viernes, 14 de noviembre de 2008

Conformismo silente II

Si asumimos la actitud de que nunca cambiaremos, negaríamos el curso de la historia. Hoy más que nunca, nada es para siempre en nuestro mundo globalizado e interdependiente. Todos los grandes imperios han caído. No hay porque temer a los cambios. “Lo único permanente en la vida es el cambio”. Quedarnos de brazos cruzados no resolverá ni uno solo de nuestros problemas.

El conformismo es una muestra de resignación, fracaso y pesimismo. Es guindar los tenis y rendirse porque supuestamente no hay nada que hacer para cambiar.

Quien se adapta a las injusticias sociales y a las circunstancias del día a día, se hace cómplice por omisión de las mismas.

Por esta razón, es necesario insistir en el tema. Y es que, cuando “tiramos la toalla” dejamos de luchar por una mejor calidad de vida.

La mediocridad es hermana del conformismo. Dejar de hacer algo por temor a fracasar, es lamentar lo que todavía no ha sucedido.

Es tiempo ya de tomar el riesgo y luchar por lo que se cree. Al final recibiremos el elogio y los aplausos de quienes detractaban de manera incrédula los aires de cambios.

“Cuando un hombre es derrotado por el enemigo, podrá levantarse en un cierto periodo, pero cuando un hombre es derrotado por el conformismo jamás volverá a levantar la cabeza”.

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