Por José Carlos Nazario
La República Dominicana surgió en el siglo antepasado tras un proceso separatista iniciado por los trinitarios, quienes a su vez eran aliados políticos y recibieron ingentes colaboraciones del grupo haitiano “La Reforma”, que se oponía al gobierno militar de Boyer en Haití. Nuestro país, lejos de surgir producto del odio al pueblo haitiano, surge de la gallardía de un grupo de hombres y mujeres (en combinación con la solidaridad del pueblo haitiano) que fueron luego traicionados por algunos sectores que se amarraron al poder político para asegurar sus privilegios, traicionando los principios de quienes idearon la nación dominicana y utilizando el anti-haitianismo como herramienta ideológica para mantener su supervivencia y poderío.
Hoy, los herederos de aquellos traidores de la primera República, se escudan en falsos valores patrios, para señalar y perseguir a quienes atentan contra sus privilegios. Incluso utilizan la memoria de los trinitarios para, sustentados en el mismo nacionalismo xenófobo que sirvió de plataforma política a Santana, quien ordenara la persecución, destierro y/o eliminación de todo liberal que le hiciera sombra en República Dominicana, continuar sus maquinaciones por conservar el statu quo que tanto les beneficia y enriquece.
Alimentamos ese odio con las doctrinas que sirvieron de insumos al proyecto personal de Rafael Leónidas Trujillo, que propagó por todas las escuelas el germen del rechazo a Haití, para mantener su control, sirviéndose del miedo histórico producto de las acciones de la dictadura de Boyer, que sufrió tanto el pueblo haitiano como el dominicano.
Hoy, Sonia Pierre, activista de los derechos de los dominico-haitianos, es atacada por todos los frentes. La detractan juristas, catedráticos, estudiantes, opinadores y políticos en un gran esfuerzo colectivo por derribar a una mujer que ha actuado con entereza en la defensa de sus convicciones y la dignidad de seres humanos que, por razones del azar, han tenido que soportar adversidades fruto de las pasiones exacerbadas de aquellos para quienes la historia es un instrumento de servilismo. Los mismos que cuentan con la complicidad de quienes le siguen, con ingenuidad, su juego de intereses.
Ahora se trata de su nacionalidad. Nacida en Villa Altagracia, San Cristóbal, declarada en 1963, Sonia Pierre enfrenta una nueva batalla. Dirigentes políticos de la franja conservadora pretenden cuestionar la legalidad de sus papeles, obviando, burdamente, principios jurídicos elementales como la irretroactividad de la ley y el carácter personal de la imputación. La mujer que cobrara fama por su energía en el caso de las niñas dominicanas de origen haitiano, Dilcia Yean y Jessica Bosico, (que reclamaban la pensión alimentaria en ejercicio de sus derechos constitucionales) no se encuentra sola en esta lucha. De su lado se encuentra la razón y la sensatez de un gran número de dominicanos que no se dejan confundir por las pasiones y sentimientos promovidos por sectores que sólo han sabido aprovechar privilegios.
Así como en ocasiones anteriores hemos enfrentado cuestionamientos por nuestras posturas respecto a la nacionalidad de hijos de extranjeros ilegales, porque la lógica y el Derecho, establecen claramente que el estado de ilegalidad no es hereditario. Hoy, sabemos que nuestro artículo desatará los más soeces insultos. Estamos dispuestos a soportar, en nombre de la dignidad dominicana, que los sentimientos se sobrepongan a la razón, hasta que la virtud concebida por los trinitarios encuentre sitio en nuestra República.
Si la patria son los privilegios, la trata de seres humanos, la intolerancia, el tráfico de inmigrantes, el enriquecimiento a costillas de esclavismo, el saqueo de las arcas del Estado en nombre de la Nación yo soy un traidor. Si ellos son la patria yo soy extranjero. Si por el contrario, la Patria es defensa de las libertades, los derechos, la búsqueda de la felicidad y un espacio donde la diversidad y el sacrificio honesto, trabajador y solidario sean la norma, entonces seguiré siendo un patriota.
