se han adueñado de la gran mayoría de la población, ¿Hasta qué punto quiénes asistirán a las urnas no lo harán porque sí y no elegirán al menos malo?
En un proceso electoral donde la mayoría de los candidatos responde a partidos tradicionales cuyas propuestas, según demuestra la historia, son promesas lanzadas al vacío, ¿Hasta qué punto la población no está obligada a elegir más de lo mismo?
En una nación donde no todos somos iguales, pues no todos tenemos lo mismo ni recibimos el mismo trato ante la justicia y las instituciones, ¿Es cierto que el voto de Juan de los Palotes influye de la misma manera que el de Don Fulano?
¿Hasta qué punto el Presidente de la República no se elige en un cuarto frío y sí en los barrios y callejones del país?
Y, la pregunta más difícil de todas, ¿Hasta qué punto este viernes 16 de mayo los votos que hagan quienes asistan a las urnas se traducirán en la construcción de una mejor patria, de una mejor República Dominicana?
“Yo decido”, me surgió la pregunta de: ¿Hasta qué punto es cierto que el que hace el delivery del colmado, la muchacha del servicio y el motorista de la esquina son quienes deciden, a través de las urnas, el destino político de la República Dominicana?
Y, aunque de acuerdo a la constitución dominicana todos tenemos el derecho a elegir y ser elegido, es propicio preguntarse: ¿Quiénes elegirán realmente el próximo 16 de mayo al nuevo Presidente de la República?
La pregunta no es capciosa, si consideramos que en este país algunos políticos, empresarios y personas en general consideran la constitución como “un pedazo de papel” y, además, que la voluntad popular puede ser manipulada.
Por eso, en un proceso electoral en el que los principales candidatos presidenciales han hecho una cuantiosa inversión en publicidad y promoción, me pregunto ¿Hasta qué punto quienes asistan a las urnas tomaron su decisión en base a hechos reales y no por mentiras promocionales?
En una campaña electoral caracterizada por la invasión de los medios de comunicación con un excesivo despliegue de anuncios, ¿hasta qué punto la exposición constante a esa “carrera de anuncios” no condiciona la opinión, y, por ende, el voto?
En un país dónde el desencanto y la conformidad se han adueñado de la gran mayoría de la población, ¿Hasta qué punto quiénes asistirán a las urnas no lo harán porque sí y no elegirán al menos malo?
En un proceso electoral donde la mayoría de los candidatos responde a partidos tradicionales cuyas propuestas, según demuestra la historia, son promesas lanzadas al vacío, ¿Hasta qué punto la población no está obligada a elegir más de lo mismo?
En una nación donde no todos somos iguales, pues no todos tenemos lo mismo ni recibimos el mismo trato ante la justicia y las instituciones, ¿Es cierto que el voto de Juan de los Palotes influye de la misma manera que el de Don Fulano?
¿Hasta qué punto el Presidente de la República no se elige en un cuarto frío y sí en los barrios y callejones del país?
Y, la pregunta más difícil de todas, ¿Hasta qué punto este viernes 16 de mayo los votos que hagan quienes asistan a las urnas se traducirán en la construcción de una mejor patria, de una mejor República Dominicana?
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