Por: Elizabeth Mateo Pérez
Como mujeres, hoy tenemos un espacio que nos hemos ganado. Un espacio de luchas populares que proviene más allá de la rebelión de Anacaona contra los españoles, asumiendo su rol de Gobernadora de Jaragua al ver que su pueblo estaba en peligro. Más allá de la valentía de Concepción Bona y María Trinidad Sánchez al confeccionar nuestra Bandera Nacional y hacer sentir en 1844, la mano artística de una mujer en una lucha considerada de hombres.
A la admiración no se escapa Salomé Ureña de Henríquez, que dedica su vida a la formación de mujeres vanguardistas, que se convirtieron luego en multiplicadoras de un esquema educativo más liberal. Minerva Mirabal adquiere su título de abogada y junto a sus hermanas se embiste contra la dictadura como ejemplo de que la Patria es cosa de dominicanos y dominicanas, no de luchas entre géneros.
Es menester de mi pluma mencionar a Mamá Tingó, quien demostró que la mujer campesina merece igual atención que el hombre del campo y trabaja y se esfuerza en la educación de sus hijos. No obstante, se enfrenta a la defensa de su comunidad sin miedos.
Esas son algunas de nuestras pasadas heroínas, cuyas llamas quedan vivas en la historia del presente. Sin embargo, que injusticia sería mencionarlas sólo a ellas, cuando a diario miles de mujeres dominicanas se convierten en heroínas silentes en sus comunidades, colegios, universidades y hogares.
Nuestras madres, abuelas, amas de casa, artistas, profesoras, enfermeras, militares, policías, choferas, empresarias, médicos, abogadas, arquitectas, líderes comunitarias, trabajadoras sociales, obreras, que día a día con su esfuerzo nos ayudan a construir un mejor presente para el país, jamás son mencionadas con tanto ahínco como deberían. A ellas, que a diario nos inspiran, las considero liderezas extraordinarias.
Doña Bonifacia, de la Asociación de Ancianos sin Casa de Las Cañitas, es una mujer de algunos ochenta años, enfermera pensionada que vive en el sector Las Cañitas y dedica sus pocos recursos, su vivienda y sus últimas fuerzas a prestar ayuda a todo anciano del sector que no tenga vivienda, que haya sido arropado por una enfermedad o necesite medicinas.
La voz casi entrecortada de Doña Bonifacia, debido al pasar de sus años no me permitía casi comprenderla, pero me transimitió con el amor a la labor que realiza con sus fuerzas una admiración y un sentir de lucha perpetuo. Esa mujer es valiosa, y nos lleva a preguntarnos, ¿dónde están las heroínas que cada una de nosotras llevamos dentro? Sin casi fuerzas, aquella señora de aparente fragilidad ha decidido aportar sus conocimientos y esfuerzos para que su sector pueda ser mejor cada día; nosotras las que aún tenemos fuerzas debemos respondernos esta interrogante.
Puede ella. Puedes tú, todo es cuestión de voluntad. Para iniciar el cambio en un país no se requieren dos maestrías y un doctorado, es importante, pero sin voluntad no hay cambio. Aquellas mujeres que hoy consideramos grandes heroínas de la Patria no son distintas a tí, fueron mujeres ordinarias que con determinación abrazaron un ideal y trabajaron por él hasta sus últimos días, dejando así un legado de cambio que hoy admiramos.
Transforma tu colegio, tu universidad, crea tus proyectos y ejecútalos. Persigue tus metas y fórmate, pero, que en el trascurso de esa formación no se te vayan los años, produce el cambio a la par con tu historia. Tu Patria pregunta por tí hoy, por la unidad de todos los hombres y mujeres que día tras día transitan por sus calles.
Las conquistas de equidad de género, el derecho al voto, a la educación superior, a cuotas de participación, han sido de suma importancia para las mujeres. Las oportunidades que disfrutamos hoy, han sido producto de la vehemencia de un grupo de mujeres que participaron en el proceso de cambio. Su participación hizo que hoy, todas seamos beneficiarias de sus propuestas, quiere decir, que aún decidamos no participar, las decisiones políticas y sociales, positivas o negativas nos afectan.
Participemos de los procesos políticos y luchas sociales, no seamos críticos indiferentes, seamos artífices de la Nación que queremos y arquitectas del futuro que deseamos para nuestros hijos e hijas. Si no participamos, otros marcarán nuestro rumbo y no necesariamente el rumbo correcto.
Es por esta razón, que como ciudadanas tenemos el deber de crear conciencia, de participar en los procesos políticos y sociales, de enseñar a nuestros hijos e hijas a ser verdaderos ciudadanos y ciudadanas, a votar por hombres y mujeres que cumplan con las capacidades necesarias para participar en la toma de decisiones, y tal vez, algún día ya no tengamos que luchar por cuotas, pues se nos permitiría competir bajo plena igualdad de condiciones.
