Cualquiera que quiera hacer un juicio correcto de los fenómenos, tener opiniones razonables y tener éxito en sus empresas, deberá leer bien la realidad, conocer a profundidad las cosas, el origen e ideosincracia de los actores; e identificar y entender las razones causales de los hechos.
El pasado viernes sucedió un hecho real, ese hecho fue que 2.2 millones de dominicanos, el 53% de los que votaron, lo hicieron por el actual Presidente, reeligiendo su desproyecto de nación virtual; idealizada en las calles de Nueva York, y que olvida el campo, la raíz, el barrio, al vecino, a la vecina, la escuelita, el verdulero, la música del colmado y las calles polvorientas.
Todo aquello es verdad, pero también es verdad que ganó en unas "elecciones" bien organizadas, desde el punto de vista administrativo y que trascurrieron sin incidentes (más allá de aquellos a los cuales ya estamos acostumbrados), pero sin una acción de fuerza que obligara a los 2 millones de dominicanos que votaron por él. Analicemos las razones por las cuales pudo sucede este fenómeno.
La noche del 16 de mayo, estuve hasta tarde de la noche recorriendo la ciudad. El polígono central, la 27 de Febrero, la México, la Duarte y zonas aledañas, la Máximo Gómez, la Bolívar, la Zona Colonial, Ciudad Nueva, San Carlos, el Malecón, todas desiertas. En el único lugar en el que hubo celebración esa noche fue en la avenida Independencia, frente al local principal del PLD en la calle Cervantes y más tarde, cerca de la Independencia esq. Pasteur, en el concierto de Peña Suazo, a escasos pocos metros de la Casa Nacional de ese partido.
En el colmado de la esquina, un oficial superior del DNI, para nada incubierto, se apresuraba comprando, junto a sus subalternos, varias botellas de "blu leibol" al precio que costara. Se notaba que no estaban tan preparados para celebrar.
Pero realmente no había un pueblo celebrando. Celebraban los militantes del PLD; tan escaso tigeraje, que apenas podía colmar el patio del comando de campaña y el pedazo de calle en frente. Pero ese viernes el pueblo se acostó temprano. Y creo que se acostó, después de escuchar al derrotado Miguel Vargas alrededor de las 11:00 de la noche. La ciudad cerró sus puertas.
Esta anécdota me permitió reflexionar la situación. Los jóvenes observadores internacionales, a quienes acompañé todo el día 16 recorriendo los centros de votaciones de la ciudad, se sorprendían de la calma absoluta. Yo les decía que el pueblo, aunque en mayoría votara por Fernández, no encontraría verdaderos motivos para celebrar su propia derrota, aunque los buscara bien.
Y es que unas elecciones, en las cuales primó el concepto del "menos malo", y en donde se compraron tantas voluntades, no pueden generar resultados que motiven celebración. Ni los primeros que a regañadientes eligieron el golpe menos fuerte, ni los segundos que eligieron interés por encima de gusto y sentimiento, pueden encontrar ahora, suficientes motivos para festejar.
Ciertamente sigue vigente la concepción del mal menor. Los dominicanos y dominicanas se sienten atrapados en un círculo vicioso de políticos ladrones, de los cuales, prefieren elegir aquellos ladrones "más recatados", "más inteligentes", "más amanerados" y "limpios". Prefieren elegir a los ladrones menos "bullosos" y más "organizados", y a aquellos que "roban pero que construyen". Los eligen, pero al fin de cuentas, saben bien que son ladrones.
Otra razón importante de esta victoria fue el clientelismo. Sin temor a equivocarme, pienso que Fernández ha logrado crear la mayor red clientelar de la historia dominicana. Comparable únicamente (en proporción y no en magnitud) con la construida a finales de 1800 por Ulises Heureaux (Lilís), quien también fue un alumno aventajado de un gran hombre, y terminó traicionando sus principios; y quien también trajo modernidad al país de la mano del Ferrocarril y de las plantaciones. Espero, sinceramente, que no necesitemos a un Jacobito de Lara.
