viernes, 21 de noviembre de 2008

Más allá de la euforia

Por: Millizen Uribe
Después de la resaca electoral, de la celebración, del triunfo. De la alegría que provoca ver el casi cumplimiento del sueño de Martín Luther King, nos queda la no simpática pero sí necesaria tarea de reflexionar acerca del significado de la victoria de Obama.

Y es que la separación de lo racional de lo emocional es una labor dura, pero necesaria. Por lo que creo que desde ahora debemos estar claro, para evitar futuras decepciones, de que Estados Unidos amerita cambios que no dependen de un hombre, sino más bien de todo el pueblo, de toda la estructura.

Es por esto que, independientemente de la buena voluntad que pueda tener Obama, creo que hasta él mismo está consciente de que hay situaciones estructurales que podrían interferir en el cumplimiento de todos sus sueños, de todas sus metas.

Temas como la recuperación de la economía estadounidense, la guerra de Irak, la política migratoria, la firma o no de Tratados de Libre Comercio y la política exterior hacia Cuba y Venezuela se presentan cómo aspectos claves del gobierno de Obama.

En todos estos hay de fondo una política nacional, un modus operandi que más que Republicano o Demócrata es estadounidense. Sin embargo, precisamente sobre estos tópicos Obama ha trazado su línea del cambio.

Y aquí surge la pregunta ¿Gobernará Obama siguiendo el manejo tradicional de la gran mayoría de los gobernantes estadounidenses o cumplirá con sus promesas de campaña? Esencialmente en la respuesta a esta pregunta está la cuestión, pues en el caso de que él decida llevar el cambio hasta las últimas consecuencias, perdería el respaldo de los políticos tradicionales y dice la voz popular que, al igual que Kennedy, hasta la vida.

Por el otro lado, si modera su política en función de lo que el sistema le permite hacer, las personas que hoy lo aclaman y lo apoyan se decepcionarían y su popularidad descendería.

Esto provocaría una situación muy similar a la que ha pasado con algunos presidentes de Suramérica y Centroamérica, tales como Daniel Ortega, Tabaré Vázquez y Martín Torrijos, entre otros, quienes llegaron al poder con un gran respaldo popular pero que ya hoy día las encuestas revelan que sus gobiernos lucen poco simpáticos, pues no han tomado las medidas que las personas entienden.

Estos casos sólo demuestran que sí, que el cambio es aclamado, posible y necesario, pero que este, aunque este impulsado, motorizado y sustentado por hombres y mujeres, debe ser un cambio de raíz, un cambio de las estructuras, un cambio de sistemas.

viernes, 14 de noviembre de 2008

Conformismo silente II

Si asumimos la actitud de que nunca cambiaremos, negaríamos el curso de la historia. Hoy más que nunca, nada es para siempre en nuestro mundo globalizado e interdependiente. Todos los grandes imperios han caído. No hay porque temer a los cambios. “Lo único permanente en la vida es el cambio”. Quedarnos de brazos cruzados no resolverá ni uno solo de nuestros problemas.

El conformismo es una muestra de resignación, fracaso y pesimismo. Es guindar los tenis y rendirse porque supuestamente no hay nada que hacer para cambiar.

Quien se adapta a las injusticias sociales y a las circunstancias del día a día, se hace cómplice por omisión de las mismas.

Por esta razón, es necesario insistir en el tema. Y es que, cuando “tiramos la toalla” dejamos de luchar por una mejor calidad de vida.

La mediocridad es hermana del conformismo. Dejar de hacer algo por temor a fracasar, es lamentar lo que todavía no ha sucedido.

Es tiempo ya de tomar el riesgo y luchar por lo que se cree. Al final recibiremos el elogio y los aplausos de quienes detractaban de manera incrédula los aires de cambios.