La República Dominicana surgió en el siglo antepasado tras un proceso separatista iniciado por los trinitarios, quienes a su vez eran aliados políticos y recibieron ingentes colaboraciones del grupo haitiano “La Reforma”, que se oponía al gobierno militar de Boyer en Haití. Nuestro país, lejos de surgir producto del odio al pueblo haitiano, surge de la gallardía de un grupo de hombres y mujeres (en combinación con la solidaridad del pueblo haitiano) que fueron luego traicionados por algunos sectores que se amarraron al poder político para asegurar sus privilegios, traicionando los principios de quienes idearon la nación dominicana y utilizando el anti-haitianismo como herramienta ideológica para mantener su supervivencia y poderío.
Hoy, los herederos de aquellos traidores de la primera República, se escudan en falsos valores patrios, para señalar y perseguir a quienes atentan contra sus privilegios. Incluso utilizan la memoria de los trinitarios para, sustentados en el mismo nacionalismo xenófobo que sirvió de plataforma política a Santana, quien ordenara la persecución, destierro y/o eliminación de todo liberal que le hiciera sombra en República Dominicana, continuar sus maquinaciones por conservar el statu quo que tanto les beneficia y enriquece.
Alimentamos ese odio con las doctrinas que sirvieron de insumos al proyecto personal de Rafael Leónidas Trujillo, que propagó por todas las escuelas el germen del rechazo a Haití, para mantener su control, sirviéndose del miedo histórico producto de las acciones de la dictadura de Boyer, que sufrió tanto el pueblo haitiano como el dominicano.
Hoy, Sonia Pierre, activista de los derechos de los dominico-haitianos, es atacada por todos los frentes. La detractan juristas, catedráticos, estudiantes, opinadores y políticos en un gran esfuerzo colectivo por derribar a una mujer que ha actuado con entereza en la defensa de sus convicciones y la dignidad de seres humanos que, por razones del azar, han tenido que soportar adversidades fruto de las pasiones exacerbadas de aquellos para quienes la historia es un instrumento de servilismo. Los mismos que cuentan con la complicidad de quienes le siguen, con ingenuidad, su juego de intereses.
Ahora se trata de su nacionalidad. Nacida en Villa Altagracia, San Cristóbal, declarada en 1963, Sonia Pierre enfrenta una nueva batalla. Dirigentes políticos de la franja conservadora pretenden cuestionar la legalidad de sus papeles, obviando, burdamente, principios jurídicos elementales como la irretroactividad de la ley y el carácter personal de la imputación. La mujer que cobrara fama por su energía en el caso de las niñas dominicanas de origen haitiano, Dilcia Yean y Jessica Bosico, (que reclamaban la pensión alimentaria en ejercicio de sus derechos constitucionales) no se encuentra sola en esta lucha. De su lado se encuentra la razón y la sensatez de un gran número de dominicanos que no se dejan confundir por las pasiones y sentimientos promovidos por sectores que sólo han sabido aprovechar privilegios.
Así como en ocasiones anteriores hemos enfrentado cuestionamientos por nuestras posturas respecto a la nacionalidad de hijos de extranjeros ilegales, porque la lógica y el Derecho, establecen claramente que el estado de ilegalidad no es hereditario. Hoy, sabemos que nuestro artículo desatará los más soeces insultos. Estamos dispuestos a soportar, en nombre de la dignidad dominicana, que los sentimientos se sobrepongan a la razón, hasta que la virtud concebida por los trinitarios encuentre sitio en nuestra República.
Si la patria son los privilegios, la trata de seres humanos, la intolerancia, el tráfico de inmigrantes, el enriquecimiento a costillas de esclavismo, el saqueo de las arcas del Estado en nombre de la Nación yo soy un traidor. Si ellos son la patria yo soy extranjero. Si por el contrario, la Patria es defensa de las libertades, los derechos, la búsqueda de la felicidad y un espacio donde la diversidad y el sacrificio honesto, trabajador y solidario sean la norma, entonces seguiré siendo un patriota.
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