Por: Crystal Fiallo
Quiero compartir con mis lectores una experiencia increíble. La semana que pasó recibí una carta. Apareció misteriosamente en mi mesita de noche; pensé que alguien la había dejado allí la noche anterior, a pesar de que acostumbro cerrar con seguro la puerta de mi habitación. Extrañada, la abrí con premura, imbuida de curiosidad, comenzando por su final, buscando la identidad de quién la escribió. Pronto la curiosidad se transformó en una gran sorpresa… ¡estaba firmada por Gasparín!
Como sé que muchos de mis lectores no comprenderán mi sorpresa, porque no conocen a Gasparín, comenzaré por decirles quién es él. No es un regetonero, ni un artista de televisión, ni un pelotero de grandes ligas, ni una estrella de mambo violento.
Gasparín es el fantasma de un niño, que no gusta de asustar sino que quiere alegrar la vida de los seres vivos y cultivar sus amistades. Habita en la imaginación de quién lo creó y de quienes lo han conocido y no pueden evitar la empatía que genera su alegre e inocente existencia abierta a nuestras percepciones.
Quiero recalcar que Gasparín es un fantasma divertido al que no le gusta espantar a nadie, porque le encanta tener muchos amigos, lo que no es un trabajo fácil pues las personas generalmente le temen a los fantasmas, no importa que tan amable parezcan. Nació (o mejor dicho apareció) hace mucho tiempo en los Estados Unidos, donde se le conoce como Casper, habitando en el mundo de los comics en el que logró su propio espacio entre los personajes de los dibujos animados.
En 1995 protagonizó un filme de alto presupuesto producido por Brad Silberling, en el que se revivió ese personaje que allí, en el primer mundo, es Casper y en Latinoamérica es Gasparín, el fantasma pequeño y amistoso que quedó atrapado en este mundo y no ha vagado por el más allá. Él me escribió una carta triste y breve.
La carta en cuestión decía así:
“Querida Crystal, te conozco por lo que escribes. Me gusta lo que dices y como lo dices y por ello quiero utilizarte para que todos sepan que no me siento bien en tu país ni con tu gente, porque las cosas allí dificultan infinitamente hacer amigos y se cualquieriza la esencia de la amistad que es la generosidad, la solidaridad, la honradez y la transparencia.
Yo, que me paso todo el tiempo luchando por hacer amigos y tratando de vencer el temor de las personas a los fantasmas, estoy profundamente dolido porque ustedes le atribuyen a la condición de fantasma todo lo peor de la naturaleza humana, de sus conductas y de sus hechos. Con ustedes nunca podré hacer amigos porque nunca podré neutralizar la imagen negativa que tienen de los fantasmas las personas vivas en Dominicana.
El colmo ha sido que un diario gratuito matutino me ha involucrado en la que llamó Asociación Dominicana de ONGs, junto al Fantasma de Canterville, al logo de marca de los protagonistas del filme “Los Cazafantasmas”, al ladrón de Fantomas, al anglosajón que se fue a perseguir piratas en Africa y que llaman “El Fantasma”. Me niego a aparecer en tu país, me niego a tener amigos y amigas de nacionalidad dominicana, hasta tanto ustedes dejen de hacer de la condición de fantasma la explicación de todos los disparates que constituyen la esencia y talante de sus existencias como nación.
Hasta la vista o hasta nunca; no lo sé.
Gasparín.”
Mi reacción fue instantánea, ¿Por qué Gasparín dice que la condición de fantasma es la explicación socorrida para todos nuestros males como nación? Recurrí, de entrada, a un diccionario de la lengua española y así comenzé a comprender a Gasparín mientras leía que fantasma es una aparición con forma de ser real de algo imaginado; una imagen de un objeto impresa en la fantasía; una persona entonada y presuntuosa; un espantajo o persona que asusta; cosas inexistentes, dudosas y poco precisas. De igual forma, que fantasía es la facultad de la mente para representar cosas inexistentes y el proceso mediante el cual se representan; el producto mental de la imaginación creadora o que no tiene fundamento real y de lo que se desprenden los conceptos fantasear, fantaseador y fantasioso.