Nunca, desde los últimos años de Lilís (y ni siquiera con Trujillo y Balaguer), un Presidente había hecho tantos esfuerzos por sonsacar y corromper la disidencia; por destruir las instituciones y las organizaciones gremiales, y por distorsionar la subjetividad de todo un pueblo con propaganda y desinformacion. Nunca se había utilizado tanto dinero público para comprar tantas voluntades y partidos.
Con la inmensa y abultada nómina pública, con el festival de subsidios (a la electricidad, al gas, al pan, a la leche, al pollo y los huevos, a los transportistas, al arroz, etc), con la compra dirigentes opositores, con las pensiones de intelectuales y artistas, con el uso de la millonaria publicidad gubernamental, con los tratos bajo de la mesa con los dirigentes de los cárteles choferiles, con la tarjeta solidaridad, con la tarjeta de los estudiantes, con la creación de la policía auxiliar, con la utilización del financiamiento público a instituciones para neutralizarlas (Academia de Ciencias, UASD, etc) y con la nómina de periodistas, y sin siquiera hablar de la nominilla, entre otros, se ha creado una gran red de clientelismo que enreda a cientos de miles de personas "claves" las cuales comprometen y en el mejor de los casos neutralizan cualquier disidencia. La lógica de funcionamiento es similar a la del PEME, pero a diferencia del "programa" anterior, la nueva red no incluye sólo delincuentes, beneficia también a periodistas, productores y empresarios, dirigentes políticos, artistas, intelectuales, personalidades y dirigentes gremiales. Todos personas con cierta influencia en la opinión pública o en su sector de origen.
En otro nivel, una lógica clientelar más masiva, busca beneficiar con pequeñas cantidades de dinero a gente del pueblo a jóvenes, a dirigentes políticos medios y bajos de ese partido y a amas de casa. Una vez creada la red, el beneficiario, o sus familiares, temen perder la miserable dádiva y tienden, por tanto, a favorecer el día de las elecciones al candidato Leonel Fernández y a su reelección.
En este análisis omitiré los beneficios del pastel que reciben los grandes empresarios en términos de subsidios a la energía y el combustible, y sobretodo el otorgamiento de onerosos contratos y permisividad ante sus mafias, tales como el contrato de San Soucí. Esta situación, más corporativa que clientelar, explica el porque el Consejo Nacional de la Empresa Privada –CONEP- ha dejado atrás su tradicional espíritu combativo para silenciar su alegría en aras de la gobernabilidad, pero ese es otro análisis.
Ni una palabra de los grandes jerarcas de la Iglesia Católica de los cuales ya conocemos sus más que evidentes preferencias electorales. Sin embargo, a diferencia de los pequeños beneficiarios que votan por Fernández para conservar una dadiva miserable, a costa precisamente de su propia miseria y entregar su dignidad, los grandes empresarios y los jerarcas de la iglesia, si tuvieron este 16 de mayo pasado, grandes motivos para celebrar.
Es precisamente esta inmensa red clientelar, expresada los miles de millones de pesos invertidos en publicidad gubernamental, y las nóminas de miles de periodistas poco serios, la que ha logrado imponer en los hechos una visión distorsionada de la realidad. La inmensa y aceitada maquinaria propagandística del PLD ha tergiversado la realidad para venderle al ciudadano común que su situación mejora; que el Presidente Fernández es un Presidente "inteligente" y modernista; que se preocupa por la educación y que es "más estadista" que los demás.
Son precisamente los más jóvenes los más vulnerables ante la propaganda; son ellos los más fáciles de impresionar con un avance tecnológico y una modernidad que solamente es virtual, alejada obviamente de las escuelas sin pupitres, los hospitales sin camas y los barrios sin luz. Los más jóvenes, con poca experiencia y malicia, caen más fácilmente en las redes de los manipuladores, y por eso votaron masivamente por Fernández.
