lunes, 27 de abril de 2009

Me toca hablar sobre el artículo 30


Por: Crystal Fiallo

En el Congreso Dominicano, en manos de la asamblea nacional, reposa el tan controversial proyecto de Reforma Constitucional propuesto por el Poder Ejecutivo. Nuestros legisladores están en la fase de discutir, aprobar o rechazar el articulado de dicho proyecto a través del sistema de votación.

Le tocó el turno al artículo 30 y salió airoso de ese salón de asamblea que tanta historia conserva en sus paredes. ¿Es culpa del congreso en su totalidad o de los partidos políticos? Antes de contestar esa pregunta déjenme desahogarme: QUE IMPOTENCIA TAN GRANDE sentí cuando supe el resultado de la votación: aprobado el artículo 30 que establece lo siguiente: Artículo 30.

El derecho a la vida es inviolable desde la concepción hasta la muerte. No podrá establecerse, pronunciarse ni aplicarse, en ningún caso, la pena de muerte.

Es necesario dejar claro que el deseo de las organizaciones, legisladores/as y ciudadanos particulares que estaban en contra de este artículo era despenalizar el aborto en los casos de riesgo de vida de la madre y por violación sexual, causas que la mayoría de los países del mundo han aprobado en sus legislaciones.

Los invito a revisar el informe de las politicas de aborto 2008 de las Naciones Unidas que claramente demuestra lo antes dicho.

Mi impotencia me llevó a darle seguimiento a todo lo que los medios de comunicación y organizaciones expresaban, asi como también identificar cuáles legisladores y legisladoras apoyaron o rechazaron la moción.

El congreso NO es una vergüenza: ese día se demostró que allí trabajan congresistas conscientes, sensibles y realistas sobre el impacto del aborto inseguro en la República Dominicana. Contestando mi pregunta de más arriba aprovecho para pedirle a mis muy buenas amigas y amigos que hoy alzan sus voces con toda la razón en sus espaldas, a que no apunten al congreso como un todo: apunten a los partidos políticos que demostraron ser siervos de sus votos y no de ninguna religión como muchos han querido expresar. ¡Se salieron con la suya!

Debemos reconocer la labor de aquellos legisladores que sí decidieron apoyar a las mujeres que viven esa agonía de manera clandestina y que sus vidas estuvieron en peligro o que simplemente hoy no pueden leer este artículo que les dedico desde el fondo de mi alma. Es que much@s no entienden la magnitud de este asunto; podría decir que ni los mismos legisladores (una gran parte) comprenden el atraso que esto representa para la ciudadanía y organizaciones que llevan años luchando en esa batalla.

Solo una mujer es capaz de sentir lo que se siente que estén negociando con su cuerpo, pero cualquier persona entiende lo que es negociar y violar derechos inherentes a los seres humanos: eso fue lo que ocurrió esa noche del martes 21 de abril del año 2009. Me pregunto: ¿y ahora qué? Enfrentar a una sociedad política que no quiere entender las consecuencias del aborto inseguro; que no quiere leer las cifras de muertes maternas; que no quiere escuchar las historias tétricas de las niñas violadas por sus propios familiares…

Enfrentar a una sociedad que prefiere ver morir a una mujer antes de salvarle la vida, es una lucha que no todos pueden lidiar. Si al menos se promovieran medidas alternativas que dejaran entrever rayitos de esperanzas y soluciones tangibles, tales como: centros de adopción, educación sexual a todos los niveles, campañas de prevención y anticoncepción, etcetera, etecetera… Pero no; esta aprobación es un salto al vacio y la atadura de una banda negra en los ojos de la ciudadnía.

Aquí les cuento la fotografía de mi adolescencia: Mi madre, una tremenda mujer que es responsable de todo mi ser y de mi hacer, desde que pude ser capaz de digerir información formativa, nos habló con mucha naturalidad sobre la sexualidad, los órganos reproductivos, la homosexualidad, la anticoncepción, e incluso hasta sobre negociación con un agresor sexual. Siempre fue tan natural que cuando crecí me tocó romper el silencio en todos los salones de clases sobre temas que tenían que ver con formación sexual.

Claro está, en una sociedad que pretende ser “conservadora” esa actitud de apertura y casi cero tabúes, rompió esquemas y generó controversias. Debido a esta “escuelita parental improvisada” mis compañeras de clases se refugiaron muchas tardes en la terraza de mi casa a escuchar a papá y a mamá hablando con ellas como si fueran pares, y tomando notas de lo que NO podían escuchar en una tarde familiar en las salas de sus casas o una mañana en los salones de clases.

Fueron pasando los años y pude observar y vivir desde muy cerca casos tétricos de compañeras, no solo abusadas y manipuladas por sus parejas, sino también desangradas en sus habitaciones, apenas sosteniendo el último suspiro, luego de inventar con remedios caseros para interrumpir el embarazo; evitando el rechazo social o familiar.

En esta anécdota fueron mis amigas las protagonistas: mañana, pueden ser sus hijas, nietas, sobrinas. Tocar de cerca sus historias y llevarlas de la mano en su proceso de frustración, decepción, desesperación y soledad, fue la inspiración, para quien escribe, de formar parte de la lucha contra la indiferencia, el silencio y la hipocresía que radica en la isla que más amo y que no dejaré de limar mientras pueda.

El tema de la sexualidad y de lo activa que están las nuevas generaciones es una realidad; no podemos seguir silenciando el tema si queremos evitar los abortos innecesarios y prevenir la irresponsabilidad. Ahora bien, la interrupción del embarazo en caso de violación y para salvar la vida de la mujer NO DEBE SER TEMA DE DISCUSION. Como diría un buen dominicano: eso se cae de la mata. Víctimas siguen llenando las salas de los hospitales que practican los abortos de manera ilegal o simplemente utilizan las perchas para perforar sus vientres y eliminar el recuerdo de una agresión.

No hay manera de justificar la actuación indolente de esos partidos. “Toy quilla” con los partidos e indignada como mujer, como ciudadana y como ser humano. Esto es una muestra más de que la sociedad civil está subordinada al estado y a los partidos políticos, y que a nuestras voces todavía le falta volumen. Piso el artículo 30, lo estrujo, lo muerdo, lo rompo, y después lo echo a la basura para no ensuciar mis hermosas calles con tan horrendo desecho.

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