Por: Guillermo Peña Capellán
En la República Dominicana impera el fanatismo político partidista. Un fanatismo sin parangón que no permite fortalecer las institucionalidad y la democracia. El ciudadano común no cuestiona, ni sanciona el accionar de los y las dirigentes de los partidos políticos.
El fanatismo es “la pasión exacerbada e irracional hacia algo, sin que el fanático o el grupo de fanáticos toleren su cuestionamiento o estudio del mismo”.
La palabra fanático proviene del sustantivo fanum o phanum que significa templo, en consecuencia, fanático quería decir “perteneciente al templo” o "persona asidua al templo"; y hubo un tiempo en que llegó a significar “protector del templo”. Posteriormente, adquirió el sentido de intemperancia desmedida en la defensa de la religión.
Soy de los que piensa que todos los extremos son malos. Ubicarse en el centro para escuchar las diferentes campanas es lo más racional, lógico y prudente para buscar solución a los diversos problemas de nuestra incipiente democracia.
Si estás en un pasillo y te mueves mucho hacia la derecha chocas con la pared, lo mismo ocurre si lo haces hacia la izquierda, es mejor caminar por el centro.
Ahora bien, no quiero decir con esto que debemos huir a la toma de decisiones y optar por posturas políticas neutrales para ser imparciales, sino tratar los temas con cierto grado de objetividad y criticidad. Pensar antes de actuar.
Aceptar dogmas religiosos y líneas políticas partidistas como absolutamente ciertas e indiscutibles, es negar la libertad de pensamiento y difusión de las ideas.
Siempre es preferible el diálogo para llegar al consenso. Sin lugar a dudas, hay aspectos generales que nos unen, el problema es que acentuamos las diferencias.
El fanatismo religioso o político ha sido la causa fundamental de las grandes guerras mundiales. Las divisiones en el mundo de hoy, son mas por el fanatismo religioso que político, debido a que el debate de las ideologías para bien o para mal ha mermado. “Soy del partido x desde chiquitico, lo llevo en la sangre” dijo José Guzmán, mostrando con orgullo que pertenece a un partido por tradición, no por conciencia ideológica ni por realizaciones del mismo a favor de la ciudadanía.
La tolerancia es la virtud idónea para combatir a este enemigo. Entender simplemente, que no todos pensamos iguales y que esto enriquece el debate.
Las religiones y los partidos políticos exigen a sus miembros un respeto ciego a sus mitos, creencias y dogmas, con ello se promueve el fanatismo, y así no es posible la unión sino la imposición o conversión.
¡Trabajemos por la unidad, pero que viva la diferencia!
En la República Dominicana impera el fanatismo político partidista. Un fanatismo sin parangón que no permite fortalecer las institucionalidad y la democracia. El ciudadano común no cuestiona, ni sanciona el accionar de los y las dirigentes de los partidos políticos.
El fanatismo es “la pasión exacerbada e irracional hacia algo, sin que el fanático o el grupo de fanáticos toleren su cuestionamiento o estudio del mismo”.
La palabra fanático proviene del sustantivo fanum o phanum que significa templo, en consecuencia, fanático quería decir “perteneciente al templo” o "persona asidua al templo"; y hubo un tiempo en que llegó a significar “protector del templo”. Posteriormente, adquirió el sentido de intemperancia desmedida en la defensa de la religión.
Soy de los que piensa que todos los extremos son malos. Ubicarse en el centro para escuchar las diferentes campanas es lo más racional, lógico y prudente para buscar solución a los diversos problemas de nuestra incipiente democracia.
Si estás en un pasillo y te mueves mucho hacia la derecha chocas con la pared, lo mismo ocurre si lo haces hacia la izquierda, es mejor caminar por el centro.
Ahora bien, no quiero decir con esto que debemos huir a la toma de decisiones y optar por posturas políticas neutrales para ser imparciales, sino tratar los temas con cierto grado de objetividad y criticidad. Pensar antes de actuar.
Aceptar dogmas religiosos y líneas políticas partidistas como absolutamente ciertas e indiscutibles, es negar la libertad de pensamiento y difusión de las ideas.
Siempre es preferible el diálogo para llegar al consenso. Sin lugar a dudas, hay aspectos generales que nos unen, el problema es que acentuamos las diferencias.
El fanatismo religioso o político ha sido la causa fundamental de las grandes guerras mundiales. Las divisiones en el mundo de hoy, son mas por el fanatismo religioso que político, debido a que el debate de las ideologías para bien o para mal ha mermado. “Soy del partido x desde chiquitico, lo llevo en la sangre” dijo José Guzmán, mostrando con orgullo que pertenece a un partido por tradición, no por conciencia ideológica ni por realizaciones del mismo a favor de la ciudadanía.
La tolerancia es la virtud idónea para combatir a este enemigo. Entender simplemente, que no todos pensamos iguales y que esto enriquece el debate.
Las religiones y los partidos políticos exigen a sus miembros un respeto ciego a sus mitos, creencias y dogmas, con ello se promueve el fanatismo, y así no es posible la unión sino la imposición o conversión.
¡Trabajemos por la unidad, pero que viva la diferencia!
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