La clase media, los sectores urbanos, también votaron masivamente por Fernández el pasado 16 de mayo. Valoran la estabilidad y tienen muy fresco el recuerdo del desastre llamado Hipólito Mejía. No les importa mucho el presidente de turno, siempre y cuando puedan seguir usando las tarjetas de crédito, los préstamos, los Mall's y viajando a Estados Unidos de cuando en vez. No se dan cuenta que el modelo actual genera la creciente inseguridad en la que viven y prefieren el mal menor.
Leonel ganó también por la oposición. Los cuales se esforzaron por perder.
Por un lado, el Partido Revolucionario Dominicano –PRD-, el cual eligió el peor candidato posible. Un hombre sin carisma, ni luces, pero perseguido por demasiados escándalos que hacían demasiado impotable su candidatura. Su propaganda fue agresiva y poco creativa, y su discurso alejado de los intereses de la gente. El único atributo de Miguel Vargas Maldonado era su fortuna, pero al fin de cuentas no resultó ser tan afortunado.
Los disminuidos reformistas, por su parte, presentaron un candidato folklórico que hizo de hazmerreír tirando pollos y gallinas desde una Hummer veloz. Los pocos reformistas que quedaban, fueron absorbidos por los demás partidos, sobretodo el Partido de la Liberación Dominicana, y el Presidente, quien con mucho dinero sucio en el bolsillo, se ha encargado de pulverizar al Partido Reformista, y adueñarse definitivamente de la nueva derecha dominicana. EL PRSC, un partido que había gobernado por 22 años el país, puede considerarse un partido desaparecido al obtener el 4.59% de los votos el pasado 16 de mayo.
Se combinaron muchos factores que obligaron al pueblo dominicano a elegir un mal menor, que de todos modos es mal. Fue un hecho real y sólo nos resta estudiarlo, comprenderlo, pero lo más importante, aprender de él. Aprender sobretodo la forma de evitar que se repita.
Nuestro pueblo deberá saber elegir mejor sus gobernantes, o seguirá llorando lágrimas de sangre por sus consecuencias. Nosotros por nuestra parte, deberemos aprender a facilitarle al pueblo salir del circulo vicioso en que se encuentra.
El pasado viernes sucedió un hecho real, ese hecho fue que 2.2 millones de dominicanos, el 53% de los que votaron, lo hicieron por el actual Presidente, reeligiendo su desproyecto de nación virtual; idealizada en las calles de Nueva York, y que olvida el campo, la raíz, el barrio, al vecino, a la vecina, la escuelita, el verdulero, la música del colmado y las calles polvorientas.
Todo aquello es verdad, pero también es verdad que ganó en unas "elecciones" bien organizadas, desde el punto de vista administrativo y que trascurrieron sin incidentes (más allá de aquellos a los cuales ya estamos acostumbrados), pero sin una acción de fuerza que obligara a los 2 millones de dominicanos que votaron por él. Analicemos las razones por las cuales pudo sucede este fenómeno.
La noche del 16 de mayo, estuve hasta tarde de la noche recorriendo la ciudad. El polígono central, la 27 de Febrero, la México, la Duarte y zonas aledañas, la Máximo Gómez, la Bolívar, la Zona Colonial, Ciudad Nueva, San Carlos, el Malecón, todas desiertas. En el único lugar en el que hubo celebración esa noche fue en la avenida Independencia, frente al local principal del PLD en la calle Cervantes y más tarde, cerca de la Independencia esq. Pasteur, en el concierto de Peña Suazo, a escasos pocos metros de la Casa Nacional de ese partido.
En el colmado de la esquina, un oficial superior del DNI, para nada incubierto, se apresuraba comprando, junto a sus subalternos, varias botellas de "blu leibol" al precio que costara. Se notaba que no estaban tan preparados para celebrar.
Pero realmente no había un pueblo celebrando. Celebraban los militantes del PLD; tan escaso tigeraje, que apenas podía colmar el patio del comando de campaña y el pedazo de calle en frente. Pero ese viernes el pueblo se acostó temprano. Y creo que se acostó, después de escuchar al derrotado Miguel Vargas alrededor de las 11:00 de la noche. La ciudad cerró sus puertas.