“Cuando un hombre es derrotado por el enemigo, podrá levantarse en un cierto periodo, pero cuando un hombre es derrotado por el conformismo jamás volverá a levantar la cabeza”.

martes, 11 de noviembre de 2008

I have a dream

Por: José Carlos Nazario
“Sueño que un día esta nación se levantará y vivirá el verdadero significado de su credo: ‘Afirmamos que estas verdades son evidentes: que todos los hombres son creados iguales’. / Sueño que un día, en las rojas colinas de Georgia, los hijos de los antiguos esclavos y los hijos de los antiguos dueños de esclavos, se puedan sentar juntos a la mesa de la hermandad. / Sueño que un día, incluso el estado de Misisipi, un estado que se sofoca con el calor de la injusticia y de la opresión, se convertirá en un oasis de libertad y justicia. / Sueño que mis cuatro hijos vivirán un día en un país en el cual no serán juzgados por el color de su piel, sino por los rasgos de su personalidad.” Así proclamaba Martin Luther King, Jr. en su discurso de agosto de 1963. Palabras que cobran la fuerza de su vigencia en una semana como esta, en días como los que se viven.

Cuarenta y cinco años después hemos visto el inicio de la realización de ese sueño. Con el arribo de un hijo de inmigrante keniano a la presidencia del mismo país que pisoteaba los derechos civiles de personas por su origen, su credo y su raza y que viera morir de un balazo intolerante al autor de esa pieza oratoria, se abre una nueva era.

Hoy, en la vorágine absurda y desgarradora de una crisis creada por la usura, podemos decir que sigue viva una esperanza. Tras los años sesenta y setenta nos la negaron. Pero hoy, volvemos a la idea de que podemos construir, con esfuerzo, sociedades mejores.

Se reaviva el anhelo de que sin tender la mano a la dádiva esclavista del clientelista de turno, sin empobrecernos en la hueca carrera de los días, de la incultura, sin arrastrarnos a la espera de un salvador que nos levante, podemos cambiar las cosas, en nuestro y en todos los países.

No quiero nombrarlo, no quiero que la moda, la fragilidad de su persona o el snobismo barran lo que el sacrificio de tantos años ha logrado. Solo quiero decir, con el corazón en las propias manos y la mirada en el futuro, aquellas palabras proféticas: I have a dream…

Nosotros participamos, ellos deciden

Por: Millizen Uribe
¿Han escuchado la frase de: “Si me engaña una vez sinvergüenza es, si me engaña dos sinvergüenza soy?”, pues yo estoy muy de acuerdo con ella.

Es por esto que ante la algarabía que se hizo con las consultas populares permanecí totalmente escéptica pues ya yo sabía por dónde venían.

Y miren que el tiempo no me llamó a engaño, pues en definitiva después de que el gobierno movió cielo y tierra consultando a las personas acerca de cuál era su mecanismo favorito para reformar la constitución ahora quiere hacer lo que se le venga en gana.

Esto me recuerda la anécdota que me hizo un amigo de que un maestro le pidió a un campesino que conjugará el verbo participar y lo hizo de esta manera: “Yo participo, tu participas, él participa, ella participa, nosotros participamos, ellos deciden”.

Y es que con este tema las autoridades han dado muestra de un gran irrespeto a la voluntad popular, pues aunque en la consulta el 62 % de los participantes señalaron que quieren que la reforma constitucional se haga mediante Asamblea Constituyente, se insiste en utilizar como mecanismo La Asamblea Revisora.

Las razones de esta decisión están más claras que el agua. Los políticos quieren continuar coactando el poder y se niegan a dejar que el pueblo, el verdadero y absoluto soberano, haga uso del poder que sólo el pueblo posee y que al pueblo pertenece.

Es por esto que quieren que, una vez más, la modificación de la Carta Magna se haga tras una reunión de aposento, y no al aire libre, en sesiones en las que el pueblo pueda ventilar sus inquietudes.

Sin embargo dejaré este articulo hasta aquí porque no quiero abundar mucho de este tema, ya que considero su tratamiento en este momento como una especie de caramelo envenenado, que ha sido entregado a nosotros, los niños, para una vez más entretenernos con algo, mientras el nivel de vida en el país sigue empeorando y el Presidente teorizando.

jueves, 23 de octubre de 2008

Conservadurismo en la nueva Constitución


Por: José Carlos Nazario

La nueva propuesta de Constitución, como hemos escrito, contempla en su contenido luces y sombras. En dicho texto, se enumeran derechos de factura progresista en su máxima expresión, así como también, se enuncian limitaciones que podríamos considerar absurdas en una sociedad del siglo XXI.

