Por: Millizen Uribe
El pesimismo, con toda la negatividad y desconfianza que implica, es una de las características que se nos adjudica a los dominicanos. El sentimiento no es para menos, pues en 164 años de vida republicana son pocos los logros que como nación podemos exhibir en temas tan fundamentales como salud, educación, transparencia en el manejo de los recursos públicos y transporte.
De ahí que muchos nos crucemos el semáforo en rojo porque, total, “todo el mundo lo hace”, que no reclamemos castigo para el funcionario corrupto porque “nunca será juzgado” y que para gobernar el país votemos por cualquiera porque “todos son iguales” Sin embargo, como la esperanza es lo último que debe perderse, creo trascendental que los dominicanos recuperemos la confianza y la fe en nosotros mismos, en nuestras cosas.
Esto para comenzar a transitar en ese difícil, largo, pero muy necesario camino hacia la conclusión de la obra de Duarte: una nación dominicana próspera, soberana e independiente.
Para esto lo primero que debemos hacer es cambiar la visión de que “aquí las cosas están muy mal y nunca estarán mejor”. Y una vez pensemos de manera más positiva necesitamos comenzar a actuar, a ejecutar las cosas de una manera diferente.
Por supuesto que el cambio debe iniciar por nosotros mismos: ser mejores en nuestras familias, en nuestros lugares de trabajo, en nuestros centros de estudios y en cada calle de este país.
De modo que acciones como golpear a la esposa, gritarle al hijo, llegar a clases sin estudiar, tirar la basura a la calle o colocarnos en el carril de seguir derecho para doblar quedaran erradicadas de nuestro día a día.
Una vez que esto sea así, seremos mejores ciudadanos y estaremos facultados para comenzar la gran pelea y constituirnos en guardianes del bien social.
Así nos inquietarán las desigualdades sociales y el contraste entre el niño que amanece en una caja de cartón en una calle de la ciudad colonial y el funcionario que viaja en primera clase con toda su familia (querida incluida) a “una reunión de negocios”.
Sólo así veremos la necesidad de que todo dominicano tenga acceso a la educación, a un trabajo, a comer 5 veces al día, a ir a un hospital con la garantía de que será atendido “como la gente”, a tener energía eléctrica, a transitar por una calle sin correr el riesgo de caer en uno de los tantos hoyos, a contestar el celular sin exponerse a que lo atraquen, a salir en las noches sin que esto le implique una muerte casi segura.
Sólo así repudiaremos los altos niveles de corrupción, de derroche estatal, de abuso comercial. Sólo así comenzaremos a ser los pobladores de una media isla que además de paisajes hermosos, de gente contenta, música alegre y comida sabrosa, sea una nación justa, esa en la que sueño que la hija que ya comienzo a anhelar pueda vivir en paz.
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