Esta anécdota me permitió reflexionar la situación. Los jóvenes observadores internacionales, a quienes acompañé todo el día 16 recorriendo los centros de votaciones de la ciudad, se sorprendían de la calma absoluta. Yo les decía que el pueblo, aunque en mayoría votara por Fernández, no encontraría verdaderos motivos para celebrar su propia derrota, aunque los buscara bien.
Y es que unas elecciones, en las cuales primó el concepto del "menos malo", y en donde se compraron tantas voluntades, no pueden generar resultados que motiven celebración. Ni los primeros que a regañadientes eligieron el golpe menos fuerte, ni los segundos que eligieron interés por encima de gusto y sentimiento, pueden encontrar ahora, suficientes motivos para festejar.
Ciertamente sigue vigente la concepción del mal menor. Los dominicanos y dominicanas se sienten atrapados en un círculo vicioso de políticos ladrones, de los cuales, prefieren elegir aquellos ladrones "más recatados", "más inteligentes", "más amanerados" y "limpios". Prefieren elegir a los ladrones menos "bullosos" y más "organizados", y a aquellos que "roban pero que construyen". Los eligen, pero al fin de cuentas, saben bien que son ladrones.
Otra razón importante de esta victoria fue el clientelismo. Sin temor a equivocarme, pienso que Fernández ha logrado crear la mayor red clientelar de la historia dominicana. Comparable únicamente (en proporción y no en magnitud) con la construida a finales de 1800 por Ulises Heureaux (Lilís), quien también fue un alumno aventajado de un gran hombre, y terminó traicionando sus principios; y quien también trajo modernidad al país de la mano del Ferrocarril y de las plantaciones. Espero, sinceramente, que no necesitemos a un Jacobito de Lara.
Nunca, desde los últimos años de Lilís (y ni siquiera con Trujillo y Balaguer), un Presidente había hecho tantos esfuerzos por sonsacar y corromper la disidencia; por destruir las instituciones y las organizaciones gremiales, y por distorsionar la subjetividad de todo un pueblo con propaganda y desinformacion. Nunca se había utilizado tanto dinero público para comprar tantas voluntades y partidos.
Con la inmensa y abultada nómina pública, con el festival de subsidios (a la electricidad, al gas, al pan, a la leche, al pollo y los huevos, a los transportistas, al arroz, etc), con la compra dirigentes opositores, con las pensiones de intelectuales y artistas, con el uso de la millonaria publicidad gubernamental, con los tratos bajo de la mesa con los dirigentes de los cárteles choferiles, con la tarjeta solidaridad, con la tarjeta de los estudiantes, con la creación de la policía auxiliar, con la utilización del financiamiento público a instituciones para neutralizarlas (Academia de Ciencias, UASD, etc) y con la nómina de periodistas, y sin siquiera hablar de la nominilla, entre otros, se ha creado una gran red de clientelismo que enreda a cientos de miles de personas "claves" las cuales comprometen y en el mejor de los casos neutralizan cualquier disidencia. La lógica de funcionamiento es similar a la del PEME, pero a diferencia del "programa" anterior, la nueva red no incluye sólo delincuentes, beneficia también a periodistas, productores y empresarios, dirigentes políticos, artistas, intelectuales, personalidades y dirigentes gremiales. Todos personas con cierta influencia en la opinión pública o en su sector de origen.
En otro nivel, una lógica clientelar más masiva, busca beneficiar con pequeñas cantidades de dinero a gente del pueblo a jóvenes, a dirigentes políticos medios y bajos de ese partido y a amas de casa. Una vez creada la red, el beneficiario, o sus familiares, temen perder la miserable dádiva y tienden, por tanto, a favorecer el día de las elecciones al candidato Leonel Fernández y a su reelección.
