Por: Guillermo Peña Capellán
La vida acelerada que desarrolla actualmente el ser humano ha provocado que se aleje de vivir en convivencia con los demás, y esto hace que se torne cada vez más individualista.
El individualismo y la corrupción se relacionan en razón de que si somos individualistas nos alejamos más de los derechos de la colectividad, trayendo como consecuencia el mero interés personal, satisfaciendo nuestros egos y placeres, sin importar cómo conseguirlos.
Si bien es cierto que se debe trabajar por el desarrollo personal, no menos cierto es que el mismo nunca debe ser sobre la base de aplastar al otro para sobresalir y triunfar.
La política partidaria tradicional propicia este individualismo, creando liderazgos unipersonales e incluso omnipotentes que ponen en peligro la democracia.
Con estas malas prácticas se crean tiranos, no líderes, y esto conlleva a que hechos de corrupción se apoderen de sus seguidores con el fin único de obtener el poder por el poder.
Es necesario izar la bandera del compromiso con nuestra sociedad, sustituyendo ese individualismo que nos hace ser menos humano, por el trabajo en equipo. Pasar del bienestar y la felicidad personal al bien común de la colectividad. Cambiar ese liderazgo unipersonal es nuestra misión. Construyamos liderazgos nuevos que sustituyan ese individualismo a ultranza. Esta es, nuestra responsabilidad histórica.
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