En el mismo orden de ideas, "fantasmagoría" es el arte de representar figuras por medio de una ilusión óptica o una figuración vana de la inteligencia. De este concepto se desprende otro, el de lo fantasmagórico. Así mismo, fantasmal es una visión quimérica y fantasmón es un presuntuoso; fantástico es algo quimérico, aparente, sin realidad y la irrupción de lo irracional en la vida individual y colectiva.
Entonces, comprendí a Gasparín y por qué nos excusamos en los fantasmas y lo fantasmagórico para explicar nuestros desaciertos como nación. ¿No es acaso este un país que podría denominarse como fantasmagórico? Porque, ¿no son fantasmas los partidos políticos sin membresía real pero con dirigencias con muchas ambiciones? ¿No son fantasmas o fantásticas, según la Real Academia de la Lengua Española, porque es como si no existieran, las ONGs cuyo responsable está muerto, no tienen teléfono o un local, no están registradas y no rinden cuentas? ¿No son fantasía las grandes comisiones nacionales y presidenciales para resolver problemas nacionales que nunca se resuelven? ¿No es fantasía, hasta ahora, la olvidada e inconclusa reforma constitucional?
¿No es el préstamo de la Sun Land un préstamo fantasma? ¿No son fantasmosos la mayor parte de nuestros políticos profesionales? ¿No son fantasmas los legisladores que cobran y no asisten a las sesiones en el Congreso Nacional? ¿No son fantasmas las partidas del Presupuesto Nacional que no explicitan como se gastarán y en qué? ¿No es fantasmagórica la situación social de un país puntero en la región en crecimiento económico que mantiene intacta la negativa deuda social acumulada, determinando que el desarrollo social sea fantasmal?
¿No es fantasear y ser fantasioso ignorar que la implementación del nuevo Sistema Dominicano de Seguridad Social es una modalidad de privatización de los servicios de salud que desarrolla la brecha entre los servicios para los ricos y los servicios para los pobres? ¿No es, al decir del Presidente de la República, un Gobierno Fantasma el del Fondo Monetario Internacional (FMI) en el país?
Para terminar, y pensando en el futuro, ¿no son nuestros fantasmas ancestrales de la corrupción, el entreguismo antinacional, el clientelismo y el autoritarismo los culpables de todas nuestras penurias como, al decir de Viriato Fiallo, “noble y sufrido” Pueblo Dominicano? ¿No son acaso como especies de fantasmas los inmigrantes, que simplemente no existen, legal y jurídicamente hablando, y, para colmo, en su inmensa mayoría provienen de una Nación con un “estado fallido”, osea, fantasma?
Dicen que en el Palacio Nacional habita el fantasma del sátrapa Trujillo, que en el Panteón Nacional habita el del apátrida Santana que todos los días se burla de los trinitarios y los restauradores que no pueden descansar en paz, y que en el Faro a Colón aparece incómodo, de vez en cuando, el fantasma de Colón. Noto, además, que en el proceso electoral actual el fantasma de Balaguer ronda a sus anchas, en ausencia de los de Juan Bosch y Peña Gómez, que parece ser decidieron, entristecidos, partir al mas allá. Y no me extrañará que, durante muchos años, me digan que el fantasma de Diandino Peña rondará (¡cuidado!) en el Metro de Santo Domingo.
Pobre Gasparín, ahora lo comprendo, y agradezco que me haya utilizado como vía para expresar su pesar. Esa noche, al lado de mi mesita, prometí hacer público su dolor y despedida (que pueden ser revertidos si así nos lo disponemos). Buen viaje, querido amigo, hasta no sé cuando…
Hola, chica: Artículo sencillamente magistral. !Cuánta agudeza¡ Adelante
ResponderEliminarCrystal, realmente brillante!
ResponderEliminarExitos.