En este análisis omitiré los beneficios del pastel que reciben los grandes empresarios en términos de subsidios a la energía y el combustible, y sobretodo el otorgamiento de onerosos contratos y permisividad ante sus mafias, tales como el contrato de San Soucí. Esta situación, más corporativa que clientelar, explica el porque el Consejo Nacional de la Empresa Privada –CONEP- ha dejado atrás su tradicional espíritu combativo para silenciar su alegría en aras de la gobernabilidad, pero ese es otro análisis.
Ni una palabra de los grandes jerarcas de la Iglesia Católica de los cuales ya conocemos sus más que evidentes preferencias electorales. Sin embargo, a diferencia de los pequeños beneficiarios que votan por Fernández para conservar una dadiva miserable, a costa precisamente de su propia miseria y entregar su dignidad, los grandes empresarios y los jerarcas de la iglesia, si tuvieron este 16 de mayo pasado, grandes motivos para celebrar.
Es precisamente esta inmensa red clientelar, expresada los miles de millones de pesos invertidos en publicidad gubernamental, y las nóminas de miles de periodistas poco serios, la que ha logrado imponer en los hechos una visión distorsionada de la realidad. La inmensa y aceitada maquinaria propagandística del PLD ha tergiversado la realidad para venderle al ciudadano común que su situación mejora; que el Presidente Fernández es un Presidente "inteligente" y modernista; que se preocupa por la educación y que es "más estadista" que los demás.
Son precisamente los más jóvenes los más vulnerables ante la propaganda; son ellos los más fáciles de impresionar con un avance tecnológico y una modernidad que solamente es virtual, alejada obviamente de las escuelas sin pupitres, los hospitales sin camas y los barrios sin luz. Los más jóvenes, con poca experiencia y malicia, caen más fácilmente en las redes de los manipuladores, y por eso votaron masivamente por Fernández.
La clase media, los sectores urbanos, también votaron masivamente por Fernández el pasado 16 de mayo. Valoran la estabilidad y tienen muy fresco el recuerdo del desastre llamado Hipólito Mejía. No les importa mucho el presidente de turno, siempre y cuando puedan seguir usando las tarjetas de crédito, los préstamos, los Mall's y viajando a Estados Unidos de cuando en vez. No se dan cuenta que el modelo actual genera la creciente inseguridad en la que viven y prefieren el mal menor.
Leonel ganó también por la oposición. Los cuales se esforzaron por perder.
Por un lado, el Partido Revolucionario Dominicano –PRD-, el cual eligió el peor candidato posible. Un hombre sin carisma, ni luces, pero perseguido por demasiados escándalos que hacían demasiado impotable su candidatura. Su propaganda fue agresiva y poco creativa, y su discurso alejado de los intereses de la gente. El único atributo de Miguel Vargas Maldonado era su fortuna, pero al fin de cuentas no resultó ser tan afortunado.
Los disminuidos reformistas, por su parte, presentaron un candidato folklórico que hizo de hazmerreír tirando pollos y gallinas desde una Hummer veloz. Los pocos reformistas que quedaban, fueron absorbidos por los demás partidos, sobretodo el Partido de la Liberación Dominicana, y el Presidente, quien con mucho dinero sucio en el bolsillo, se ha encargado de pulverizar al Partido Reformista, y adueñarse definitivamente de la nueva derecha dominicana. EL PRSC, un partido que había gobernado por 22 años el país, puede considerarse un partido desaparecido al obtener el 4.59% de los votos el pasado 16 de mayo.
Se combinaron muchos factores que obligaron al pueblo dominicano a elegir un mal menor, que de todos modos es mal. Fue un hecho real y sólo nos resta estudiarlo, comprenderlo, pero lo más importante, aprender de él. Aprender sobretodo la forma de evitar que se repita.
Nuestro pueblo deberá saber elegir mejor sus gobernantes, o seguirá llorando lágrimas de sangre por sus consecuencias. Nosotros por nuestra parte, deberemos aprender a facilitarle al pueblo salir del circulo vicioso en que se encuentra.
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