No continuemos construyendo nuestras propias barreras, Minerva las derribó, Mamá Tingó las traspasó, Doña Bonifacia demuestra que no hay límite. Todo queda en nuestra voluntad de cambiar el país y de atreverte a despertar la heroína que hay en tí.
A la admiración no se escapa Salomé Ureña de Henríquez, que dedica su vida a la formación de mujeres vanguardistas, que se convirtieron luego en multiplicadoras de un esquema educativo más liberal. Minerva Mirabal adquiere su título de abogada y junto a sus hermanas se embiste contra la dictadura como ejemplo de que la Patria es cosa de dominicanos y dominicanas, no de luchas entre géneros.
Es menester de mi pluma mencionar a Mamá Tingó, quien demostró que la mujer campesina merece igual atención que el hombre del campo y trabaja y se esfuerza en la educación de sus hijos. No obstante, se enfrenta a la defensa de su comunidad sin miedos.
Esas son algunas de nuestras pasadas heroínas, cuyas llamas quedan vivas en la historia del presente. Sin embargo, que injusticia sería mencionarlas sólo a ellas, cuando a diario miles de mujeres dominicanas se convierten en heroínas silentes en sus comunidades, colegios, universidades y hogares.
Nuestras madres, abuelas, amas de casa, artistas, profesoras, enfermeras, militares, policías, choferas, empresarias, médicos, abogadas, arquitectas, líderes comunitarias, trabajadoras sociales, obreras, que día a día con su esfuerzo nos ayudan a construir un mejor presente para el país, jamás son mencionadas con tanto ahínco como deberían. A ellas, que a diario nos inspiran, las considero liderezas extraordinarias.
Doña Bonifacia, de la Asociación de Ancianos sin Casa de Las Cañitas, es una mujer de algunos ochenta años, enfermera pensionada que vive en el sector Las Cañitas y dedica sus pocos recursos, su vivienda y sus últimas fuerzas a prestar ayuda a todo anciano del sector que no tenga vivienda, que haya sido arropado por una enfermedad o necesite medicinas.
La voz casi entrecortada de Doña Bonifacia, debido al pasar de sus años no me permitía casi comprenderla, pero me transimitió con el amor a la labor que realiza con sus fuerzas una admiración y un sentir de lucha perpetuo. Esa mujer es valiosa, y nos lleva a preguntarnos, ¿dónde están las heroínas que cada una de nosotras llevamos dentro? Sin casi fuerzas, aquella señora de aparente fragilidad ha decidido aportar sus conocimientos y esfuerzos para que su sector pueda ser mejor cada día; nosotras las que aún tenemos fuerzas debemos respondernos esta interrogante.
Puede ella. Puedes tú, todo es cuestión de voluntad. Para iniciar el cambio en un país no se requieren dos maestrías y un doctorado, es importante, pero sin voluntad no hay cambio. Aquellas mujeres que hoy consideramos grandes heroínas de la Patria no son distintas a tí, fueron mujeres ordinarias que con determinación abrazaron un ideal y trabajaron por él hasta sus últimos días, dejando así un legado de cambio que hoy admiramos.
Transforma tu colegio, tu universidad, crea tus proyectos y ejecútalos. Persigue tus metas y fórmate, pero, que en el trascurso de esa formación no se te vayan los años, produce el cambio a la par con tu historia. Tu Patria pregunta por tí hoy, por la unidad de todos los hombres y mujeres que día tras día transitan por sus calles.
Las conquistas de equidad de género, el derecho al voto, a la educación superior, a cuotas de participación, han sido de suma importancia para las mujeres. Las oportunidades que disfrutamos hoy, han sido producto de la vehemencia de un grupo de mujeres que participaron en el proceso de cambio. Su participación hizo que hoy, todas seamos beneficiarias de sus propuestas, quiere decir, que aún decidamos no participar, las decisiones políticas y sociales, positivas o negativas nos afectan.
Participemos de los procesos políticos y luchas sociales, no seamos críticos indiferentes, seamos artífices de la Nación que queremos y arquitectas del futuro que deseamos para nuestros hijos e hijas. Si no participamos, otros marcarán nuestro rumbo y no necesariamente el rumbo correcto.
Es por esta razón, que como ciudadanas tenemos el deber de crear conciencia, de participar en los procesos políticos y sociales, de enseñar a nuestros hijos e hijas a ser verdaderos ciudadanos y ciudadanas, a votar por hombres y mujeres que cumplan con las capacidades necesarias para participar en la toma de decisiones, y tal vez, algún día ya no tengamos que luchar por cuotas, pues se nos permitiría competir bajo plena igualdad de condiciones.
No continuemos construyendo nuestras propias barreras, Minerva las derribó, Mamá Tingó las traspasó, Doña Bonifacia demuestra que no hay límite. Todo queda en nuestra voluntad de cambiar el país y de atreverte a despertar la heroína que hay en tí.
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