martes, 24 de febrero de 2009

Somos un país (II)


Por: Guillermo Peña Capellán

Es importante aclarar que, desacreditar el país, no es, ni será jamás la intención de quien suscribe. Los datos antes señalados, son el reflejo del país que somos. Ocultarlos, negarlos e incluso dudar de ellos, es querer tapar el sol con un dedo.

Difundir por todos los medios, datos relevantes como éstos, es una responsabilidad que tenemos como ciudadanos. Al hacerlo, la gente se empodera; y a su vez, las autoridades priorizan en las políticas sociales más vulneradas.

El Episcopado Dominicano se pronunció (por fin) contra el clima de corrupción y pobreza que vive hoy la República Dominicana. Lo hizo porque percibió que sus feligreses se están cansando de ver como cada vez mas, los gobiernos dominicanos juegan con el erario público y nadie los defiende.

Y es que, aunque hemos logrado ciertos avances macroeconómicos en los últimos cincuenta años, esto no se refleja en el desarrollo humano de la gente.

Ahora bien, ya sabiendo quienes somos, podemos decir hacia dónde vamos.

Vamos hacia donde los dominicanos y dominicanas nos decidamos a ir. Los caminos están claros: el desorden o la institucionalidad, el sálvese quien pueda o la lucha colectiva, el irrespeto a la ley o la seguridad jurídica, un modelo económico más equitativo o el neoliberalismo salvaje, un Estado fallido o un Estado de derecho.

El futuro puede cambiar, pero todo dependerá de la actitud que asumamos. Claro está, si bien nuestro país puede cambiar, hay que tomar medidas concretas para que esto ocurra. ¿O es que acaso creemos que por obra y gracia del espíritu santo, la política clientelista va a desaparecer?

En las calles, al conversar con el ciudadano de a pie, percibimos como va en decadencia la educación dominicana. Si no cambiamos de barco y buscamos nuevos tripulantes; los pasajeros no tendrán las oportunidades de poder viajar tranquilos, y nuestro destino será funesto. Trabajemos y unámonos más para que no suceda así.

Me llena de esperanza que la indiferencia de la gente se está transformado en vocación de cambio real (muestra de ello es la diversidad de movilizaciones políticas y sociales que se han formado en los últimos meses); Ahora bien, el reto es que esto se refleje en un nuevo proyecto político-social; incluyente, plural, y sobre todo no sesgado ideológicamente. Un proyecto que llene de votos las urnas electorales. Sólo así caminaremos bien.

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