Esta realidad, podemos suponer, es fruto de la diversidad de posiciones de los redactores del proyecto. Sin embargo, hemos querido señalar los puntos que entendemos más desacertados, si asumimos, como de hecho lo hacemos, que estamos ante la Constitución más liberal que ha conocido el Estado dominicano en toda su historia, comparable, incluso con la impulsada por el profesor Juan Bosch en la década de los 60’s.

En primer sentido, el Estado anuncia la Carta, que supone una serie de prerrogativas contrarias a ese sentido, invocando el nombre de Dios. La pieza se presenta contradictoria, según el enfoque de que no todo dominicano profesa la misma fe, o quizás no tenga. A seguidas, en el artículo primero, la Constitución establece el pluralismo, como uno de los principios que han de regir la convivencia e inspirar el ordenamiento jurídico.

Invocar el nombre de deidades en una Ley de leyes que debe regir y representar a la totalidad de los dominicanos, creyentes o no, es, desde el punto de vista de la filosofía política normativa, un acto de exclusión.

En la sección IV del Capítulo III, que trata del Régimen de Seguridad y Desarrollo Fronterizo, se refieren asuntos sobre la protección de los “valores, tradiciones y cultura que (supuestamente) identifican la dominicanidad”.

Estos puntos son una muestra rancia de rechazo a la diversidad de culturas y creencias que siempre ha existido y existirá en nuestro suelo. En franco ejercicio de una óptica atrasada, se quiere presentar, falsamente y dándole rango constitucional, que existen tales referentes de pensamiento único entre los dominicanos, lo cual es, si profundizamos una percepción miope de la realidad, más aún cuando se reconoce, como dijimos antes, la pluralidad como uno de los fundamentos del Estado.

Por la misma senda del retroceso enfila el espíritu de la sección I del capítulo IV, que trata la Nacionalidad. Se establece el jus sanguini, asumiendo además, el marco legislativo, constitucional, enfocando casos particulares, como es el de los indocumentados de origen haitiano, que implícita y específicamente son aludidos en los literales b y d del artículo 16.

Al menos, la propuesta desautoriza un fallo desproporcionado y antojadizo que sobre la temática se produjo en tiempos pasados; zanjando además, anticipada y absurdamente, la discusión sobre el tema de los dominico-haitianos y generando una minoría sin personalidad jurídica ni derechos que, como hemos dicho, a la larga, terminará constituyéndose en un peligro para la paz social.

El artículo 30, por otra parte, señala que “el derecho a la vida es inviolable desde la concepción hasta la muerte”. Consideramos una aberración que se otorgue rango constitucional a este punto que, como todos sabemos, es un debate pendiente. En las condiciones sociales de nuestro país, con la impronta del machismo y la marginalidad y en pleno siglo XXI, se asume como mandato constitucional la condena a muerte de miles de mujeres que sí son sujetos de derecho, obligándoles a asumir el aborto desprotegido y clandestino.

El artículo 44 del proyecto, por otra parte, mantiene la premisa desfasada y absurda de la Constitución vigente de que “El matrimonio de un hombre y una mujer es el fundamento legal de la familia.” En una sociedad donde la unión libre es la norma y en la que padres y madres solteras llevan adelante sus familias con todos los elementos que la constituyen, nos parece injusto y desacertado afirmar lo establecido.

De igual manera se cierra el paso, manteniendo este concepto, a la posibilidad de reconocer derechos a los homosexuales por la vía legal.

Con estos señalamientos del articulado hemos intentado ubicar algunas de las visiones más conservadoras que presenta el proyecto de nueva Constitución. Como contraste, el texto nos genera cuestiones de largo alcance en materia de libertades, derechos y deberes avanzadísimos, que ojalá no queden siendo, como dijo La Salle y secundó Balaguer, un simple pedazo de papel.

Es tarea nuestra convertir la Constitución que parirá este proceso en un portaestandarte de nuestro proyecto futuro y en una limitante para aquellos que busquen entorpecer nuestro avance hacia el porvenir. Tenemos abiertas las vías mediante la participación en las vistas públicas. Manos a la obra.