lunes, 23 de junio de 2008

Secuestraron la tranquilidad

Por: Crystal Fiallo

La delincuencia puede tener muchas razones; razones que han sido víctimas de debates por años y años, entre las cuales están: hay quienes poseen actitud y aptitud de delinquir, otros lo hacen para sobrevivir, para costear vicios, para pagar deudas y otros como deporte. Razones sobran; armas para luchar contra la delincuencia faltan; voluntad para prevenirla, carecemos; rescatar la tranquilidad, parece que no queremos.


El otro día un amigo me dijo que le estaban vendiendo un Ipod, con capacidad de almacenamiento de 80G en 2,000 pesos; me alarmé y le dije: dile que se lo compro yo. El me hizo gestos con la cara y la mano de que me debía imaginarme que era robado. Yo, nueva en casos como este, no le puse mucha atención y le dije que lo compraría de todas formas. Queridos lectores/as, era una ganga difícil de resistirse.


Analizando luego la incomparable oferta, puse a trabajar mi máquina del tiempo y comenzaron a brotar los recuerdos: una buena amiga la habían golpeado en la esquina de su casa para "tumbarle" (en buen dominicano, robarle) el Ipod y el celular; también recordé a Otto, que junto a su hermana le llevaron no solo el Ipod, sino la camioneta también; ¿y mi hermana? Mi alma gemela Larimar; a ella la golpearon en el parqueo del tercer nivel de Plaza Lama de la Churchill con 27 de febrero, para intentar secuestrarla; lograron robarle el celular.


Fui más atrás y recordé como unos rufianes se robaron, no sólo cosas materiales, sino también la vida de Vanessa, la joven de Santiago de los Caballeros; la cadena de correos electrónicos de Cristina Tonos sobre su atraco en Acrópolis; los asaltos y asesinatos de seres queridos que ruegan por perdurar en el tiempo; no ser polvo del viento.


Nunca voy a olvidar la sensación de cada una de esas noticias: mis amigos y mi propia familia en peligro por cosas materiales que HOY revenden sin saber que alma fue quitada o que mente fue frustrada. Yo iba a comprar ese Ipod: sí, lo confieso, pero esos recuerdos fueron la voz de mi consciencia para sentir rabia, indignación, y sobre todo, respeto por esas historias y por los caídos que no tuve el gusto de conocer.


Por otro lado, también se adhirió a mi análisis tardío el coraje de los y las dominicanos/as que trabajan honradamente y se enfrentan con este virus de individuos que no distinguen entre lo ajeno y lo propio: no conocen el derecho de propiedad; violan los derechos sin saber que respetarlos es la paz. ¿Acaso estas personas son conocedores de Pérez Royo, o de la declaración Universal de los Derechos Humanos? ¿Habrán escuchado hablar de Benito Juárez? ¡Que dilema el mío! Entre rabia y compasión; entre furia y comprensión. ¿De quién es la culpa? ¡Esa es la discusión más eterna! Que si la policía, el Presidente, la ciudadanía por provocar, la cultura del "sálvese quién pueda"… Después de todo, buscar culpables es "barajar" encontrar la solución.


Hay que generar fuentes sólidas de empleo, transformar la cultura de la mini, mediana y grande corrupción en todos los escondrijos de la isla más bella del Caribe; combatir el narcotráfico (con todo lo que requiere gastar y entrenar), invertir en educación, pero sobre todo: tener voluntad para llevar todo esto a cabo.


Muchos dirán: Crystal, no es tan fácil; no seas ingenua… ¿Retornar a lo básico es ingenuidad? ¿Volver a lo elemental frente a una camada de actores que no recuerdan la formula del desarrollo, es "inocente"? Las complicaciones nunca han sido mi fuerte. Pero no podemos quedarnos de brazos cruzados cuando las prioridades de los que dirigen nuestra nación no son las mismas que la del 99.9% de los dominicanos/as. Secuestraron la tranquilad de la República Dominicana, pero ya eso es un hecho: actuemos para rescatarla de los brazos de la delincuencia sin más intercambios humanos.

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